Aprender a ayudar
Algunos pensadores afirman que el ser humano es b¨¢sicamente ego¨ªsta. "El hombre es un lobo para el hombre" (Homo h¨®mini lupus), escribi¨® Thomas Hobbes en el siglo XVII, y muchas personas contin¨²an creyendo que ante todo nos mueven el inter¨¦s personal y la defensa del propio territorio. Miramos a nuestro alrededor, leemos las noticias y, ciertamente, no faltan ejemplos de vivo ego¨ªsmo. Sin embargo, a pesar de no ser tan visibles o impactantes, existen tambi¨¦n infinidad de gestos que nacen de la voluntad de ayudar.
Un hombre cae en la acera e inmediatamente varias personas acuden para auxiliarle. Una joven escucha con atenci¨®n a una amiga que habla disgustada sobre un asunto que le preocupa. Alguien perdido en una gran ciudad encuentra a una persona que se ofrece amablemente para guiarle. Son escenas simples, cotidianas, en las que la ayuda surge como un impulso natural ante la necesidad de otro ser humano.
"Necesitar y ayudar son dos experiencias complementarias. Cuando alguien quiere estar en un solo lado, surge el problema"
Incluso en este momento en que se dice que las relaciones se han vuelto m¨¢s fr¨ªas e impersonales, en que la rentabilidad parece ser el valor prioritario, la ayuda desinteresada sigue estando presente. Una muestra de ello son las asociaciones, el movimiento del voluntariado o los grupos de ayuda mutua que proliferan cada vez m¨¢s.
Las personas que ofrecen su tiempo y su dedicaci¨®n a otras lo dicen claramente: ayudar les hace sentirse bien. Sin embargo, esto no significa que se trate de una tarea sencilla. Ante alguien con dificultades, a menudo surge la pregunta: ?c¨®mo puedo ayudar? Se duda acerca de si tener un papel m¨¢s o menos activo, si la generosidad puede resultar invasiva o qu¨¦ hacer para que los problemas de los dem¨¢s no afecten excesivamente. Tras el deseo genuino de querer hacer algo por alguien es preciso buscar la mejor forma de actuar.
?Altruistas o ego¨ªstas?
"Nadie es una isla, completo
en s¨ª mismo; todo hombre es un trozo del continente, una parte del todo" (John Donne)
El et¨®logo Konrad Lorenz ya se?alaba la importancia de la cooperaci¨®n en la supervivencia de las especies. No s¨®lo la lucha y la agresividad resultan cruciales para defenderse y evolucionar, sino tambi¨¦n formar parte de un grupo. El altruismo, por tanto, cumple una funci¨®n importante, al poner el inter¨¦s colectivo por delante del individual.
La ayuda es un fen¨®meno universal y, como vemos, no exclusivo del g¨¦nero humano. Pero s¨ª somos una de las especies que m¨¢s dependen del apoyo de los dem¨¢s. Nacemos indefensos y precisamos cuidados durante un largo periodo de tiempo. Incluso ya adultos, seguimos necesitando recibir afecto y atenci¨®n del entorno.
"Uno de los mayores padecimientos es no ser nada para nadie", dijo en una ocasi¨®n la madre Teresa de Calcuta. Y es que todas las personas tienen esta necesidad de pertenencia, de sentirse integradas en sus relaciones. Cuando esto falta nos volvemos m¨¢s vulnerables. Se sabe, por ejemplo, que la soledad y la inadaptaci¨®n aumentan la probabilidad de padecer ansiedad o depresi¨®n.
Sin embargo, no s¨®lo necesitamos ser ayudados. Tambi¨¦n es preciso ayudar a los dem¨¢s para fomentar nuestro desarrollo y madurez, y sobre todo la sensaci¨®n de capacidad.
Un encuentro mutuo
"La necesidad m¨¢s profunda del hombre es superar su separaci¨®n, abandonando la prisi¨®n de su soledad" (Erich Fromm)
La ayuda se genera b¨¢sicamente en un encuentro entre personas. Una se muestra m¨¢s necesitada, y otra, dispuesta a responder a esa necesidad. La relaci¨®n de ayuda es, por tanto, asim¨¦trica, pues no se produce en igualdad de condiciones.
Para empezar, quien necesita ayuda tiene que afrontar dos dificultades: por un lado, el problema que le acucia, y por otro, reconocer ante otra persona que se siente incapaz de resolverlo por s¨ª mismo. En este primer punto, ya sea por verg¨¹enza, por miedo a no ser comprendido o por no poner en entredicho la propia imagen, se puede bloquear el circuito que permite recibir apoyo. Si no existe la disposici¨®n a ser ayudado, poco se puede ayudar.
Resulta distinto recibir una petici¨®n de ayuda que ofrecerla. En el primer caso, la propia persona admite tener una necesidad, mientras que en el segundo es alguien externo quien cree detectarla.
Quien se ofrece para ayudar a menudo peca de querer detentar la verdad, pretendiendo saber exactamente qu¨¦ le conviene hacer a esa persona. Si el otro se niega o no desea seguir ese camino, puede surgir el enojo al creer que en el fondo no desea resolver su problema. Sin embargo, puede que esa persona tenga un modo distinto de encarar su situaci¨®n o simplemente que no sienta esa necesidad que el otro cree detectar.
La ayuda es ante todo un acto comunicativo. Implica el uso de la palabra, pero tambi¨¦n la expresi¨®n corporal, la mirada, los gestos, el contacto f¨ªsico? Al comunicarse se construye un puente entre dos personas que permite dar y recibir informaci¨®n, lo que puede tener un gran efecto terap¨¦utico.
Compartir cualquier dolor o problema a menudo aligera ya su peso. Sentirse respaldado ayuda a sobrellevar situaciones que de otro modo ser¨ªan doblemente dif¨ªciles. A trav¨¦s de la comunicaci¨®n tambi¨¦n es posible dar a otra persona nuevas perspectivas sobre su dificultad, consuelo y, sobre todo, comprensi¨®n.
La ayuda que no ayuda
"El m¨¢s cercano a la perfecci¨®n es quien, con penetrante mirada, se declara limitado" (Goethe)
Seg¨²n Carl R. Rogers, precursor de la terapia centrada en la persona, las condiciones esenciales al ayudar son la comprensi¨®n emp¨¢tica, la congruencia y una actitud de aceptaci¨®n hacia el otro. Sentirse escuchado, atendido, muchas veces es todo lo que la otra persona espera cuando comparte su pesar. Resulta parad¨®jico, pero la ayuda tambi¨¦n puede convertirse en un obst¨¢culo para la mejora y el cambio. No basta con la voluntad de ser ¨²til: es importante medir la manera en que se ofrece ayuda.
Acompa?ar continuamente a alguien que tiene miedo a estar solo puede facilitar que su temor se agrave. Proteger en exceso no permite que la persona se enfrente a sus propios retos, lo que merma su sensaci¨®n de capacidad. La ayuda implica ese riesgo: relegar a alguien necesitado a una condici¨®n de mayor necesidad.
Necesitar y ayudar son dos experiencias que se complementan. Y cuando alguien s¨®lo desea permanecer en uno de los dos lados surge un problema: ya sea porque espera que todo le venga dado, o porque quiere ayudar pero no ser ayudado, privando as¨ª a los dem¨¢s de la inmensa gratificaci¨®n de sentirse ¨²tiles.
Tras cualquier gesto altruista se esconden motivaciones personales que en la pr¨¢ctica suponen el motor que impulsa la ayuda. La ayuda sana es aquella que nos permite dar algo provechoso, pero tambi¨¦n salir fortalecidos de la experiencia. Cuando ayudar nos frustra, nos hace sentir mal o tenemos la sensaci¨®n de que ¨²nicamente perdemos, suele ser preciso poner un l¨ªmite a esa generosidad.
En un estudio se observaron las caracter¨ªsticas que favorec¨ªan el buen curso del duelo por el fallecimiento de un hijo. Los padres que al cabo de dos a?os padec¨ªan menos depresi¨®n y estr¨¦s eran aquellos que hab¨ªan canalizado su energ¨ªa en ayudar a otras personas, por ejemplo participando como voluntarios en grupos de duelo. Prestar un servicio a los dem¨¢s crea una corriente de confianza entre las personas, nos hace salir de nuestro ensimismamiento y permite aprender y enriquecerse a trav¨¦s de experiencias ajenas. Este tipo de ganancia es la que suelen buscar las personas que realizan una labor de ayuda.
Intercambio humano
"La obra humana m¨¢s bella es la de ser ¨²til al pr¨®jimo" (S¨®focles)
El escritor irland¨¦s Oliver Goldsmith dijo: "El mayor espect¨¢culo es un hombre luchando contra la adversidad, pero a¨²n hay otro m¨¢s grande: ver a otro hombre lanzarse en su ayuda". Puede que necesitemos m¨¢s que ninguna otra especie la ayuda de los dem¨¢s, pero tambi¨¦n somos quienes podemos conseguir m¨¢s utilizando esta capacidad natural.
La ayuda no s¨®lo resulta beneficiosa para ambas partes, sino que se puede considerar una necesidad social. Para reducir el sufrimiento y la soledad, pero tambi¨¦n para llevar a¨²n m¨¢s lejos nuestras posibilidades individuales, necesitamos tejer una red de intercambios basados en la ayuda. No es un descubrimiento nuevo: para progresar es preciso cooperar.
La ayuda eficaz
Para ayudar de la mejor manera posible es conveniente:
1. La escucha atenta y una disposici¨®n sincera y genuina de intentar comprender la realidad ajena.
1. Reconocer la necesidad real: no confundir lo que uno necesitar¨ªa si estuviera en el lugar del otro con lo que en realidad necesita la persona.
2. Calibrar la acci¨®n: antes de actuar o dar consejos conviene calibrar los resultados. Lo importante es que la otra persona se sienta m¨¢s capaz ante su problema, y no lo contrario.
4. Reconocer los bloqueos: el impulso de ser ¨²til puede frenarse por diversos motivos:
- Desconfianza ante la reacci¨®n del otro.
- Miedo a perder o a que nos tomen el pelo.
- Estar centrado en las propias necesidades, sin dejar lugar para las ajenas.
- Escasa fe en uno mismo y en que se puede aportar algo valioso.
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