Los 22.000 tiros en la nuca de Stalin
La URSS asesin¨® en 1940 a la ¨¦lite polaca, en su mayor¨ªa oficiales del Ej¨¦rcito. Fue la matanza de Katyn. Esa era la tragedia que iban a conmemorar los dirigentes muertos el 10 de abril en un accidente a¨¦reo
Con el viejo libro abierto por la mitad, Anna Maria Wolinska busca en una lista el nombre de su padre. "Waclav Wolinski, deportado en 1939". Capit¨¢n de artiller¨ªa ligera del Ej¨¦rcito polaco, ten¨ªa 38 a?os cuando se march¨® a la guerra en agosto de ese a?o. Su hija estaba a punto de cumplir cinco: "Yo era entonces muy peque?a, pero recuerdo perfectamente el d¨ªa en que mi padre se fue. Los bolcheviques le hicieron prisionero a las pocas semanas". Nunca volvi¨®.
Uno a uno, a sangre fr¨ªa, 22.000 militares polacos como Wolinski fueron ejecutados de un tiro en la nuca en 1940 y arrojados a fosas comunes en territorio de lo que entonces era la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Fueron v¨ªctimas de la polic¨ªa secreta de Stalin, el temido y siniestro NKVD. La conocida como matanza de Katyn -el bosque pr¨®ximo a la ciudad de Smolensk en el que fueron hallados los primeros cad¨¢veres- supuso el exterminio, en menos de un a?o, de la ¨¦lite polaca. Durante medio siglo, el crimen fue censurado por el r¨¦gimen comunista, que siempre acus¨® a la Gestapo de esa terrible carnicer¨ªa.
La Uni¨®n Sovi¨¦tica detuvo a 230.000 polacos. De ellos, 22.000 fueron encerrados y liquidados en bosques uno por uno
El Gobierno polaco en el exilio pregunt¨® a Stalin d¨®nde estaban sus presos. "Escaparon", se limit¨® a responde
El 23 de agosto de 1939 amaneci¨® como un d¨ªa negro para el destino de Polonia. La Alemania nazi y la Uni¨®n Sovi¨¦tica firmaron un pacto de no agresi¨®n por el que se repart¨ªan el pa¨ªs centroeuropeo. Adolf Hitler invadi¨® la parte occidental de Polonia el 1 de septiembre; las tropas polacas se replegaron hacia el este, por donde entraron las fuerzas de Josef Stalin 17 d¨ªas m¨¢s tarde. Aplastados por las m¨¢quinas de guerra alemana y sovi¨¦tica, el p¨¢nico se adue?¨® de Polonia. Fue arrestado "cualquiera que llevara un uniforme, desde el oficial de carrera hasta el profesor movilizado desde la reserva para ayudar al Gobierno polaco a defenderse de los enemigos", explica Richard Zelichowaski, historiador de la Academia de las Ciencias Polaca. "Eran polic¨ªas, generales, coroneles, capitanes, profesores, miembros de los servicios secretos, m¨¦dicos, jueces, abogados, funcionarios, empresarios... Eran la ¨¦lite militar y administrativa del pa¨ªs", explica.
En los a?os 1920 y 1930, el Ej¨¦rcito polaco estaba falto de gente formada, y cuando estall¨® la guerra, miles de profesionales e intelectuales fueron llamados a filas como oficiales. Cerca de 230.000 militares polacos fueron hechos prisioneros por los sovi¨¦ticos. Se les interrog¨® y clasific¨® para identificar a los que pod¨ªan representar un peligro mayor para las autoridades invasoras. De ellos, un total de 22.000, oficiales en su mayor¨ªa, fueron internados en tres campos especiales para prisioneros en territorio sovi¨¦tico: Kozielsk, Starobielsk y Ostaszkow.
Lo peor no eran las condiciones inhumanas en las que viv¨ªan: lo peor fue la incertidumbre. Pasaron semanas, y en muchos casos meses, alojados en los campos sin que nadie les dijera qu¨¦ quer¨ªa de ellos. Algunas versiones sostienen que les interrogaron y torturaron, otras creen que simplemente les mantuvieron a la espera de ¨®rdenes que no terminaban de llegar.
El padre de Anna Wolinska era soldado profesional. Su guarnici¨®n ten¨ªa la sede en Wolyn (en la actualidad, territorio ucranio). Tras ser detenido, acab¨® en el campo de Starobielsk. "Mi padre mandaba cartas a mi madre desde all¨ª", recuerda Wolinska, que ahora tiene 75 a?os y vive en Varsovia. "Dec¨ªa que estaban bien, pero que no sab¨ªan qu¨¦ iba a pasar; nadie les dec¨ªa nada". La ¨²ltima carta lleg¨® el 8 de marzo de 1940. Justamente en ese mes fat¨ªdico, el Politbur¨® de Mosc¨² hab¨ªa tomado su decisi¨®n. El m¨¢ximo ¨®rgano ejecutivo del Partido Comunista dict¨® la orden de matar a los oficiales polacos, pasando por encima de todos los convenios internacionales relacionados con el trato a los prisioneros de guerra. El exterminio fue organizado por la polic¨ªa secreta de Stalin. "Un gran n¨²mero de oficiales del Ej¨¦rcito, empleados de la polic¨ªa polaca, de los servicios de espionaje, miembros de los partidos nacionalistas y contrarrevolucionarios de Polonia, todos ellos declarados enemigos de la autoridad sovi¨¦tica, est¨¢n siendo retenidos en varios campos", afirmaba aquella orden, firmada por Laurenti Beria, mano derecha de Stalin. "Todos est¨¢n esperando a ser liberados para empezar a actuar contra la autoridad sovi¨¦tica", a?ad¨ªa para justificar las ejecuciones.
En conducciones de varias decenas cada vez, los presos fueron trasladados en camiones a bosques cercanos. Los prisioneros de Kozielsk fueron llevados a Katyn; los del campo de Starobielsk, a J¨¢rkow; los del campo de Ostaszkow, a Kalinin (Tver, en la actualidad). Uno a uno, fueron colocados frente a su propia tumba, y a veces con la cabeza tapada, a veces al descubierto, maniatados, recibieron un tiro en la cabeza. As¨ª durante semanas, meses...
El tiro en la nuca era un m¨¦todo habitual de la NKVD (entidad precursora del KGB), pero Krystyna Brydowska, de 73 a?os, tiene otra teor¨ªa sobre c¨®mo muri¨® su padre, tambi¨¦n oficial del Ej¨¦rcito polaco detenido por la Uni¨®n Sovi¨¦tica. "Radio Europa Libre asegur¨® que los prisioneros del campo de mi padre, el de Ostazskow, hab¨ªan sido trasladados hasta el mar Blanco
[en la costa noroeste de Rusia], donde fueron ahogados por la polic¨ªa secreta estalinista", cuenta. El historiador Piotr Gontarezyk est¨¢ convencido de que no fue as¨ª: "Era lo que muchas familias quer¨ªan creer, porque siempre ten¨ªan la esperanza de que al ser llevados a otros lugares exist¨ªa la posibilidad de que hubieran escapado. Pero sinceramente no creo que la NKVD se hubiera molestado en llevar a los prisioneros a otro sitio para ejecutarlos a miles de kil¨®metros de distancia. No encaja con el sistema de exterminio organizado por el aparato del Estado sovi¨¦tico".
Las primeras huellas de aquella matanza fueron destapadas en 1943. Y lo hizo Radio Berl¨ªn, en aquella ¨¦poca en manos de los nazis. Unos obreros polacos que trabajaban en las l¨ªneas ferroviarias en el este del pa¨ªs, entonces ocupado por la Alemania nazi, descubrieron los primeros cad¨¢veres. Hab¨ªa decenas de fosas, llenas de esqueletos apilados unos sobre otros, en el bosque de Katyn, a pocos kil¨®metros de la ciudad rusa de Smolensk. Unidades del Ej¨¦rcito alem¨¢n desenterraron all¨ª 4.500 cuerpos. Medio siglo despu¨¦s se hallaron m¨¢s cementerios de este tipo, pero el nombre de Katyn ya se hab¨ªa convertido en el s¨ªmbolo de todos ellos.
"El hallazgo fue para Alemania un instrumento propagand¨ªstico de primer orden", cuenta Gontarezyk. Hitler y Stalin, que empezaron la guerra como amigos, eran ahora enemigos. Stalin cambi¨® de opini¨®n y se uni¨® a los aliados que combat¨ªan contra Hitler. Para el Berl¨ªn hitleriano, la oportunidad era de oro para mostrar al mundo los cr¨ªmenes sovi¨¦ticos y, de paso, sembrar la discordia entre los aliados, incluido el Gobierno polaco en el exilio. Los medios del Tercer Reich publicaron fotograf¨ªas, cartillas de vacunaci¨®n y detalles sobre los objetos personales hallados en las fosas. Algunos polacos se enteraron de esta forma del fallecimiento de algunos de sus familiares.
Stalin contraatac¨® de inmediato culpando a la Gestapo de los cr¨ªmenes descubiertos. Su estrategia no sirvi¨® para explicar d¨®nde estaban los soldados polacos hechos prisioneros por Mosc¨² que, pese a haber sido oficialmente amnistiados tras la paz firmada por Mosc¨² con los aliados (en junio de 1941), no volv¨ªan a sus casas. El jefe del Gobierno polaco en el exilio, general Wladyslaw Sikorski, pregunt¨® a Stalin d¨®nde se encontraban todos esos militares de su pa¨ªs que no regresaban. "Escaparon", se limit¨® a responder el dictador sovi¨¦tico. "?Ad¨®nde podr¨ªan haber escapado?", insisti¨® otro general polaco. "A Manchuria", sugiri¨®.
Pese a que a ninguno de los aliados le conven¨ªa entonces que se sospechara que uno de los suyos hab¨ªa cometido tales cr¨ªmenes, Polonia se mostr¨® reacia a aceptar como buenas estas explicaciones. Meses despu¨¦s, las relaciones de Sikorski con Stalin se rompieron. En julio de 1943, el general polaco muri¨® en un accidente a¨¦reo nada m¨¢s despegar de Gibraltar el avi¨®n Liberator en el que viajaba con 16 personas m¨¢s.
Tras el fin de la guerra, en 1945, se consum¨® la ocultaci¨®n de los cr¨ªmenes de Katyn. La censura del r¨¦gimen comunista imped¨ªa pronunciar ese nombre en p¨²blico. Y quienes hablaban de ello en privado pod¨ªan acabar en las listas de la polic¨ªa pol¨ªtica polaca, la SB, y en algunos casos ir a parar a la c¨¢rcel. Anna Wolinska ya viv¨ªa en Varsovia. Ella y su madre huyeron del este del pa¨ªs, por temor a acabar en un campo de trabajo en Siberia, y se las arreglaron para pasar inadvertidas. "Mi madre quer¨ªa huir a toda costa, quer¨ªa evitar a los bolcheviques", cuenta. Ten¨ªa sus razones: muchos de los familiares de los oficiales asesinados acabaron recluidos en campos de diversos territorios de la URSS en Rusia, Ucrania y Bielorrusia, junto con millones de ciudadanos sovi¨¦ticos, donde la mayor¨ªa perec¨ªa de fr¨ªo, hambre o enfermedades.
"Para pasar sin problemas, mi madre tuvo que quemar todos los objetos personales que ten¨ªa de mi padre, incluidas las cartas", cuenta Wolinska. Tras instalarse en Varsovia, "enseguida empezamos a buscarle. Escribimos a la Cruz Roja, al Gobierno polaco en el exilio... y no hubo noticias. Y seguimos buscando durante la etapa comunista. Una de mis t¨ªas huy¨® a Occidente. Tener a un familiar en Occidente, ser cat¨®lica practicante e hija de un oficial que presuntamente estaba en una c¨¢rcel rusa no ayud¨®. Mi madre iba de un trabajo a otro. No me admitieron en la Universidad de Varsovia y tuve que estudiar en Lubl¨ªn", explica.
Anna Wolinska logr¨® licenciarse en Filolog¨ªa Polaca, pero nunca logr¨® saber qu¨¦ pas¨® con su padre. "La palabra Katyn atemorizaba a la gente. Yo no sab¨ªa si mi padre estaba vivo o muerto... y ya se sabe que la esperanza es lo ¨²ltimo que se pierde". Esa esperanza se vio truncada en 1990, cuando el entonces presidente de la URSS, Mija¨ªl Gorbachov, entreg¨® a su colega polaco, Wojciech Jaruzelski, la lista de los fusilados y otros documentos, y se abri¨® una causa criminal. Las investigaciones iniciadas entonces se cerraron en 2004, durante la presidencia de Vlad¨ªmir Putin, en virtud de una disposici¨®n secreta de la fiscal¨ªa militar.
"Aquella matanza supuso una enorme p¨¦rdida para Polonia", afirma el profesor Zelichowski. "Buena parte de la ¨¦lite, la gente m¨¢s formada, los m¨¢s preparados, murieron, y este episodio siempre ha marcado las relaciones con Rusia", a?ade. A pesar de que, tras la ca¨ªda del bloque comunista, se han encontrado m¨¢s fosas, todav¨ªa se desconoce d¨®nde est¨¢n enterrados los cuerpos de 7.000 de aquellas v¨ªctimas. "Mosc¨² reconoce que la matanza se produjo, pero jam¨¢s ha admitido que fuera un crimen de guerra y un genocidio, que nunca prescribe. Nunca ha rehabilitado a las v¨ªctimas y se niega a abrir los archivos. Para Rusia es muy dif¨ªcil abordar este tema porque supone hacer frente a su pasado y a los millones de v¨ªctimas que perecieron durante el estalinismo". De los 183 tomos de la investigaci¨®n rusa sobre Katyn, 116 son secreto de Estado.
"Katyn es un s¨ªmbolo tan poderoso, en parte, porque no se pudo poner en duda la versi¨®n oficial de la historia. Nunca se aclar¨®. En clase estaba prohibido explicar la tragedia, aunque algunos maestros lo hac¨ªan de forma clandestina", recuerda el soci¨®logo Krzysztof Pankowski, del centro CBOS en Varsovia. "Desde el punto de vista social, supuso la decapitaci¨®n de la crema y nata de la sociedad. La ¨¦lite que quedaba fue pr¨¢cticamente eliminada en el levantamiento de Varsovia contra el Ej¨¦rcito alem¨¢n en 1944; a partir de entonces, la sociedad se someti¨® al r¨¦gimen comunista", afirma. Hasta la llegada del movimiento Solidaridad, liderado por Lech Walesa en los ochenta, los ciudadanos no volvieron a rebelarse.
Setenta a?os despu¨¦s ha vuelto a ocurrir una tragedia en Katyn. El presidente de Polonia, Lech Kaczynski, y decenas de altos cargos pol¨ªticos y militares han muerto justo cuando viajaban a Smolensk, a pocos kil¨®metros de Katyn, para recordar los cr¨ªmenes de 1940. Pero la gesti¨®n de este siniestro por parte de las actuales autoridades rusas ha impresionado a Varsovia. El primer ministro en persona, Vlad¨ªmir Putin, ha supervisado la investigaci¨®n y la repatriaci¨®n de los cuerpos. Rusia declar¨® un d¨ªa de luto oficial, algo muy poco habitual, dos d¨ªas despu¨¦s de la tragedia. Incluso, la televisi¨®n estatal rusa emiti¨® el domingo 11 de abril por la noche, en horario de m¨¢xima audiencia, la pel¨ªcula Katyn, del director polaco Andrzej Wajda, que narra aquel exterminio. "Jam¨¢s imagin¨¦ que eso pudiera suceder", declar¨® a EL PA?S el cineasta, cuyo padre tambi¨¦n perdi¨® la vida en Katyn. "Emocionalmente al menos, Rusia est¨¢ dando algunos pasos para una nueva relaci¨®n", afirma el profesor Zelichowski.
Si la tragedia de Katyn de 1940 fue el comienzo de un t¨²nel negro en las relaciones de Polonia y Rusia, quiz¨¢ la tragedia de 2010, aunque incomparable con la primera, suponga el inicio de una etapa de esperanza.
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