Guillermo Luca de Tena, un recuerdo

Guillermo era una persona con un aire discretamente atormentado, sin aspavientos, anhelante de otro mundo. Con una apariencia de vencido silencioso, la sonrisa apenas esbozada y como disuelta en un rictus de contenida amargura. Era como un ¨¢rbol muy alto sacudido por ocultos vientos. Le gustaba estar solo, pero ten¨ªa que estar acompa?ado y, parad¨®jicamente, incluso acompa?ado estaba solo.

Un hombre nost¨¢lgico, apasionado, inteligente, culto, con una impecable delicadeza de trato. Comprometido con la vida, con su tiempo y con sus amigos; defensor de las ideas que cre¨ªa justas, desinteresado, generoso y con una gran dignidad.

Guillermo sol¨ªa decir: cuando me muera no me gusta no saber lo que va a pasar. Me gustar¨ªa cada cierto tiempo levantarme de entre los muertos, acercarme a un quiosco y comprar varios peri¨®dicos y con ellos bajo el brazo, p¨¢lido, rozando las paredes, regresar¨ªa al cementerio y leer¨ªa los desastres del mundo antes de volverme a dormir, satisfecho en el silencio tranquilizador de la tumba.

La ausencia es dif¨ªcil de llevar. Es como una enorme bola de tristeza que se tiene de por vida en el fondo de la garganta y cuando se intenta abrir una puerta, entra fr¨ªo, mucho fr¨ªo. Lo ¨²nico positivo de la tristeza es que queremos a¨²n m¨¢s a las personas queridas. Nosotros, los que le quisimos, seguiremos viviendo un poco m¨¢s solos.