Curiosidad
El programa Callejeros de Cuatro acaba de alcanzar los 200 programas enganchando a los espectadores de una manera bastante directa. Los personajes que m¨¢s han triunfado en las emisiones han sido casi siempre tipos an¨®nimos que establec¨ªan lo que podr¨ªamos llamar su particular ley de la calle. Asomarse a esas cabezas es una aventura bastante imprevisible, pero contribuye a hacerte sentir que la gente escapa por las costuras de cualquier generalizaci¨®n.
La curiosidad es una necesidad humana. En alguna medida tan fundamental como el comer. Ser¨ªa algo as¨ª como probar del plato de los otros. Conocer su manera de pensar, de vivir, de comportarse. No siempre buscando modelos de comportamiento, sino en ocasiones tan s¨®lo sentirte reconfortado al comprender que los dem¨¢s no son previsibles ni perfectos.
En la televisi¨®n a menudo esa curiosidad ha sido saciada de modo malsano con el morbo, con el juicio superficial, con la sentencia moral o el mero despelleje por entretenimiento. La grandeza de quienes est¨¢n ah¨ª fuera y sobre los que no hemos sido capaces de reparar merece algo mejor.
Uno recuerda, tras el ¨¦xito de estos programas de c¨¢mara en mano, a aquel m¨ªtico Vivir cada d¨ªa con el que crecimos, cuando la televisi¨®n no se olvidaba de ser una ventana, en lugar de s¨®lo un puesto de venta, un escaparate o, en el peor de los casos, un antro poco recomendable. Esa sensaci¨®n de plaza p¨²blica se logra dejando mostrarse a la gente como es. Conocerlos nos ayuda a descodificar un poco el mundo real. As¨ª no nos sorprende tanto cuando las noticias nos ofrecen una perspectiva turbadora del inculpado. Un presidente auton¨®mico que roba, una empresa que desv¨ªa dinero para financiaci¨®n ilegal de partidos, unos sacerdotes viciosos y sus superiores encubridores, cualquier noticia que alcanza la cabecera de los telediarios provoca siempre una crisis de fe en el ser humano. Son los seres relevantes que ejemplifican la fragilidad de nuestros principios. No es mala la compensaci¨®n a trav¨¦s de seres insignificantes que a veces retratan la grandeza de vivir. Al menos, mientras no lleguen formatos novedosos con t¨ªtulos tan significados como Pederastas por el mundo, Defraudadores de rositas; o S¨¢lvame deluxe se decida a invitar al santo padre a su rond¨® ingrato.
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