Diagn¨®stico de las violencias
S¨®lo es justa la violencia racionalizada que monopoliza la fuerza leg¨ªtima del poder pol¨ªtico democr¨¢tico que es adem¨¢s proporcionada y moderada. Las dem¨¢s violencias, incluido el monopolio de la fuerza en otras formas de poder pol¨ªtico no democr¨¢tico no son leg¨ªtimas. Son rechazables, denunciables y condenables. Desde la opini¨®n p¨²blica, desde los medios de comunicaci¨®n, desde las instancias internacionales y desde los poderes democr¨¢ticos hay que estar alerta, publicar las denuncias de las violencias y combatirlas sin descanso. Las fuentes intelectuales, y los motores de todas esas formas de violencia se impulsan desde el fanatismo, el realismo y el fatalismo. Son la expresi¨®n de mentalidades cerradas, de sociedades herm¨¦ticas que s¨®lo creen en su verdad y se consideran poseedoras de la ¨²nica respuesta correcta. Generan conflicto y violencia, desde una perspectiva excesiva y patol¨®gica de una concepci¨®n del bien o de una filosof¨ªa comprensiva. Desde la concepci¨®n del bien, y el mejor ejemplo es la Iglesia cat¨®lica institucional en pa¨ªses como Espa?a, se trata de convertir a la ¨¦tica de sus creyentes en la ¨¦tica p¨²blica y com¨²n de todos los ciudadanos. Cuando se trata de una filosof¨ªa comprensiva incompatible como el fascismo o el comunismo es pretender convertir a sus ideas en ¨²nicas y exclusivas de todos los ciudadanos como militantes de sus excesos, identificando militantes y creyentes e impidiendo la libertad de conciencia.
La Transici¨®n, para ser posible, no repar¨® la injusticia sufrida por los vencidos
Es incomprensible que un magistrado del Supremo legitime a grupos extremistas contra el juez Garz¨®n
Desde este punto de vista es incomprensible y fuera de toda raz¨®n que un magistrado del Tribunal Supremo legitime a gente de ese cariz para impulsar una acusaci¨®n contra un juez, criticable como todos, pero que ha hecho servicios impagables de justicia al pa¨ªs. Esa tendencia a la benevolencia frente a esos sectores intransigentes y de imposible pedigree democr¨¢tico escandaliza y llama la atenci¨®n. Que jueces se pongan del lado de los infractores, de los delincuentes, y de las ideolog¨ªas violentas y cuyos antecesores produjeron da?os y cr¨ªmenes durante la guerra y durante "la paz" posterior y persigan a quienes les combaten, e incluso les aconsejan para que mejore la calidad de su acusaci¨®n francamente llama poderosamente la atenci¨®n y genera sentimientos de estupor, de desprecio y de rechazo. No parece que la filosof¨ªa del odio y del enemigo sustancial pueda ser gu¨ªa para impartir justicia. Es m¨¢s bien expresi¨®n de sentimientos reprobables e inconfesables. Es tambi¨¦n un brote de violencia, aunque se encubra con f¨®rmulas de justicia.
Entre las violencias existe una pluralidad multiforme y omnipresente que abarca niveles individuales, familiares, entre grupos sociales, en las relaciones entre ideolog¨ªas pol¨ªticas y entre Estados, con la peor de todas que es la guerra. Puede ser violencia bru-tal, violencia insidiosa, oculta, racionalizada, planificada, consentida y justificada. Tambi¨¦n puede consistir en un no hacer, en una pasividad culpable de silencio, de contemplar indulgentemente violencia de corrupci¨®n y de da?os sociales irreparables.
A veces esos tibios como Rajoy hacen m¨¢s da?o que los autores materiales de violencias directas. La violencia brutal es la del terrorismo, la de la tortura, la de la guerra y la que se ejerce frente a seres m¨¢s d¨¦biles como mujeres, ni?os y ancianos.
Entre los hechos m¨¢s odiosos est¨¢n el holocausto de millares de jud¨ªos que no podemos olvidar como dec¨ªa Paul ?luard: "Si l'echo de leur voix faiblit nous perirons" (si el eco de su voz se debilita pereceremos). Todos olvidamos, incluidos los que sufrieron en su raza aquel crimen. Es un sarcasmo que ahora utilicen tambi¨¦n la violencia brutal contra otro pueblo indefenso. Es verdad que su crimen, no justifica tampoco la respuesta criminal de algunas minor¨ªas palestinas. Quiz¨¢s sea una maldad y una ra¨ªz de violencia que est¨¢ en nuestra propia condici¨®n.
En Espa?a tenemos nuestro holocausto propio que fue la Guerra Civil originada por un levantamiento militar que encabez¨® Franco contra el Gobierno constitucional de la Rep¨²blica. Fue un compendio de crueldad, de injusticia, de mezquindad, con comportamientos heroicos, altruistas y de grandeza.
Los ganadores vieron compensado su sufrimiento y quienes les da?aron criminalmente fueron castigados. Los perdedores no fueron compensados por las injusticias sufridas y recibieron represi¨®n y muerte acabada la guerra. Muchos fueron condenados por un delito, auxilio a la rebeli¨®n, que se aplic¨® con efectos retroactivos, burl¨¢ndose de todos los principios penales civilizados y la transici¨®n para ser posible no repar¨® esa injusticia.
No se comprende que la derecha no acepte la recuperaci¨®n de la memoria hist¨®rica que s¨®lo quiere paliar aquella brutal represi¨®n devolviendo la inocencia y la dignidad a aquellas personas. Cuando acab¨® la guerra no empez¨® la paz, sino que continu¨® el intento de destruir a las ideolog¨ªas perdedoras, acabando con sus portadores.
La prescripci¨®n y la muerte de los responsables reduce la justicia y, deber¨¢, sobre todo enterrar dignamente a los miles de muertos que a¨²n yacen en las cunetas y en los campos y declarar la nulidad de aquellos juicios sumar¨ªsimos con leyes penales aplicadas retroactivamente y de las dem¨¢s ejecuciones sin juicio.
La violencia insidiosa y oculta es la que padecen los pobres, los analfabetos, los extranjeros y los dem¨¢s oprimidos. Es tambi¨¦n la violencia de la mentira institucionalizada en algunos medios, esas t¨¦cnicas de envilecimiento de que hablaba Gabriel Marcel.
No podemos tampoco olvidar la violencia de la clasificaci¨®n de las personas y la personificaci¨®n de las cosas, ni la idea de la persona como un lugar para el consumo expresi¨®n de la alineaci¨®n opulenta que Marx no pudo prever. Es la situaci¨®n de la persona que se convierte en propiedad de sus propiedades y pierde toda su humanidad.
Hay que rechazar tambi¨¦n la violencia intelectual, la guerra de los sistemas, las interpretaciones excluyentes, la arrogancia de los poderosos y la agresi¨®n de los dogmatismos golpeando con sus verdades aplastantes. La violencia colectiva, propia de sociedades cerradas y excluyentes se utiliza y aplica para crear y fijar la conciencia y la identidad del grupo en defensa de su identidad racial, nacional o religiosa. Pretende destruir al enemigo, con el que no cabe ning¨²n acuerdo. Ejemplos son el genocidio, la persecuci¨®n de los heterodoxos, el exilio, la deportaci¨®n o los campos de exterminio.
Frente a esas miles de realidades, la democracia ofrece el consentimiento como origen del poder, la separaci¨®n de poderes, el gobierno de las leyes, el respeto a las mayor¨ªas y a las minor¨ªas y el sufragio universal, el reconocimiento de los derechos y una educaci¨®n para la ciudadan¨ªa que integra el respeto y la tolerancia como formas de convivencia en paz y libertad.
S¨®lo caben esas recetas para combatir las violencias a trav¨¦s del Derecho. Hay que seguir la l¨ªnea recta y no caben atajos en esas tareas.
Gregorio Peces-Barba Mart¨ªnez es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa del Derecho de la Universidad Carlos III de Madrid.
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