M¨¢s all¨¢ de Gutenberg
Estoy volviendo a casa despu¨¦s de un d¨ªa muy cansado en el que no he parado de contestar y contestar -con la misma respuesta siempre, respuesta perfectamente memorizada, dicha de forma muy mec¨¢nica- a preguntas de los periodistas sobre el futuro del libro impreso. Me lo tengo merecido por haber escrito una novela en la que comento el paso de Gutenberg a Google. A lo largo del d¨ªa, me he preguntado varias veces qu¨¦ habr¨ªa sido de Kafka si hubiera tenido que contestar en mil entrevistas por qu¨¦ cont¨® que Gregor Samsa se encontr¨® un d¨ªa en su cama convertido en un monstruoso bicho, con una espalda dura como un caparaz¨®n y un vientre abombado. Me imagino a Kafka escuchando mil veces la misma pregunta:
?Estoy en peligro? ?Lo est¨¢ m¨¢s el libro impreso? ?Tengo miedo de algo?
No es agradable saber que no sobrevivir¨¢ tampoco Google
Lo alarmante ser¨ªa que desapareciera el lenguaje, la narraci¨®n
Habr¨¢ ruptura por mucho que yo quiera creer y diga lo contrario
-?Es usted ese bicho?
-?C¨®mo dice, se?or?
Ha habido hoy un momento terrible en el que, sin duda a causa del cansancio, me ha parecido que en lugar de preguntarme por el futuro del libro impreso se interesaban por el futuro del bicho. Estaba ya en la ¨²ltima entrevista, por suerte.
-?Acaso ve usted al libro impreso como si fuera ya un vulgar bicho? -he preguntado alarmado.
Recuerdo que a partir de ese momento, contagiado por la apabullante insistencia de las preguntas en torno al mismo tema -que si Gutenberg y que si Google, y dale que dale y todo el rato as¨ª, yendo y viniendo de Google a Gutenberg y de Gutenberg a Google- he comenzado a ver realmente al libro impreso como si este s¨®lo fuera un vulgar escarabajo repugnante que acabar¨¢ interesando s¨®lo a acumuladores de papel viejo y sucio, es decir, a gente enferma y afectada por esa variante horrible del mal de Di¨®genes que es tener librer¨ªas.
Estoy felizmente ya volviendo a casa. Lo hago a pie y en estos momentos camino por una calle solitaria, mal iluminada. Si no fuera porque est¨¢ al lado de mi casa y la conozco mucho, pensar¨ªa que es una calle peligrosa. Camino ciertamente fatigado y pensando obsesivamente en eso que he contestado hoy a todos los que me han entrevistado: "No hay motivo para alarmarse con la irrupci¨®n del mundo digital en la literatura porque entre Gutenberg y Google no hay una ruptura sino una continuidad. Lo alarmante ser¨ªa que desapareciera el lenguaje, el pensamiento, la narraci¨®n".
Ha sido particularmente fatigante la perorata del ¨²ltimo entrevistador porque este se ha empe?ado en hacerme ver que no es nada cierto que no exista ruptura entre Gutenberg y Google. Basta con observar, me dec¨ªa, lo imposible que resulta citar de un libro digital la p¨¢gina en la que se encuentra una frase que nos ha conmovido. Se puede, me dec¨ªa, citar la p¨¢gina si el libro est¨¢ ya en un pdf que reproduzca la paginaci¨®n del volumen en papel, pero si por el contrario el texto se puede adaptar en tipo y tama?o de letra las p¨¢ginas dejan de existir y todo va de corrido, por lo que no se puede citar, salvo que se diga: para una pantalla de equis pulgadas y tipo de letra tal con tama?o de la fuente cual, pero eso ser¨ªa verdaderamente absurdo...
No s¨¦ qu¨¦ ha pasado, tal vez ha sido el momento en el que se han acumulado todos los momentos del d¨ªa en que me han preguntado por Gutenberg y Google, pero lo cierto es que estas palabras me han punzado con cierta brutalidad la mente y estoy llegando ahora a casa no s¨®lo fatigado, sino con mi cabeza claramente punzada por esas palabras del ¨²ltimo entrevistador, especialmente por una de ellas, por la palabra -no s¨¦ si llega a tal- pdf.
?Es pdf una palabra? ?Me estoy volviendo loco? Esa es tambi¨¦n otra buena pregunta. No s¨¦ ya si, cuando llegue a casa, podr¨¦ dormir. Todo me da vueltas, como si las punzadas provinieran de una peonza que fuera a ratos punz¨®n y en otras un monstruoso bicho y ese bicho fuera, adem¨¢s, el futuro del libro. Algo me dice aqu¨ª dentro -en la cabeza, reiteradamente punzada y pr¨®xima a estallar- que en realidad la producci¨®n y distribuci¨®n de libros poco a poco migrar¨¢ al ciberespacio y la pantalla reemplazar¨¢ a la palabra escrita sobre el papel y que habr¨¢ ruptura por mucho que yo quiera creer y diga lo contrario. Estoy deshecho. Estoy -con perd¨®n- muy pdf. Habr¨¢ ruptura, claro que s¨ª. Puede que esto sea lo que va a pasar. Pero lo peor es que a¨²n no he llegado a casa y ya s¨®lo veo escarabajos que parecen burdos actores c¨®micos en un gran drama muy serio. El drama es el m¨ªo. Y soy el escarabajo principal.
-?Por qu¨¦ dice usted que es un monstruoso bicho, con una espalda dura como un caparaz¨®n y un vientre abombado? -imagino que me pregunta un desconocido antes de doblar la esquina que est¨¢ ya al lado de mi casa.
?Estoy en peligro? ?Lo est¨¢ m¨¢s todav¨ªa el libro impreso? ?Tengo miedo de algo?
-?Cree que desaparecer¨¢n los libros impresos y vamos hacia un mundo completamente digital? -imagino que me pregunta el acompa?ante del desconocido.
Es como si fueran los dos ¨²ltimos entrevistadores del d¨ªa. La cabeza me da vueltas. Si al menos tuviera miedo. Pero el callej¨®n ahora me parece hasta iluminado y todo. ?Me habr¨¦ muerto por culpa del problema entre Gutenberg y Google? Cada vez el callej¨®n me parece m¨¢s v¨ªvido, como si hubiera ingresado en otro mundo. Luz del m¨¢s all¨¢.
-No contesto hoy a m¨¢s preguntas -digo-. Como dir¨ªa Shakespeare, Gutenberg es Gutenberg y Google es Google. ?Entendido? Y ahora perdonen ustedes, pero estoy pdf.
Doblo la esquina y dejo atr¨¢s a los entrevistadores y, al ir a entrar en casa, veo que en mis llaves est¨¢ escrito el futuro del libro. Es tan horrible lo que leo en mis propias llaves que no s¨¦ si silenciarlo. A partir de ahora, si alguien vuelve a preguntarme por el futuro del libro impreso, callar¨¦ piadosamente, como un muerto. No es agradable saber que no sobrevivir¨¢ tampoco Google y que m¨¢s all¨¢ de la era digital nos espera el terrible Eyjafjallaj?kull, el centro de Difuclyatd, all¨ª donde se oye el permanente e inconfundible glugl¨² de un desag¨¹e.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.