La probeta de Frankenstein
A mitad de la semana pasada los analistas sufr¨ªan una especie de ducha escocesa: mientras el Fondo Monetario Internacional (FMI) pronosticaba para el conjunto del mundo una especie de poscrisis, con tasas de crecimiento superiores a las previstas hace unos meses, Grecia sufr¨ªa un jueves negro en la financiaci¨®n de su deuda soberana, arrastraba a otras econom¨ªas de la Uni¨®n Europea (UE) y pon¨ªa en cuesti¨®n los mecanismos de funcionamiento de la eurozona.
Por cercan¨ªa nos interesa m¨¢s lo ¨²ltimo que la mejora de la coyuntura en EE UU o Asia. Para el futuro inmediato del euro es central lo que ocurra en Grecia y la capacidad de contagio sobre el resto. La secuencia fue la siguiente: la oficina de estad¨ªsticas de la UE advirti¨®, por tercera vez, que el d¨¦ficit p¨²blico de Grecia (13,6%) es superior al conocido y se reservaba una cuarta revisi¨®n en espera de m¨¢s informaci¨®n; inmediatamente reaccionaron los mercados y el precio de colocar la deuda p¨²blica helena super¨® los dos d¨ªgitos, con lo que todos los sacrificios puestos en marcha por su Gobierno para ajustar la econom¨ªa habr¨¢n de dedicarse al pago de la deuda a los bancos, lo que tiene dif¨ªcil justificaci¨®n ciudadana. El tercer paso fue que el primer ministro, Yorgos Papandreu, pidi¨® p¨²blicamente la activaci¨®n del mecanismo de ayuda decidido por los jefes de Estado y de Gobierno del Eurogrupo a finales de marzo, consistente en un paquete de cr¨¦ditos por valor de 45.000 millones de euros.
La eurozona no dispone de mecanismos para abordar una crisis de la deuda en su interior
?Alguien cree que si Grecia regresa al dracma pagar¨ªa mejor sus cr¨¦ditos a los bancos?
Con ser importante esto, m¨¢s lo fue el siguiente escal¨®n de la secuencia: el contagio, en distintos grados, a otros pa¨ªses como Portugal, Irlanda, Italia, Espa?a, Hungr¨ªa, Bulgaria, etc¨¦tera, que vieron crecer, casi autom¨¢ticamente, el precio que han de pagar por sus emisiones de deuda soberana. Todos ellos con fuertes desequilibrios de sus cuentas p¨²blicas. No s¨®lo aument¨® el riesgo-pa¨ªs, sino que se incrementaron los seguros de impago de la deuda, conocidos como CDS (credit default swaps).
Activar el mecanismo de ayudas a Grecia plantea un problema psicol¨®gico y otro real, ambos vinculados. El primero significa que las llamadas te¨®ricas de apoyo por parte de la UE no han sido cre¨ªdas por los mercados y han de hacerse efectivas; el segundo, es la lentitud de la respuesta: el pa¨ªs heleno necesita alrededor de 10.000 millones de euros durante el mes de mayo para hacer frente a sus obligaciones m¨¢s urgentes, pero el plan de rescate no est¨¢ definido m¨¢s que gen¨¦ricamente. Una parte del dinero tiene que ser activado mediante cr¨¦ditos bilaterales con los pa¨ªses de la zona euro, pero Alemania, que los debe liderar, no est¨¢ convencida de ello y su instrumentaci¨®n ha de ser aprobada por el Parlamento en medio de unas importantes elecciones en el Estado de Renania Westfalia, lo que puede retrasarla. Por acuerdo de la UE se necesita la unanimidad de los pa¨ªses para activar el rescate.
La posibilidad de que Grecia suspenda sus pagos no es una abstracci¨®n. No ser¨ªa la primera vez: en los ¨²ltimos dos siglos las naciones han dejado de pagar sus deudas en alrededor de un centenar de ocasiones. La diferencia es que ahora no ocurrir¨ªa en la lejana Argentina o en M¨¦xico, o en la diminuta Islandia, sino en la periferia de la eurozona. Grecia puede intentar reestructurar su deuda (transformar la de corto y medio plazo en deuda a largo plazo, lograr una quita, buscar un canje, o simplemente dejar de pagarla). Las declaraciones m¨¢s demag¨®gicas -que proceden de Alemania- para que abandone la disciplina del euro y vuelva al dracma, no har¨ªan m¨¢s que complicar el panorama. ?Alguien cree que con el dracma Grecia pagar¨ªa mejor a la banca privada lo que le debe?
Adem¨¢s, el efecto contagio sugiere la cuesti¨®n mayor: la UE no dispone de mecanismos para abordar una crisis de la deuda p¨²blica en la eurozona. Las respuestas dadas a la deuda privada bancaria han sido nacionales, pero las soluciones a la deuda p¨²blica, denominada en euros, no pueden ser m¨¢s que colectivas. Y no hay respuesta. Hasta ahora no ha habido voluntad pol¨ªtica en el nivel de compromiso del n¨²cleo duro de la UE ante los problemas de su periferia. Y estos han llegado sin que el laboratorio del doctor Frankenstein devenga en el gobierno econ¨®mico de la eurozona.
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