Las pol¨ªticas de la prostituci¨®n
El debate sobre la prostituci¨®n qued¨® oficialmente zanjado (en falso) en 2007, cuando las Cortes espa?olas aprobaron el informe de la comisi¨®n mixta de los derechos de la mujer. All¨ª, frente a quienes reclamaban derechos laborales para los trabajadores del sexo distinguiendo entre prostituci¨®n voluntaria y forzada, se asume la tesis abolicionista dominante de que nadie puede elegir libremente vender su cuerpo.
La investigaci¨®n social sugiere que casi todas las prostitutas est¨¢n situadas en un punto intermedio del continuum que va de la coerci¨®n criminal a la opci¨®n vocacional, soportando distintos grados de constricci¨®n (que no determinaci¨®n) estructural. Hay pues prostituci¨®n voluntaria: la que se elige racionalmente como fuente de ingresos en un contexto que limita pero no elimina las alternativas.
Deber¨ªa plantearse como objetivo mejorar la situaci¨®n de las mujeres en prostituci¨®n
La prostituci¨®n tiene varias puertas de entrada y se practica de formas diversas: a tiempo completo o parcial, recurrente u ocasionalmente. Las pol¨ªticas de intervenci¨®n basadas en el estereotipo de la v¨ªctima de explotaci¨®n sexual obvian esta diversidad y provocan efectos perversos. Con el ¨¢nimo de que el debate se replantee en t¨¦rminos menos crispados someto a consideraci¨®n lo que sigue.
Toda pol¨ªtica requiere un diagn¨®stico previo que no confunda ser y deber ser, hechos y valoraciones. Fundamentar opciones pol¨ªticas leg¨ªtimas en hechos distorsionados s¨®lo lleva a callejones sin salida. Y en Espa?a se tergiversan hasta los datos b¨¢sicos. La hiperpublicitada cifra de 300.000 prostitutas al menos duplica el n¨²mero de mujeres en el sector. Las pol¨ªticas derivadas de tal lectura de los hechos van a producir el mismo resultado que las que intentan acabar con la inmigraci¨®n irregular blindando fronteras y desmantelando redes criminales de tr¨¢fico de personas. La prostituci¨®n exige pol¨ªticas diferenciadas; el objetivo de erradicarla no deber¨ªa pagar el peaje de complicar m¨¢s a¨²n la vida de las mujeres que se la ganan con ella.
Todas las pol¨ªticas tienen efectos no deseados. Desde las neoprohibicionistas inspiradas en el abolicionismo hasta las neorregulacionistas laboristas, como reconocen muchos de los que las propugnan que no necesariamente simpatizan con el oficio. Tambi¨¦n la de dejar las cosas como est¨¢n, que es lo que est¨¢ propiciando la ret¨®rica abolicionista y lo ¨²nico que est¨¢ haciendo la Generalitat valenciana.
La colonizaci¨®n del sector por inmigrantes a?ade complejidad al tema. La represi¨®n de la trata no puede ser el caballo de Troya de procedimientos de control de la inmigraci¨®n poco compatibles con la sensibilidad democr¨¢tica. El discurso abolicionista del rescate muestra todas sus contradicciones y limitaciones ante las inmigrantes en prostituci¨®n, pues la mayor¨ªa de lo ¨²nico que quieren escapar es de su condici¨®n de sin papeles. Las pol¨ªticas de prostituci¨®n tienen que dise?arse en estrecha coordinaci¨®n con la de regulaci¨®n de los flujos migratorios.
Desde finales del siglo XIX las pol¨ªticas de prostituci¨®n han atacado problemas como la preservaci¨®n de la moral y buenas costumbres, seguridad ciudadana o higiene y orden p¨²blicos. Desde mediados del siglo XX la prostituci¨®n ha pasado a ser tambi¨¦n otro escenario donde librar la guerra de sexos contra el patriarcalismo y por la dignidad de todas las mujeres. Aqu¨ª y ahora no estar¨ªa de m¨¢s plantearse como objetivo prioritario mejorar la situaci¨®n de todas las mujeres en prostituci¨®n.
De la minor¨ªa sometida a coerci¨®n criminal. Para esto y poco m¨¢s sirven las recomendaciones del informe citado. De las que entraron empujadas por la constricci¨®n estructural y quieren dedicarse a otra cosa. Pero si la alternativa es el servicio dom¨¦stico siempre habr¨¢ quien prefiera aguantar las impertinencias del se?orito en la cama antes que en la mesa. De las que la utilizan como fuente v¨¢lida de ingresos y consideran que a¨²n no ha llegado el momento de dejarla. ?stas no necesitan ser rescatadas y tambi¨¦n tienen derecho a vivir y trabajar en paz. Su problema no es la prostituci¨®n sino las condiciones que a menudo tienen que soportar para ejercerla, as¨ª como el estigma que la acompa?a. Atacar ese estigma antes que toda forma de prostituci¨®n tampoco es mal objetivo.
Es sobre todo la situaci¨®n de estas mujeres lo que obliga a reflexionar sobre la cuesti¨®n del reconocimiento de derechos laborales, en absoluto sencilla. Primero, por las posibles consecuencias perversas. Las de no reconocerlos son evidentes, pero ?habr¨ªa que hacerlo s¨®lo con las aut¨®ctonas para evitar el efecto llamada como se hace en algunos pa¨ªses neorregulacionistas? Segundo, por la composici¨®n heterog¨¦nea del colectivo. Distingamos al menos entre profesionales y oportunistas. Entre las primeras est¨¢n las l¨ªderes laboristas, mujeres emancipadas cuyas reclamaciones merecen ser escuchadas sin que la histeria abolicionista lo impida. Entre las segundas, muchas de las que no habr¨ªa que preocuparse demasiado porque se cuidan solas. A ¨¦stas los derechos de las prostitutas no les quitan el sue?o; s¨®lo quieren pasar desapercibidas, que miremos hacia otro lado y no nos inmiscuyamos en sus asuntos.
Las laboristas tienen derecho a reclamar la normalizaci¨®n de la prostituci¨®n como trabajo, y la sociedad a seguir neg¨¢ndole legitimidad. ?Qu¨¦ hacer? Conjugando la ¨¦tica de los principios con la de la responsabilidad podr¨ªan ensayarse soluciones de compromiso, combinar el objetivo ¨²ltimo de erradicar la prostituci¨®n con el inmediato de mejorar las condiciones de vida y trabajo de las prostitutas. Para orientar el celo policial m¨¢s hacia los clientes poco recomendables y menos hacia quienes se ganan la vida con ellos no hacen falta innovaciones normativas. Apelando al pragmatismo puede concebirse una v¨ªa intermedia entre el s¨ª y el no formal al reconocimiento de derechos: asumir que es ilusorio pretender regular de manera inequ¨ªvoca ¨¦ste y otros ¨¢mbitos de la vida social particularmente delicados y reconocer de hecho, por la puerta de atr¨¢s, el acceso a derechos. El resultado no es evidente, pero si se sacara la reflexi¨®n sobre la prostituci¨®n del ¨¢mbito de la sociolog¨ªa de la marginaci¨®n y se ubicara en la del trabajo quiz¨¢ podr¨ªan verse las cosas con m¨¢s claridad.
Enric Sanchis es profesor titular de Sociolog¨ªa en la Universitat de Val¨¨ncia.
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