Circunstancia
Nunca agradecer¨¦ lo suficiente a mi amigo el escritor Ignacio Mart¨ªnez de Pis¨®n, preceptor infalible en el g¨¦nero corto que tan bien domina, que me hiciera leer hace a?os el relato de Jos¨¦ Emilio Pacheco Las batallas del desierto. Me sirvi¨® de puerta de entrada al universo de este escritor mexicano, agudo, sensible y antipomposo. Por eso he asistido regocijado a sus actos de recogida del Premio Cervantes pese a que televisivamente son una birria. No hay atm¨®sfera, est¨¢n rodados con frialdad de hospital y el resultado es un clip olvidable, lleno de autoridades bostezantes y de decoraci¨®n putrefacta.
Por suerte, lo que para otros es circunstancia feliz donde lucir grandilocuencia, falsa humildad y rencores larvados, en Pacheco es incomodidad y destreza para escapar del papel¨®n. Entre las humillaciones que conlleva un premio, actuaci¨®n de la tuna incluida, quiz¨¢ la de la turbulencia medi¨¢tica es la m¨¢s boba de todas.
Hay que contestar preguntas absolutas, desde la absurda duda de si te hace ilusi¨®n recibir el premio, hasta el obtuso interrogante de si te lo esperabas, hasta la tremenda curiosidad sobre en qu¨¦ vas a gastar el dinero concedido. Pacheco acert¨® a decir que confiaba en que la ceniza del volc¨¢n island¨¦s le hubiera librado de tener que acudir a Alcal¨¢ de Henares, reconoci¨® que el dinero le llegaba tarde y que probablemente ahora lo destinar¨ªa a pagar facturas de hospitales. Adscribi¨® a los escritores a una orden mendicante, quijotesca, donde la circunstancia les acerca m¨¢s a la soledad y el olvido que al galard¨®n y la relevancia. Todo eso tras ca¨¦rsele los pantalones del frac y que la escenograf¨ªa carca disolviera la potencia de la palabra entre tapices y luz de museo provincial.
La generaci¨®n de Pacheco o Monsiv¨¢is, las pel¨ªculas mexicanas de Bu?uel, las conversaciones perdidas con Julio Alejandro y otros t¨²neles secretos con aquel pa¨ªs maravilloso, provocan cierta melancol¨ªa al fantasear con lo que habr¨ªa podido ser Espa?a de no ser interrumpida por una Guerra Civil al final de los a?os treinta y el exilio masivo de gente con talento. La voz de Pacheco, pese a im¨¢genes sin fuerza, nos ense?a que la inteligencia no est¨¢ re?ida con el humor y la delicadeza, sino que es el fruto maduro de ambas.
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