Final descabellado
La producci¨®n, con algunos a?os ya, que el Palau de les Arts ha seleccionado para esta Traviata, se habr¨ªa sostenido bien si no fuera por su final descabellado: focos que iluminan la platea, y un espejo en el escenario reflejando la orquesta. Se rompi¨® as¨ª el hilo de la historia, la atenci¨®n se dispers¨®, y la pobre Violetta muri¨® con el p¨²blico distanciado de su tragedia. Quiz¨¢ fuera eso lo que pretend¨ªa Henning Brockhaus, pero seguro que no era lo que quer¨ªa Verdi. El juego de espejos result¨® funcional mientras se mantuvo referido a la escena. Cuando quiso sobrepasarla, el crack fue lamentable. Ni siquiera la maravillosa direcci¨®n de Maazel en el tercer acto, ni la igualmente maravillosa respuesta de la orquesta, consiguieron evitar que los espectadores se descolocaran, y no poco. La forma en que se utiliz¨® la platea y la proyecci¨®n de la orquesta, en la misma sala, para la marcha f¨²nebre por Siegfried, en El ocaso de los dioses, regres¨® a la memoria de muchos como ant¨ªtesis. Aquello s¨ª que ten¨ªa sentido.
LA TRAVIATA
De Giuseppe Verdi. Solistas vocales: Jibla Gerzmava, Vittorio Grigolo, Gabrieli Viviani, Ekaterina Metlova, entre otros. Direcci¨®n musical: Lorin Maazel. Direcci¨®n esc¨¦nica: Henning Brockhaus. Coro y Orquesta de la Comunidad Valenciana. Palau de les Arts. Valencia, 13 de abril de 2010.
Jibla Gerzmava hizo una encomiable Violetta en el segundo acto, ya que su instrumento, de car¨¢cter l¨ªrico, se acopla bien al dise?o vocal que le traza aqu¨ª el compositor. En el tercero se qued¨® algo corta en cuanto a desgarro y dramatismo: su voz no parece permit¨ªrselo a¨²n, pero hizo de la necesidad virtud, y dibuj¨® un personaje entra?able y recogido. Fue en el primer acto donde gust¨® menos: las agilidades no corr¨ªan con la fluidez y color debidos. Resultaron un poco agrestes. Pero con Violetta casi siempre pasa lo mismo. O se falla en unos momentos, o se falla en otros. S¨®lo el milagro de Maria Callas pod¨ªa con todo.
Vittorio Grigolo, en su tercera actuaci¨®n para el Palau de les Arts, luci¨® de nuevo su hermosa y potente voz, que a¨²n debe limar algunas brusquedades. El Germont de Gabriele Viviani fue digno, aunque la complejidad del personaje (ese sutil juego entre el puro conservadurismo y la expresi¨®n de amor paternal, tan importante en Verdi) todav¨ªa le reserva secretos. Ekaterina Metlova brill¨® con una voz atractiva, y los comprimarios pusieron buena m¨²sica y buen teatro sobre la escena.
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