Wayne Rooney y la plaga blanca
- "Somos la primera raza del mundo y cuantos m¨¢s lugares del mundo habitemos mejor para la raza humana".
Cecil Rhodes, imperialista brit¨¢nico del siglo XIX
Entre los a?os 1600 y 1950, 20 millones de personas abandonaron las islas Brit¨¢nicas y empezaron vidas nuevas en lo que, en su d¨ªa, fue el imperio m¨¢s grande de todos los tiempos. Seg¨²n cuenta el historiador Niall Ferguson en su libro Empire, ning¨²n otro pa¨ªs ha exportado, ni de cerca, m¨¢s seres humanos.
?Por qu¨¦ ser¨¢, entonces, que les cuesta tanto a los jugadores de f¨²tbol brit¨¢nicos adaptarse al estilo de vida de otros pa¨ªses? Hemos visto la facilidad con que italianos, franceses, holandeses, portugueses e incluso espa?oles han dado el salto a la cultura y a la sociedad brit¨¢nica, pero los campeones mundiales de la emigraci¨®n sufren hoy cuando cambian de tierra. Ha habido excepciones, como Steve McManaman, que fue feliz en Madrid, y David Beckham, que tambi¨¦n, aunque no tanto su esposa, Victoria, cuya repugnancia por "la comida grasienta" espa?ola la llev¨® de vuelta a casa y a su marido a los brazos de otra. Pero por cada dos que se han adaptado ha habido 10 que no.
El ariete corresponde al estereotipo de turista inconsciente en la playa y vestido de prostituta "Era como vivir en el extranjero", dijo Rush de Italia tras fracasar en la Juventus
M¨¢s t¨ªpico es el caso del gran goleador del Liverpool, Ian Rush, que, tras su fracaso en la Juventus, ofreci¨® la memorable explicaci¨®n siguiente: "Era como vivir en un pa¨ªs extranjero". O el de Luther Blisset, cuyo principal drama durante el a?o triste que vivi¨® en el Milan fue, como ¨¦l mismo confes¨®, la imposibilidad de conseguir en Italia su desayuno favorito, los rice krispies.
Parte de la explicaci¨®n de este aparente misterio debe de residir en el hecho de que, a diferencia de los imperialistas espa?oles o los portugueses, los brit¨¢nicos salieron a conquistar tierras lejanas acompa?ados de sus mujeres. No s¨®lo no ten¨ªan relaciones amorosas con las ind¨ªgenas (M¨¦xico y Brasil son pa¨ªses en los que reina el mestizaje; en India, no) sino que implantaban su cultura, creaban peque?as sociedades brit¨¢nicas, en las colonias. Vemos lo mismo hoy en d¨ªa con los turistas en Espa?a. Vienen millones, pero para la mayor¨ªa la idea de pasarlo bien se centra en recrear las condiciones de su pa¨ªs -fish and chips, grotescas borracheras, lecturas del tabloide The Sun- bajo el sol mediterr¨¢neo.
A diferencia de los italianos, en particular, y de los holandeses tambi¨¦n, los brit¨¢nicos, con pocas excepciones, nunca tuvieron ni la cortes¨ªa, ni la audacia ni el deseo de asimilar el concepto de saber estar. Creer que Wayne Rooney ser¨ªa capaz de hacerlo en Espa?a es una locura o, como m¨ªnimo, una idea altamente arriesgada, ya que esta semana se ha estado hablando con insistencia en la prensa deportiva de la posibilidad de que el jugador del Manchester United fiche en el verano (se ha llegado a hablar de un precio de 150 millones de euros) por el Real Madrid.
Rooney, por si los seguidores y los dirigentes del Madrid no lo han pillado, corresponde en un ciento por ciento, o m¨¢s si fuera posible, al estereotipo del turista del que estamos hablando. Abandonado a sus propios impulsos, es el cl¨¢sico que en la madrugada ibicenca aparece inconsciente en la playa vestido de prostituta o de monja tras pasar la noche bebiendo cantidades industriales de tequila y cerveza, exhibiendo el culo en las calles del casco hist¨®rico.
La soluci¨®n, si el Madrid se empe?a en ficharle, podr¨ªa pasar por hacer algo parecido a lo que hizo el Barcelona con Leo Messi o hicieron los conquistadores brit¨¢nicos de anta?o. Traer a Rooney con toda su familia.
Claro, lo que quedar¨ªa por ver ser¨ªa si la ciudad de Madrid estar¨ªa preparada para semejante invasi¨®n vand¨¢lica. En la fiesta que Rooney, de aspecto m¨¢s de boxeador que de futbolista, y su esposa, Colleen, dieron unos a?os atr¨¢s para celebrar su compromiso de bodas, los padres y los t¨ªos de ¨¦l, hombres y mujeres, acabaron a palos en el suelo del local. La polic¨ªa tuvo que acudir a imponer orden.
Niall Ferguson escribe en su libro que gran parte de los habitantes africanos o indios en tiempos del Imperio Brit¨¢nico ve¨ªan a los colonos de las islas como una temible plaga blanca. Pues eso. Ojo con Rooney. Es un grand¨ªsimo jugador, por supuesto. Pero, en el caso de que acabase en Madrid, esa frase, plaga blanca, podr¨ªa llegar a adquirir nuevas y no menos alarmantes connotaciones.
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