La ¨²ltima moda viene de Londres
Lo ¨²ltimo es Nick Clegg. Es dif¨ªcil estar al d¨ªa. En esta pasarela se ha llevado ¨²ltimamente mucho de Merkel, todo de Obama, cada vez menos de Sarkozy y desde hace tiempo absolutamente nada de Zapatero. El impacto de Obama todav¨ªa sigue y perdurar¨¢. Pero en pocos d¨ªas acaba de irrumpir un personaje que ha fascinado a los brit¨¢nicos, sobre todo a los j¨®venes, y a todos cuantos siguen con atenci¨®n las campa?as electorales en todo el mundo. Su programa liberal-dem¨®crata est¨¢ a la izquierda de los laboristas en numerosas cuestiones: derechos humanos, pol¨ªtica exterior y de defensa e integraci¨®n europea. Pero tiene la virtud de que recorta la imagen de juventud y de cambio que quer¨ªa ofrecer el candidato conservador, David Cameron. Y lo m¨¢s interesante es que quiere cambiar un sistema electoral mayoritario que hist¨®ricamente est¨¢ en el ADN del parlamentarismo brit¨¢nico.
Nick Clegg roba la imagen de cambio y de juventud a los conservadores pero es el s¨ªntoma de la decadencia laborista
No se sabe todav¨ªa hasta d¨®nde llegar¨¢. Puede ser que al final, tras la jornada electoral del d¨ªa 6 de mayo, quede en poco y no consiga el parlamento colgado, sin mayor¨ªa de gobierno suficiente y con el obligado recurso a la tercera fuerza que poseer¨¢ la llave del Gobierno. Puede ser que las cosas lleguen a ser m¨¢s graves todav¨ªa: que el partido con m¨¢s esca?os quede desautorizado por un mal resultado en votos y porcentaje que le coloque detr¨¢s de los liberal-dem¨®cratas. De momento, lo que ha conseguido puede servir como inspiraci¨®n para nuestras elecciones, y concretamente, para las primeras que se atisban a la vuelta de la esquina, como son las catalanas, en las que estar¨¢ en juego el regreso de Converg¨¨ncia i Uni¨® al poder, despu¨¦s de siete a?os de oposici¨®n, o el mantenimiento de la presidencia socialista, presumiblemente bajo la ¨²nica f¨®rmula matem¨¢ticamente posible, como es el ahora denostado tripartito de izquierdas. Como los resultados del 6 de mayo pueden conducir precisamente a una coalici¨®n, uno de los temas de campa?a ser¨¢ el de la necesaria fortaleza del gobierno que deber¨¢ intentar sacar al pa¨ªs de la crisis; lo mismo que en Catalu?a, con la diferencia de que es la actual y no la futura coalici¨®n de gobierno la que se somete a juicio.
Respecto al laborismo, no se sabe muy bien todav¨ªa qu¨¦ va a significar Clegg, si ser¨¢ su N¨¦mesis o una moment¨¢nea tabla de salvaci¨®n. Lo primero se producir¨¢ si su remontada consigue relegar a los laboristas al tercer puesto en votos y los manda a la oposici¨®n. Lo segundo si su avance le permite a un debilitado Gordon Brown proseguir como primer ministro aun a costa de numerosas concesiones a los liberal-dem¨®cratas, en una nueva pr¨®rroga ag¨®nica despu¨¦s de 13 a?os con el Labour en el n¨²mero 10 de Downing Street. En cualquiera de los casos, s¨®lo cabr¨¢ una lectura de la derrota de Brown: un nuevo y significativo pelda?o hacia las profundidades por parte de la izquierda socialdem¨®crata europea, expulsada del poder en Francia, Italia y Alemania, y en situaci¨®n de extremada debilidad en Espa?a. La ascensi¨®n de Clegg se?ala, as¨ª, un horizonte europeo sin izquierda reformista, sustituida por nuevos partidos populistas, que se organizan en torno al rechazo de la inmigraci¨®n, del islam, de los impuestos o incluso del propio Estado.
Pero quien toca la vena populista en boga en Reino Unido no es Clegg, sino el conservador David Cameron, con su trinidad demag¨®gica y exitosa contra la Uni¨®n Europea, la inmigraci¨®n y los impuestos. Los lib dem tienen el m¨¦rito indudable de encauzar la pulsi¨®n antipol¨ªtica y, sobre todo, la desafecci¨®n de los j¨®venes hacia los grandes partidos para renovar y revitalizar la democracia brit¨¢nica en vez de carg¨¢rsela. Nada de esto se atisba ahora mismo en Catalu?a. Todos los candidatos representan perfectamente al sistema y sus peculiaridades catalanas, a excepci¨®n de quienes ni siquiera tienen posibilidades de sacar un esca?o. Traer a Clegg a colaci¨®n ser¨¢ m¨¢s dif¨ªcil, aunque a los dos partidos m¨¢s polarizados de la ¨²ltima d¨¦cada, como son el PP catal¨¢n y Esquerra Republicana, f¨¢cilmente se les ocurrir¨¢ sacar lecciones de quien ha sabido recoger el malestar con el turno de partidos brit¨¢nicos y con las corrupciones y corruptelas de los parlamentarios, adem¨¢s de las secuelas del blairismo. Es evidente que todos ellos est¨¢n objetivamente desautorizados para tener el papel de un partido antiestablishment. Nada hay en ellos de ruptura con los dogmas pol¨ªticos como la que anuncia Clegg, respecto a las relaciones con Estados Unidos, las inversiones en defensa, la inmigraci¨®n o la integraci¨®n europea. Pero el ¨²ltimo que debe confiarse es el candidato de CiU, Artur Mas, que har¨¢ bien en fijarse m¨¢s en lo que David Cameron est¨¢ haciendo mal que en lo que Clegg est¨¢ haciendo bien.
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