El incierto futuro de Chatroulette
El pasado 7 de abril, Chatroulette —el ¨²ltimo (o ya antepen¨²ltimo) hype intern¨¢utico— accedi¨® a ese pante¨®n de inmortalidad que convierte toda chorrada en apariencia ef¨ªmera en s¨ªntoma relevante de nuestra desquiciada cultura contempor¨¢nea: ser objeto de feroz chanza en South Park. El cap¨ªtulo en cuesti¨®n se titulaba Tienes 0 amigos y tambi¨¦n despiezaba todas las inercias de comportamiento asociadas a Facebook. No obstante, en el caso de Chatroulette, la celeridad de la s¨¢tira resultaba meritoria: creada por un adolescente moscovita —Andrey Ternovskiy (17 a?os)— en noviembre de 2009, la web que facilita combinaciones aleatorias, por la v¨ªa del videochat, entre usuarios del mundo entero ha tenido que esperar tan s¨®lo unos meses para erigirse en fen¨®meno global, ser fagocitada por la cultura popular y abrir nuevos e intensos debates sobre el bajo vientre de la sociedad virtual y sus usos m¨¢s peligrosos. La cuesti¨®n es si Chatroulette corre el peligro de quemarse a la misma velocidad con la que ha logrado ascender de sus iniciales 500 usuarios al d¨ªa a los 30 millones de visitantes de los que presum¨ªa Ternovskiy el pasado mes de febrero. The Hollywood Reporter se hac¨ªa eco, el pasado 23 de marzo, del viaje del nuevo chico de oro a Estados Unidos —su primer viaje lejos de casa— en busca de inversores dispuestos a convertir lo que, en principio, naci¨® como pura diversi¨®n casi dom¨¦stica en posible modelo de negocio.
'South Park' parodia la web como una agotadora sucesi¨®n de hombres masturb¨¢ndose
"Chatroulette es el tipo de cosa que todo el mundo va a hacer una sola vez, como follar en los lavabos de un Dunkin' Donuts de autopista", disparaba Jon Stewart en The daily show. Si queda alg¨²n ser humano que a¨²n no lo haya probado, baste decir que Chatroulette supone la aplicaci¨®n de la m¨¢xima Von Trier —"El caos reina"— al mundo de la comunicaci¨®n virtual. Tiene algo de la sordidez de esas viejas l¨ªneas er¨®ticas en las que uno acced¨ªa a una ronda de voces zombificadas con ganas de roce: la (gran) diferencia es que uno puede verle la cara al interlocutor y desestimarlo con un solo clic, que dar¨¢ paso a un improbable objeto de deseo y a una m¨¢s que probable manifestaci¨®n poslovecraftiana del espanto. El concepto fusiona la idea de la ruleta rusa —no en vano, Ternovskiy menciona El cazador (Michael Cimino, 1978) como fuente de inspiraci¨®n— con las din¨¢micas de relaci¨®n del cuarto oscuro, que el imaginario heterosexual suele mitificar tanto. S¨®lo que Chatroulette es un cuarto oscuro global y a plena luz. En South Park, Cartman y Kyle contemplaban Chatroulette como extenuante sucesi¨®n de hombres adultos masturb¨¢ndose, lo que, por supuesto, es una exageraci¨®n, pero apunta al popular reciclaje de la creaci¨®n de Ternovskiy para usos l¨²bricos que ¨¦l, por supuesto, desaprueba.
Lo fascinante de Chatroulette es su imprevisibilidad y el ocasional ingenio del usuario: uno puede conectar con una efigie de Yoda que sentencia: "Mostrarme tus tetas quieres", por ejemplo. Lo asombroso ha sido su velocidad para convertirse en herramienta para la cultura pop: Chatroulette ha generado sus propias estrellas, como Merton, un tipo de Colorado que suele improvisar al piano canciones inspiradas en sus aleatorios compa?eros de conexi¨®n chatruletiana. Estrellas reci¨¦n salidas del horno que, a su vez, han sido imitadas por estrellas al cl¨¢sico modo, como Ben Folds, que, en sus ¨²ltimos conciertos al frente de Ben Folds Five, ejecuta una hilarante imitaci¨®n de Merton —conexi¨®n a Chatroulette incluida—, que enfrenta a los circunstanciales usuarios conectados a tener como contraplano al masivo p¨²blico de la gala.
Los primeros datos sobre el viaje de Ternovskiy a EE UU apuntan a que el muchacho se muestra displicente —"Est¨¢n ellos m¨¢s interesados en m¨ª que yo en ellos"—, pero a los expertos en el medio no se les escapa que el encanto ven¨¦reo del invento pueda ser, a la vez, su peor enemigo a la hora de buscar anunciantes e inversores.
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