Cerezas nucleares
Hoy daremos por terminada definitivamente la guerra fr¨ªa. Una vez m¨¢s. Con aquella contienda sin batallas ocurre algo extra?o. Termin¨® en 1989, pero una vez y otra, en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas, la hemos ido dando por solemnemente clausurada en unos gestos repetidos de conjuro o de reafirmaci¨®n que no pueden ser m¨¢s que t¨¢cita expresi¨®n de incredulidad. No nos faltan razones para la desconfianza. Pero esta vez ser¨¢ de verdad: la guerra fr¨ªa queda atr¨¢s, es cierto; pero su l¨®gica ha seguido hasta ahora mismo, y esto es lo que hoy terminar¨¢ formalmente en Praga, donde Barack Obama y Dimitri Medvedev firmar¨¢n la renovaci¨®n del Start, el tratado de reducci¨®n de armas estrat¨¦gicas que conduce al punto m¨¢s bajo de los arsenales nucleares desde aquellos tiempos en que el mundo viv¨ªa protegido bajo el paraguas del terror, al que se le llamaba la Destrucci¨®n Mutua Asegurada.
La nueva doctrina nuclear de Obama clausura la l¨®gica de la guerra fr¨ªa reavivada por Bush
Yeltsin y Clinton la dieron tambi¨¦n por liquidada en 1997, cuando pactaron el nuevo sistema de relaciones entre la Alianza Atl¨¢ntica y Rusia, los enemigos jurados de anta?o. Lo mismo hicieron Bush y Putin, cuando acordaron una reducci¨®n de arsenales en 2002. Barack Obama tambi¨¦n acudi¨® a este efecto-anuncio, justo ahora hace un a?o y en la misma ciudad, cuando pronunci¨® uno de sus m¨¢s brillantes y emotivos discursos. Pero el acto de hoy en Praga demuestra que lo que dijo entonces era verdad. Sus palabras de entonces se convierten en hechos que quieren clausurar la l¨®gica de aquella guerra. A la firma del nuevo Start, le ha acompa?ado esta semana la presentaci¨®n de la nueva doctrina nuclear de Estados Unidos, que sustituye a la elaborada con Bush en 2002, en los meses posteriores a los atentados del 11 S. Seguir¨¢ luego la Cumbre sobre Seguridad Nuclear, que reunir¨¢ la pr¨®xima semana a m¨¢s de 40 primeros ministros y jefes de Estado. Y culminar¨¢ en mayo con la conferencia de revisi¨®n del Tratado de No Proliferaci¨®n en la sede de Naciones Unidas.
Todo son peque?os pasos, es verdad. La reducci¨®n de arsenales desplegados a un l¨ªmite de 1550 cabezas estrat¨¦gicas todav¨ªa se queda corta. La nueva doctrina nuclear conserva elementos de la antigua. Obama es un centrista, gradualista y pragm¨¢tico del que no caben esperar giros de 180 grados ni revoluciones en cuestiones estrat¨¦gicas. Pero estos peque?os pasos van exactamente en la direcci¨®n contraria a la involuci¨®n que se hab¨ªa producido en los a?os de Bush. Su objetivo central, expuesto hace un a?o en Praga, es la eliminaci¨®n de las armas nucleares, y su estrategia desplaza el papel de estas armas del coraz¨®n del concepto militar norteamericano en el que la situaron los neocons.
Bush fue un presidente proliferador. Abog¨® por mantener las armas nucleares e incluso por desarrollarlas. Sali¨® del tratado de limitaci¨®n de pruebas para poder ensayar con nuevos ingenios t¨¢cticos, llamados tambi¨¦n bombas de bolsillo. La deriva de su presidencia hizo temer que intentara lanzar una cabeza nuclear t¨¢ctica contra Ir¨¢n, en una acci¨®n que habr¨ªa significado el segundo golpe nuclear de la historia, despu¨¦s de Hiroshima y Nagasaki y habr¨ªa sido de consecuencias devastadoras. Puso en peligro la doctrina de la no proliferaci¨®n con el acuerdo cerrado con India, un pa¨ªs con el arma nuclear que no ha firmado el tratado de no proliferaci¨®n (TNP) y que en buena l¨®gica no deb¨ªa tener asistencia de los pa¨ªses firmantes. Y lo peor de todo, con su guerra de Irak, imparti¨® una aut¨¦ntica lecci¨®n proliferadora a Corea e Ir¨¢n: quien no quiera ser atacado como Sadam Husein, que no ten¨ªa armas de destrucci¨®n masiva, mejor que las adquiera lo m¨¢s r¨¢pido posible para evitarlo.
Obama tiene una visi¨®n totalmente distinta, inspirada no por el miedo, sino por la esperanza en un mundo sin armas nucleares, al que quiere llegar mediante la acci¨®n multilateral. No lo plantea en t¨¦rminos ingenuos: de ah¨ª la lentitud de sus pasos, que exasperar¨¢n a los pacifistas. Al contrario, quiere que sean pr¨¢cticos y ofrezcan resultados tangibles: con su nuevo concepto, que mantiene intacta la capacidad disuasiva de Washington, quiere convencer a los senadores republicanos para que completen los dos tercios de votos que exige la ratificaci¨®n del nuevo Start firmado con Rusia. Con la complicidad de Mosc¨², quiere plantear una actuaci¨®n global en aquel Gran Oriente Pr¨®ximo que Bush quiso remodelar y democratizar a ca?onazos. En su caso, lo que busca es descargar a Israel de la preocupaci¨®n por la amenaza existencial que supone un Ir¨¢n nuclear e imponer un plan de paz que ninguna de las partes tenga fuerzas ni argumentos para rechazar. La suya es la doctrina de las cerezas: tiras de una y siguen las dem¨¢s.
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