Desorden en la curia
No hay semana sin documento para liberar al papa Ratzinger de responsabilidad en el encubrimiento de pederastas en parroquias o centros educativos cat¨®licos. Esta vez se trata de una llamada "gu¨ªa", publicada en ingl¨¦s en 2003 con el t¨ªtulo Guide to Understanding Basic CDF Procedures concerning Sexual Abuse Allegations (Gu¨ªa para entender los procedimientos adoptados por la Congregaci¨®n de la Doctrina de la Fe en los casos de supuestos abusos sexuales). Los destinatarios del aviso son "laicos y no canonistas", a los que ahora, contra lo afirmado por otros documentos de mayor rango, se ordena denunciar "siempre" ante la justicia civil.
En la jerga militar se sabe que orden y contraorden conducen al desorden. He aqu¨ª una demostraci¨®n. Frente a la gu¨ªa aportada ahora, como por arte de magia, se alza la realidad del silencio, o la costumbre de remitir los casos de abusos a la competencia rigurosa del inquisidor romano cuando las cosas hab¨ªan llegado demasiado lejos.
Aburre tener que recordar el caso del fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, protegido por Roma hasta 2007 mientras se persegu¨ªa a las v¨ªctimas por haberse atrevido a denunciarlo. Y cansa volver a reproducir los t¨ªtulos de los documentos que ordenaban silencio y oscuridad. Vengan dos: Crimen sollicitationis (Delito de solicitaci¨®n), emitido en 1962 por el cardenal Alfredo Ottaviani, jefe de la Sagrada Congregaci¨®n del Santo Oficio, y la ep¨ªstola de su sucesor Ratzinger reforzando aquellas normas con motivo de la publicaci¨®n del C¨®digo de Derecho Can¨®nico de 1983. Se titula De delictis gravioribus (De delitos m¨¢s graves), y lleva fecha de 18 de mayo de 2001. El hoy papa con el nombre de Benedicto XVI recordaba ese d¨ªa a todos los obispos y superiores de su iglesia qu¨¦ actos "m¨¢s graves quedaban reservados" al ¨²nico juicio de su pontificia congregaci¨®n doctrinal, y les subrayaba que las severas instrucciones del inquisidor Ottaviani segu¨ªan en vigor.
Dice Milan Kundera que la memoria libera al hombre de la brutalidad. Tambi¨¦n lo pone ante el juicio humano. Bien est¨¢ que, aunque sea a trancas y barrancas, el Vaticano vaya reconociendo los errores del pasado (acaso tambi¨¦n los delitos), si ello sirve para evitarlos. Como se sabe con la corrupci¨®n en los partidos pol¨ªticos, uno es mejor si sabe que lo vigilan, y escarmienta si ve que otros corruptores son descubiertos y castigados. La peor estrategia es la respuesta del "?y t¨² m¨¢s!" y esa de que la ropa sucia se lava en casa. Nunca resulta, o casi nunca.
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