Resumiendo
Por primera vez en mucho tiempo, el New York Times le ha dedicado un editorial a Espa?a. Por primera vez en mucho tiempo, el asunto a tratar no han sido los toros, la tomatina o el jam¨®n de bellota. Simult¨¢neamente, hemos encabezado secciones internacionales de peri¨®dicos argentinos, chilenos, ingleses o franceses. Si quer¨ªamos que nuestro pa¨ªs ocupara un lugar notable en la prensa del mundo con un tema que no fuera folcl¨®rico lo hemos conseguido. L¨¢stima que el resultado sea para recibir el p¨¦same m¨¢s que la enhorabuena. A estas alturas, extranjeros de aqu¨ª y de all¨¢ observan at¨®nitos una noticia que para ellos se resume de la siguiente manera: dos organizaciones franquistas llevan a los tribunales al juez que ha querido fijar las responsabilidades de la represi¨®n y dar honrosa sepultura a los muertos que a¨²n permanecen enterrados en fosas comunes.
Los espa?oles llevamos siguiendo los pormenores de este caso m¨¢s de un a?o, conocemos (aunque sea por encima) las razones por las que, al margen del asunto de la memoria hist¨®rica, hay quien est¨¢ deseando que Garz¨®n abandone la Audiencia Nacional; pero para alguien que no se revuelque a diario en la charca de nuestra actualidad no s¨®lo resulta inconcebible que un juez de tan dilatado prestigio sea apartado de su carrera de por vida, hay m¨¢s. Este desgraciado asunto ha sembrado la idea de que en 30 a?os de democracia los espa?oles hemos sido incapaces de lidiar con el pasado, que la Transici¨®n fue una bajada de pantalones, que la Guerra Civil es un tema tab¨² y que hay una parte de la derecha que sigue siendo franquista. No s¨¦ si estar¨¢n de acuerdo con este balance aquellos que hicieron posible la Transici¨®n, pero finalmente esto es lo que a ojos de los dem¨¢s ha quedado. Sea como sea, hay que darle las gracias a la justicia espa?ola por permitirnos hacer el m¨¢s grande de los rid¨ªculos.
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