Surrealismo
Presupones una notable inteligencia entre los presidentes del empresariado para las cuestiones prosaicas de este mundo, para multiplicar los panes y los peces pensando inevitablemente en el bien colectivo. Exigirles brillantez dial¨¦ctica y capacidad de convicci¨®n a los que saben tanto de n¨²meros, a los que tienen perturbado continuamente su sue?o por el cruel destino de los trabajadores a los que ya no pueden pagar la n¨®mina o han tenido que despedir, ser¨ªa excesivo. El discurso de Cuevas no se distingu¨ªa por la l¨ªrica ni por el magnetismo, pero debido a la gordura que pose¨ªan las vacas vivi¨® d¨ªas de vino y rosas con los complacidos sindicatos. Segurado parece estar convencido cada vez que aparece en la tele de que su verbo es florido, racional su pensamiento e incontestables sus argumentos para salir del naufragio.
Daba por supuesto que la autoridad moral de los hombres que representan al gran capital para ofrecer soluciones a los sufridos gobernantes y a los alborotados currantes esta basada en el ¨¦xito de sus propios negocios, pero la presidencia de D¨ªaz Ferr¨¢n confirma que no es preciso algo tan liviano como mantener a flote tus sabios negocios. Le preguntan por ello en su incolora e ins¨ªpida comparecencia en 59 segundos, pero su gris¨¢ceo poder de comunicaci¨®n reh¨²ye contestar sobre esas prescindibles intimidades, ya que ¨¦l ha venido al programa para debatir sobre la inaplazable reforma social. No s¨¦ qu¨¦ pensar¨¢n sobre cuesti¨®n tan trascendente la gente de sus empresas a las que su lucidez ha colocado en la puta calle. Por lo dem¨¢s, me resulta imposible recordar nada medianamente interesante que saliera de los ¨¢tonos labios del pr¨®cer de la econom¨ªa. S¨®lo he retenido su convencimiento de que existe una peligrosa y grotesca falacia que intenta etiquetar como los malos a los empresarios.
No entend¨ª nada de lo que contaba D¨ªaz Ferr¨¢n, pero creo haberle escuchado a Elena Salgado hacerle la advertencia a los bancos de que a partir de ahora pagar¨¢n sus errores y no habr¨¢ m¨¢s ayudas del Estado. ?Y por qu¨¦ no antes?, le pregunto al Esp¨ªritu Santo. Los banqueros le prometer¨¢n a la viceministra que nunca volver¨¢n a ser traviesos.
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