Cuando las injusticias no prescriben
"La memoria abre expedientes que el derecho considera archivados",
Walter Benjamin
El recurso a la memoria, proclamado con rabia en plena guerra mundial cuando a los vencidos no les quedaba otra arma de lucha contra la barbarie, se ha convertido en clave interpretativa de los conflictos m¨¢s agudos de nuestro tiempo, incluido el que afecta al juez Garz¨®n.
Baltasar Garz¨®n est¨¢ siendo procesado, acusado de prevaricaci¨®n, por intentar dar satisfacci¨®n a las v¨ªctimas del franquismo. El juez instructor, Luciano Varela, le echa en cara desconocer principios esenciales del Estado de derecho como "la irretroactividad de la ley y de leyes como la de amnist¨ªa". La actual querella contra el franquismo est¨¢ siendo abordada desde perspectivas muy diferentes: desde la t¨¦cnica jur¨ªdica y ah¨ª el problema es cu¨¢ndo una interpretaci¨®n de la ley deriva en prevaricaci¨®n; desde el costado pol¨ªtico y ah¨ª la iron¨ªa es que grupos falangistas lleven al banquillo al juez que quiso juzgar al franquismo; o tambi¨¦n desde la cultura que somete los planteamientos del derecho a las exigencias morales de la memoria. Estar¨ªamos entonces ante un conflicto entre la memoria y el olvido.
Sin memoria no hay justicia. El juez Garz¨®n est¨¢ del lado de la memoria, y el juez Varela, del olvido
Si hoy la memoria resulta, aqu¨ª y fuera de aqu¨ª, tan peligrosa es porque se ha ido cargando a lo largo del siglo XX, debido a las dos guerras mundiales, de una autoridad que escapa a los controles que durante siglos hab¨ªan impuesto el derecho, la pol¨ªtica y la ¨¦tica. Esa autoridad procede de unos contenidos nuevos que hoy reconocemos como propios de la memoria. En primer lugar, que no es un sentimiento sino un conocimiento. La memoria ve algo que escapa a la historia o a la ciencia. Lo que la memoria ha descubierto en los ¨²ltimos a?os es que las v¨ªctimas del colonialismo, de la esclavitud, de la conquista o de la guerra civil son significativas, tienen significaci¨®n. Claro que v¨ªctimas ha habido siempre, pero eran insignificantes o invisibles porque entend¨ªamos que eran el precio del bienestar presente o de la transici¨®n pol¨ªtica. Hab¨ªa que asumirlo como irremediable y lo que tocaba era pasar p¨¢gina. Eso se ha acabado. Ahora son visibles y si queremos romper una l¨®gica pol¨ªtica que camina sobre v¨ªctimas, hay que hacer justicia a las v¨ªctimas de la historia. No podemos plantearnos el futuro del Pa¨ªs Vasco al margen de la memoria de las v¨ªctimas y no podemos lograr la reconciliaci¨®n sin la memoria de la guerra y de la postguerra.
El segundo componente consiste precisamente en entender la memoria como justicia y al olvido como injusticia. Primo Levi cuenta que una joven le pregunt¨®, despu¨¦s de o¨ªr su testimonio, qu¨¦ podr¨ªan hacer ellos, los oyentes. Y Levi, que no daba una puntada sin hilo, respondi¨® con un escueto "los jueces sois vosotros". Extra?a respuesta porque ?qu¨¦ justicia puede impartir un oyente? Eso deber¨ªa ser cosa de los tribunales o de la historia. Pero Levi lo ten¨ªa muy claro. Sab¨ªa que sin memoria de la injusticia no hay justicia posible. Sin memoria la injusticia deja de ser, como si lo que en su momento fue crimen, robo o infamia, nunca hubiera tenido lugar. Nadie lo sabe mejor que el propio criminal, por eso se afana, una vez cometido el crimen, en borrar las huellas, es decir, en quitar importancia al crimen, interpret¨¢ndolo como inevitable dadas las circunstancias. Los supervivientes manten¨ªan viva esa memoria de la injusticia mientras viv¨ªan, pero, una vez idos, el testigo pasaba a las generaciones siguientes. Lo que Levi ped¨ªa a la generaci¨®n de la joven es que hiciera justicia bajo esa forma modesta, pero fundamental, que es la memoria de la injusticia. La forma m¨¢s perversa de olvido consiste en privar de significaci¨®n y de actualidad a la injusticia pasada.
El deber de memoria alcanza al derecho en el sentido de la frase del exordio: la memoria abre expedientes criminales que las leyes de punto final o de amnist¨ªa convinieron en dar por clausurados. Algunos de esos expedientes abiertos han sido muy sonados. Recordemos el Juicio de N¨¹remberg. Cay¨® de un plumazo el sacrosanto principio, mantenido durante milenios, de que hasta los cr¨ªmenes m¨¢s horrorosos prescrib¨ªan con el tiempo. Pues no, hay cr¨ªmenes, como los del franquismo, que no prescriben aunque se invoquen dos amnist¨ªas. Pero m¨¢s all¨¢ de las an¨¦cdotas, lo importante es se?alar que gracias a la moderna cultura de la memoria se ha creado una cultura moral que establece una relaci¨®n indisoluble entre justicia y memoria de la injusticia, de suerte que las figuras del olvido son c¨®mplices de la injusticia. Entre las variables que un juez, tambi¨¦n si es del Tribunal Supremo, tiene que tener en cuenta en la interpretaci¨®n de la ley, la atenci¨®n a las injusticias pasadas olvidadas es prioritaria porque es un deber moral. En el caso de que esa inspiraci¨®n moral no haya logrado a¨²n cambiar las leyes en ese sentido, debe condicionar la argumentaci¨®n jur¨ªdica siempre en favor de dar satisfacci¨®n a las v¨ªctimas que esperan se las haga justicia. En este caso el juez Garz¨®n est¨¢ del lado de la memoria y el juez Varela, del olvido.
Reyes Mate es profesor e investigador del CSIC, autor de La herencia del olvido, premio Nacional de Ensayo.
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