Oliva y Urdiales, ardor torero
Se puede discutir la oreja concedida a Oliva Soto, la calidad de las cuatro tandas y la colocaci¨®n de la espada; se puede argumentar que no hubo petici¨®n mayoritaria. Pero lo que es indiscutible es que fue una faena emocionant¨ªsima. Una pelea de poder a poder entre un chaval con escas¨ªsimo bagaje (una sola corrida en 2009), pero con unas ganas enormes de ser figura, y un toro serio y dificultoso, que, momentos antes, le hab¨ªa propinado una voltereta impresionante. Lo cit¨® Oliva para torear por chicuelinas y, en el momento del encuentro, lo empal¨® por el muslo derecho, y el torero dio una vuelta completa de campana en el aire, mientras el capote imped¨ªa que el pit¨®n calara en la carne.
De la Maza / Urdiales, Oliva, Nazar¨¦.
Toros de Herederos del Conde de la Maza, bien presentados, mansotes, duros, correosos y broncos; encastado y codicioso el quinto.
Diego Urdiales: pinchazo, media baja, cuatro descabellos -aviso- y dos descabellos (silencio); media baja -aviso- (vuelta).
Oliva Soto: pinchazo y casi entera (oreja); cinco pinchazos y estocada (vuelta).
Antonio Nazar¨¦: pinchazo y estocada ca¨ªda (silencio); estocada (silencio).
Plaza de la Maestranza. 12 de abril. 5? corrida de abono. Media plaza.
El toro le avisaba feamente por el pit¨®n izquierdo, pero no se amilan¨®
Despu¨¦s de tan tremendo susto, Oliva tom¨® la montera y se dispuso a brindar al p¨²blico la faena. "Te vas a equivocar, chaval", susurr¨® con sorna un viejo aficionado. Pero lo que se ignoraba era el hambre de Oliva -torero que apunt¨® finas maneras de novillero- para sobreponerse a las adversas condiciones de su oponente. As¨ª, entre la sorpresa general, se dobl¨® con torer¨ªa por bajo, mientras el toro lo avisaba feamente por el pit¨®n izquierdo. Pero no se amilan¨® el torero. La tanda de derechazos brot¨® inspirada y personal¨ªsima, el animal embebido en la franela y el p¨²blico enfervorecido. Otra, cerrada con un precioso cambio de manos y aroma de torero antiguo. Tom¨® la izquierda, a pesar del aviso, y se jug¨® el tipo de verdad. Trag¨® Oliva un mundo, pero La Maestranza se convenci¨® en cuesti¨®n de minutos de que all¨ª hab¨ªa torero. Por ver¨®nicas hondas recibi¨® al quinto, una media de cartel y una airosa larga. Despu¨¦s de una fea pelea en varas, Oliva cit¨® de largo y el animal respondi¨® a galope, con embestida larga y repetidora. Surgieron derechazos largos, bien ligados, quiz¨¢ acelerados por la encastada codicia del toro, pero plenos de arrojo y mando. Comenzaba a entreabrirse la Puerta del Pr¨ªncipe, que para este chaval tan necesitado de contratos era la gloria misma. Pero, tras unos ayudados garbosos, mat¨® mal, muy mal, y se atrevi¨®, incluso -craso error- a dar la vuelta al ruedo tras cinco pinchazos. Un caso, sin duda, de ardor torero.
Pero ardor, lo que se dice ardor, el que derroch¨® Diego Urdiales, un torero valent¨ªsimo, t¨¦cnico y muy seguro. Sus toros fueron duros de roer, marrajos los dos, que amenazaban con derrotes asesinos. Super¨® la enorme dificultad del primero, y someti¨® y tore¨® al cuarto, de p¨¦sima clase, que lo golpe¨® con la pala del pit¨®n por encima del ojo izquierdo con la intenci¨®n de quitarle la cabeza. Pero no se arredr¨® Urdiales; por el contrario, se meti¨® entre los pitones, con suficiencia deslumbrante, y se gan¨® el respeto de la afici¨®n.
Mala suerte tuvo Nazar¨¦ con su descastado y soso lote. Puso voluntad y ganas, pero no tuvo oportunidad.
Babelia
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