"Quiero la influencia, no el poder"
Han pasado ya m¨¢s de 42 a?os desde que Daniel Cohn-Bendit, entonces llamado Dany El Rojo (por el color de su ideolog¨ªa y el de su pelo), se encaraba a los polic¨ªas del general De Gaulle en el Barrio Latino de Par¨ªs de aquel querido Mayo del 68. No parece muy harto de que se lo recuerden, entrevista tras entrevista, aunque hace a?os publicara un libro titulado, precisamente, Forget 68 -Olvida el 68-. Da la impresi¨®n de que ha hecho las paces con su pasado. Ahora, con 65 a?os, este eurodiputado franco-alem¨¢n, que piensa y siente en los dos idiomas (aunque a la hora del f¨²tbol confiesa apoyar siempre a Francia), es uno de los l¨ªderes de la formaci¨®n ecol¨®gica Europa Ecolog¨ªa, parlamentario brillante en Bruselas y ensayista (acaba de publicar su ¨²ltimo libro en Espa?a Que faire? -RBA- subtitulado Peque?o tratado de imaginaci¨®n pol¨ªtica para uso de europeos. Se sienta y sonr¨ªe mientras espera las preguntas. La misma sonrisa cachonda y abierta que muestra en esas viejas fotos ante esos polic¨ªas con casco de bombero y porra de aquellos a?os.
"Los ecologistas espa?oles est¨¢n tan desunidos que la gente no les ve capaces de aportar soluciones"
"En los ¨²ltimos a?os hemos servido a un nuevo Dios, el mercado, que en teor¨ªa lo solucionaba todo"
"Yo soy partidario de una utop¨ªa realista, una utop¨ªa que tenga los pies sobre la tierra"
"Si un gobernante quiere prohibir el 'burka' deber¨ªa al mismo tiempo proponer el derecho de voto a los inmigrantes"
Pregunta. ?Se reconoce a¨²n en esas fotos?
Respuesta. Yo era guapo en el 68 (se r¨ªe). Y las fotos son bonitas. Me pasa como le debe pasar a Butrague?o si ve fotos de juventud. La diferencia es que ¨¦l ya no juega al f¨²tbol y yo contin¨²o en la pol¨ªtica.
P. ?Y se reconoce como pol¨ªtico?
R. Yo soy completamente diferente. Y el mundo tambi¨¦n ha cambiado, como del d¨ªa a la noche: las relaciones sociales, las relaciones de poder... Le voy a dar un ejemplo que siempre utilizo: en 1968 una mujer casada que quer¨ªa abrir una cuenta corriente en Francia deb¨ªa contar con una autorizaci¨®n escrita de su marido. Era otro mundo, y eso no quiere decir que ahora todo est¨¦ bien o que todo sea mejor.
P. En el libro que acaba de publicar en Espa?a usted asegura que permanece fiel a las ideas de su juventud, pero que a la vez es ahora un reformista radical. ?Qu¨¦ es eso?
R. Antes de nada: de m¨ª hay una imagen de revolucionario del 68 cuando yo, ya entonces, era considerado, dentro del movimiento, como el m¨¢s reformista. Mi objetivo nunca fue el de resaltar como el m¨¢s radical sino el conseguir que cada vez m¨¢s personas se unieran a nosotros. Y eso ha sido una constante en mi car¨¢cter pol¨ªtico.
P. Usted asegura que las revoluciones son o peligrosas o ineficaces.
R. S¨ª, pero la del 68 no fue una revoluci¨®n sino una revuelta, un movimiento antiautoritario. Cuando la revoluci¨®n gana, como la Revoluci¨®n rusa, la cubana de Fidel Castro o la Revoluci¨®n argelina, y se analizan los resultados, uno se da cuenta de que ¨¦stos son peligrosos: sociedades no democr¨¢ticas que han desembocado en sociedades autoritarias. Y si los revolucionarios son revolucionarios hasta el final y pierden, son impotentes. Yo defiendo fuerzas pol¨ªticas con una radicalidad reformadora.
P. Mantiene que los partidos pol¨ªticos est¨¢n acabados y habla de una cooperativa pol¨ªtica. ?Qu¨¦ quiere decir?
R. Los partidos pol¨ªticos son estructuras piramidales cuya vida se desarrolla, en su mayor parte, en el interior, esto es, fuera de la sociedad real, como en un circuito de f¨®rmula 1, muy bonito, pero que da vueltas sobre s¨ª mismo, sin llegar a ning¨²n lado. Lo que yo llamo cooperativa es una suerte de colmena: los cooperativistas salen para colonizar la sociedad. En la colmena, las abejas se organizan para fabricar la miel, pero no pueden hacerlo a menos que acudan a la sociedad a polinizarla. Es un desaf¨ªo.
P. ?Un poco ut¨®pico eso no?
R. S¨ª, pero la utop¨ªa debe servir de orientaci¨®n pol¨ªtica. La utop¨ªa se vuelve peligrosa cuando no tiene en cuenta a los ciudadanos reales. Pero una pol¨ªtica sin una idea ut¨®pica, sin la idea de que otro tipo de sociedad o de porvenir puede existir no sirve tampoco. As¨ª que yo soy partidario de una utop¨ªa realista, una utop¨ªa con los pies sobre la tierra. Una cooperativa pol¨ªtica que plante cara a problemas reales, porque s¨®lo as¨ª encontrar¨¢ su espacio. Una fuerza pol¨ªtica que no tenga empuje como para formular proyectos ambiciosos y discutirlos, y de contagiar con ellos a la sociedad, de polinizarla, no es sino una m¨¢quina para conseguir el poder.
P. Parece padecer alergia al poder. Dice que no ser¨¢ ministro, aunque se lo ofrezcan...
R. Ya hay mucha gente que quiere ser ministro o presidente de Gobierno. Mi papel en la pol¨ªtica, creo, es el de impulsar debates, el de tener ideas. Si me lo permite, el de poner la imaginaci¨®n al servicio de la pol¨ªtica. Tambi¨¦n, por qu¨¦ no decirlo, todo eso forma parte de mi naturaleza antiautoritaria. Me gusta la influencia, pero no el poder. Yo fui adjunto del alcalde de Francfort durante varios a?os. Eso ya ha sido suficiente. No podemos reducir la actividad pol¨ªtica a la lucha por el poder, sea como ministro o como concejal. Yo soy m¨¢s ¨²til en el papel que desempe?o ahora.
P. ?Por qu¨¦ la crisis es una oportunidad, como mantiene en el libro?
R. Una de las razones de la degradaci¨®n ecol¨®gica es el sistema econ¨®mico del "siempre m¨¢s y siempre m¨¢s r¨¢pido". Y ahora tenemos que ser capaces de encauzar el denominado desarrollo sostenible y de descubrir qu¨¦ tipo de producci¨®n podemos desarrollar que no sea destructora y que, a la postre, no d¨¦ m¨¢s problemas de los que resuelve. Hay que darle la vuelta a esta tendencia, la producci¨®n econ¨®mica debe de estar al servicio de cierto imaginario de la sociedad, y no al contrario.
P. ?C¨®mo?
R. El debate entre socialismo y capitalismo, entre econom¨ªa planificada y econom¨ªa de mercado, est¨¢ ya resuelto: la econom¨ªa socialista no ha funcionado. Pero en los ¨²ltimos a?os hemos servido a un nuevo Dios, el mercado, que en teor¨ªa lo solucionaba todo. Y ahora debemos inventar un sistema econ¨®mico que regule, que estructure, m¨¢s all¨¢ de esa l¨®gica del "siempre m¨¢s".
P. ?Y c¨®mo convencer a la gente para que no quiera "siempre m¨¢s"?
R. F¨ªjese en la crisis espa?ola, por ejemplo. Inmobiliarias, edificios, siempre m¨¢s, y ahora, una gran parte de la sociedad espa?ola se encuentra en la cuneta. Usted puede basar su econom¨ªa en la construcci¨®n de casas, y m¨¢s casas, y m¨¢s casas en las costas, pero Europa no puede absorber eso. Hay que responder al interrogante de qu¨¦ puede producir Espa?a, como las energ¨ªas renovables, en lo que ya han comenzado; qu¨¦ tipo de agricultura de calidad pueden cultivar, etc¨¦tera. Hay que plantearse lo que producimos y el c¨®mo.
P. ?El coche es un s¨ªmbolo de todo eso?
R. Hemos vivido un largo periodo de nuestra historia que yo denominar¨ªa "el mito loco del autom¨®vil", con carreteras, autopistas, m¨¢s carreteras, m¨¢s autopistas, con ciudades inundadas de coches... Hemos llegado a un lugar pr¨®ximo a la asfixia que demuestra que nuestra pol¨ªtica econ¨®mica e industrial ya no funciona. Y no vamos a solucionar los problemas del sector del autom¨®vil prometiendo a todo el mundo un coche, como pasa ahora mismo. En los pr¨®ximos 20 a?os se van a producir menos coches, ¨¦stos ser¨¢n diferentes, no van a existir todas las marcas con las que el consumidor cuenta hoy. As¨ª que no habr¨¢ los puestos de trabajo que hay ahora. En fin: lo que quiero decir es que hay que preguntarse qu¨¦ tipo de movilidad queremos tener, y aprovecharlo. Pongo un ejemplo: en muchas ciudades de Europa ya se ve c¨®mo el tranv¨ªa es el veh¨ªculo urbano del futuro. Ah¨ª hay un buen proyecto industrial verde con potencial y puestos de trabajo: hace falta gente que construya los tranv¨ªas, los ra¨ªles... Ese hipot¨¦tico proyecto europeo de tranv¨ªas generar¨ªa m¨¢s empleos que Airbus.
P. Para usted, pues, la ecolog¨ªa, en vez de un freno, es un motor econ¨®mico.
R. Claro. Ecolog¨ªa y econom¨ªa no se oponen. La ecolog¨ªa tiene un potencial de modernizaci¨®n econ¨®mica. Adem¨¢s, ya ha quedado demostrado que la econom¨ªa de mercado no funciona y la ecolog¨ªa es un factor de regulaci¨®n del mercado.
P. ?Qu¨¦ opina de la soluci¨®n europea al problema griego?
R. Pues que no ha habido soluci¨®n europea al problema griego. Resulta dram¨¢tico que, frente a la crisis, los pa¨ªses se replieguen en una suerte de soberanismo econ¨®mico. Alemania es un buen ejemplo. Frente a la crisis, a la hora de regular a los bancos, Europa ha tenido problemas. Cada vez que ha querido superar la fase nacional han surgido Estados frenando este impulso. El mayor error de los Estados en la crisis griega (aparte de la innegable responsabilidad griega, claro) ha sido no entender que, en momentos de crisis, la ¨²nica manera de remontar es la solidaridad europea.
P. Pero incluso los ciudadanos, cuando tienen un problema, miran a su pa¨ªs, no a Europa, como si de Europa s¨®lo llegaran problemas y no soluciones...
R. Ya. Pero de eso tienen mucha culpa los l¨ªderes pol¨ªticos. F¨ªjese en Angela Merkel. Lleva a cabo una pol¨ªtica centrada en su pa¨ªs porque teme perder las elecciones. Si planteamos los problemas as¨ª, no saldremos del agujero nunca.
P. En el libro alerta de una revuelta social posible. ?Todav¨ªa lo cree?
R. S¨ª. Los ciudadanos, tras la crisis financiera, econ¨®mica y ecol¨®gica, se encuentran completamente desbordados. Hay un sentimiento de injusticia e ilegalidad muy fuerte, entre otras cosas, porque los grandes responsables de la crisis, los bancos, son, por otra parte, los grandes beneficiaros de la reconstrucci¨®n. Y cuando el ciudadano ve una situaci¨®n insoportable e injusta, puede explotar.
P. La alta abstenci¨®n en las ¨²ltimas elecciones en Francia ser¨ªa un s¨ªntoma.
R. Claro, ser¨ªa un s¨ªntoma del desinter¨¦s de los ciudadanos que dan la espalda al bien com¨²n.
P. En algunos lugares de las afueras de Par¨ªs se lleg¨® a un 80% de abstenci¨®n.
R. Eso significa que a esos ciudadanos ya no les concierne la pol¨ªtica, que no se sienten implicados, que se instalan fuera de la democracia, que dicen "eso ya no es para nosotros", y eso es un fen¨®meno peligroso. En Francia existe la abstenci¨®n y el aumento del voto de la extrema derecha, ambos fen¨®menos demuestran la desafecci¨®n de la sociedad francesa.
P. ?Esperaba el buen resultado de los ecologistas en las elecciones europeas y regionales en Francia?
R. S¨ª, porque fuimos capaces de unirnos y de proponer a la sociedad soluciones concretas. El problema es mantenernos ahora, y eso no es f¨¢cil, porque siempre hay tendencias...
P. ?Por qu¨¦ en Espa?a no prende el ecologismo en pol¨ªtica?
R. El ecologismo guarda un potencial para la sociedad. Tambi¨¦n en Espa?a, claro. Pero los ecologistas espa?oles est¨¢n tan desunidos, tan atomizados, que la gente no los ve capaces de aportar soluciones.
P. ?Qu¨¦ piensa de la prohibici¨®n del burka?
R. Que es un falso debate. Y que, si, en fin, un gobernante quiere demostrar que el burka est¨¢ fuera de la ley, que no cabe en la Rep¨²blica, y quiere prohibirlo, deber¨ªa al mismo tiempo proponer el derecho de voto a los inmigrantes. Es una suerte de reequilibrio, de intentar no apartar de nuevo a la inmigraci¨®n, sino de integrarla. Es como el debate de hace meses de los minaretes en Suiza. Hacer un debate de eso es una aut¨¦ntica locura.
P. Para terminar, en el libro dice que estamos al borde de un nuevo mundo.
R. Mejor dicho: estamos en un momento del mundo en el que debemos cuestionarnos nuestro modo de vida.

Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
