La extra?a pareja
Cuando hayamos salido de la recesi¨®n, habremos salido tambi¨¦n de la crisis? No es seguro, porque una cosa no implica la otra.
La recesi¨®n es un concepto t¨¦cnico. Se sale de ella cuando hay dos trimestres consecutivos con crecimiento positivo. Probablemente, lo veremos en el tercer trimestre. Pero eso no implicar¨¢ entrar en una fase de crecimiento. En medio puede haber una larga etapa de convalecencia. Es como cuando el m¨¦dico te da el alta, pero te dice que tienes que hacer recuperaci¨®n para volver a rendir al m¨¢ximo.
En la salida de la crisis interviene la disposici¨®n de ¨¢nimo y la actitud para el cambio y la mejora. Pero en este terreno veo mejores fundamentos de lo que parece. La sociedad espa?ola comprende bastante bien los esfuerzos que hay que hacer para transformar la crisis en una oportunidad. Se ve reflejado en el inter¨¦s con que se habla de competitividad y productividad en muchos ¨¢mbitos sociales y en las empresas.
Hay algo intrigante en las parejas de reformista y pol¨ªtico reformador. La relaci¨®n suele durar poco
Si tengo raz¨®n, ?por qu¨¦ los pol¨ªticos -los del Gobierno y los de la oposici¨®n- no lideran y capitalizan a esa disposici¨®n social? En un art¨ªculo en este diario, V¨ªctor P¨¦rez D¨ªaz (4 de febrero de 2010) ha hablado de "la desconexi¨®n" entre los pol¨ªticos y la ciudadan¨ªa. Pero se?ala que la responsabilidad es de ambos. Y apunta especialmente a la "opini¨®n experta, bien intencionada y capaz (...), pero a la que a¨²n le falta aliento y acierto para la tarea pedag¨®gica que tiene por delante".
?Cu¨¢les son las condiciones que parecen favorecer las grandes reformas? La literatura especializada es amplia, pero perm¨ªtanme la indelicadeza de citarme a m¨ª mismo. Hace ya varios a?os publique varios trabajos acad¨¦micos y un libro sobre procesos de reforma econ¨®mica en Espa?a. En esos trabajos identifiqu¨¦ cuatro factores.
El primero es el surgimiento de un "estado de necesidad" provocado por la aparici¨®n de una fuerte crisis econ¨®mica. As¨ª ocurri¨® en 1864-1868, en 1957-1959, en 1974-1977, en 1982-1983 y en 1992-1993. Al contrario de lo que dice el sentido com¨²n, que ser¨ªa cambiar cuando las cosas van bien, la experiencia dice que lo hacemos cuando van mal. Qui¨¦n sabe, quiz¨¢ nos acojamos a la m¨¢xima de "no lo arregles si no est¨¢ estropeado".
El segundo es la existencia de una percepci¨®n generalizada de "agotamiento" del "viejo" modelo de crecimiento y de pol¨ªtica. Las crisis contribuyen m¨¢s que cualquier otra cosa a poner de manifiesto el agotamiento del viejo modelo. Cuando esa percepci¨®n se generaliza, como ocurri¨® en los periodos mencionados, son m¨¢s f¨¢ciles las reformas.
Pero, siendo necesarios, estos dos factores no son suficientes para hacer posible las reformas. No cambiamos por el solo hecho de ver que lo viejo no funciona. Necesitamos tener la certeza de que hay una soluci¨®n nueva mejor. De ah¨ª que el tercer factor sea la existencia de un diagn¨®stico solvente sobre los problemas, una doctrina persuasiva sobre las ventajas del cambio y una estrategia adecuada para el tr¨¢nsito de lo viejo a lo nuevo. Esta estrategia ha de incluir el reparto del coste de la crisis y de los beneficios del cambio. Porque no s¨®lo de eficiencia se alimentan el apoyo social a las reformas, sino tambi¨¦n de la percepci¨®n sobre el reparto equitativo de los beneficios entre ganadores y perdedores. Sin equidad las reformas no avanzan. Y si avanzan, quedan expuestas a retrocesos cuando los perdedores tienen ocasi¨®n de devolver el golpe.
El cuarto factor es la existencia en el pa¨ªs de expertos-reformistas que encarnen esa nueva doctrina reformadora, y que, a la vez, tengan reputabilidad t¨¦cnica socialmente reconocida a trav¨¦s de una larga labor de pedagog¨ªa ciudadana y ofrezcan a los pol¨ªticos el expertise y la credibilidad necesaria para gestionar las reformas.
El an¨¢lisis de las grandes reformas que se han llevado a cabo en Espa?a en los dos ¨²ltimos siglos muestra que detr¨¢s de cada una de ellas estuvo el impulso de una extra?a pareja. La formada por el experto-reformista y el pol¨ªtico-reformador.
Fue el caso del economista Laureano Figuerola y del general liberal y presidente del Gobierno Juan Prin en la reforma econ¨®mica de "La gloriosa", la revoluci¨®n de 1868, que introdujo la peseta como moneda ¨²nica y otras grandes reformas. Tambi¨¦n lo es la del profesor Enrique Fuentes Quintana y Adolfo Su¨¢rez en los llamados Pactos de la Moncloa de 1977. O la de Miguel Boyer y Felipe Gonz¨¢lez en el a?o 1982.
Cada parte de esa extra?a pareja cumple su papel en la promoci¨®n y el ¨¦xito de las reformas. El reformista da credibilidad y solvencia t¨¦cnica a las propuestas de reforma. El pol¨ªtico, liderazgo, compromiso y apoyo pol¨ªtico al reformista. Pero es una confianza al 99%, como dijo alguna vez Felipe Gonz¨¢lez. El 1% restante se la queda el pol¨ªtico para cesar al reformista. En los tres casos mencionados, el pol¨ªtico acab¨® haciendo uso de ese margen que se reserva.
En este sentido hay algo intrigante en esta pareja de reformista y pol¨ªtico reformador. Son parejas cuya relaci¨®n acostumbra a durar poco. Mirando la experiencia espa?ola, no m¨¢s de dos a?os, en el mejor de los casos. Por otro lado, las grandes reformas que merecen ese nombre se han producido siempre en los primeros a?os de un Gobierno salido de unas elecciones.
Viniendo al presente, no veo hoy por ning¨²n lado esa pareja reformadora. Pero no s¨®lo por pereza o incapacidad de nuestros pol¨ªticos, sino porque, hasta ahora, ha faltado labor previa de pedagog¨ªa por parte de los reformistas. Es decir, esa "opini¨®n experta", bien intencionada, pero a la que a¨²n le falta aliento y acierto para la tarea pedag¨®gica de la que habla V¨ªctor P¨¦rez D¨ªaz.
Pero, en cualquier caso, si el pasado puede servir para hacer alguna predicci¨®n de futuro, lo dicho me lleva a afirmar que no es muy probable que veamos grandes reformas hasta despu¨¦s de unas nuevas elecciones generales.
Ant¨®n Costas Comesa?a es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la UB.
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