La defenestraci¨®n del director de 'Abc'
Cr¨®nica de la ca¨ªda de un periodista promovida por parte de la derecha pol¨ªtica y medi¨¢tica. Jos¨¦ Antonio Zarzalejos lo cuenta en un libro que entra tambi¨¦n en los errores en la conducci¨®n de la radio episcopal o la vinculaci¨®n de prensa y pol¨ªtica. Anticipamos un extracto
Mi destituci¨®n la conoc¨ªa previamente, con todo lujo de detalles, Esperanza Aguirre, que hab¨ªa acumulado contra m¨ª un arsenal de agravios. Isabel Gallego, responsable de la relaci¨®n con los medios de comunicaci¨®n de la Comunidad de Madrid, llam¨® a la redacci¨®n de Abc para comunicar a uno de sus responsables -el jefe de ¨¢rea, que cruz¨® conmigo una mirada de advertencia que no supe interpretar- mi inmediato cese y el nombramiento de ?ngel Exp¨®sito. La llamada telef¨®nica de Gallego -redactora en excedencia de Abc, que trabaj¨® a mis ¨®rdenes un tiempo- se produjo a las 16.40, esto es, 25 minutos antes de que yo mismo conociera mi expulsi¨®n. La colaboradora de Aguirre y, especialmente, del vicepresidente auton¨®mico, Ignacio Gonz¨¢lez, adem¨¢s de congratularse por el episodio mostraba un conocimiento exacto de c¨®mo transcurrir¨ªan los hechos. Porque mi destituci¨®n formaba parte de un pacto con la presidenta de la comunidad aut¨®noma.
Esperanza Aguirre no se paraba en barras. "Comenz¨® a exigir mi destituci¨®n meses antes de que se produjera"
De repente, los jefes de 'Abc' se encontraron sentados con los que se hab¨ªan portado como sus peores enemigos
La presidenta madrile?a pretend¨ªa que 'Abc', 'El Mundo' y la Cope le acompa?asen en el asalto al poder en G¨¦nova
El control del peri¨®dico centenario ya no est¨¢ vinculado a los Luca de Tena ni al de las otras familias propietarias
Mi distanciamiento de Esperanza Aguirre tuvo que ver con mi cercan¨ªa a Alberto Ruiz-Gallard¨®n -que a ella le resultaba insoportable-, con mi repelencia hacia los comportamientos de algunos de sus m¨¢s estrechos colaboradores, con mi negativa rotunda a entrar en la coral que admiraba las pol¨ªticas rotundas y tantas veces toscas y desafiantes de la presidenta de la Comunidad de Madrid y con su complicidad con Federico Jim¨¦nez Losantos y Pedro J. Ram¨ªrez. Ella pretend¨ªa -as¨ª lo confes¨®- que su magn¨ªfica e interesada relaci¨®n con aqu¨¦llos fuera compatible con otra similar con Abc. Y si no lo logr¨® por las buenas, tampoco lo consigui¨® por las malas, aunque yo hice todos los intentos para mantener una relaci¨®n cordial con ella. Aguirre, adem¨¢s, nunca entendi¨® que la relaci¨®n de Ruiz-Gallard¨®n con Abc ten¨ªa ra¨ªces muy profundas. Ven¨ªa de la estrecha amistad entre su padre, Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz-Gallard¨®n -gran abogado y mejor articulista y editorialista del peri¨®dico- y Guillermo Luca de Tena. Ambos fueron compa?eros de fatigas, de ¨¦xitos y de fracasos. El alcalde de Madrid se dirige al presidente de honor de Abc llam¨¢ndole "t¨ªo Guillermo" y para ¨¦l, Catalina (Luca de Tena) y Soledad (Luca de Tena) son referencias de una infancia y una juventud comunes.
Esperanza Aguirre sab¨ªa, en cambio -y lo sab¨ªan Jos¨¦ Manuel Vargas, Diego del Alc¨¢zar y Emilio Ybarra , aunque ¨¦ste deseaba mi destituci¨®n por motivos diferentes-, que en ning¨²n caso Abc, bajo mi direcci¨®n, favorecer¨ªa su liderazgo en el PP si Mariano Rajoy fracasaba, como as¨ª sucedi¨®, en las elecciones generales de marzo de 2008; y ten¨ªa informaci¨®n de que hab¨ªa puesto en marcha una investigaci¨®n bien encaminada -como se ha podido comprobar luego con el llamado caso Correa- que comenzaba a dar frutos y que afectaba a su entorno. La presidenta, adem¨¢s, hab¨ªa perdido los nervios en conversaciones que le retrataban poco amablemente y cuyo pormenor prefiero evitar porque resulta excesivamente pedestre. Ella recordar¨¢ las cartas que cruzamos en mayo de 2007, inmediatamente despu¨¦s de las elecciones municipales.
El car¨¢cter interventor e impositivo de Aguirre hab¨ªa ido a m¨¢s en los ¨²ltimos a?os. Resultaban excesivas su locuacidad desinhibida -que fue capaz de trasladar a un libro, La Presidenta-, su desmedida ambici¨®n pol¨ªtica y su suficiencia al perseguir sus objetivos de dominaci¨®n de los medios de comunicaci¨®n. Aguirre no se paraba en barras -el episodio del 11 de octubre de 2007 con el Rey a prop¨®sito de Federico Jim¨¦nez Losantos la define- y comenz¨® a exigir mi destituci¨®n meses antes de que se produjera. Lo hac¨ªa, incluso, a trav¨¦s de los para ella imprescindibles mensajes telef¨®nicos, con expresiones a veces impropias. Lo cierto es que a la presidenta se le abrieron los cielos cuando el 15 de enero (de 2008) Mariano Rajoy se neg¨® a incorporar a Alberto Ruiz-Gallard¨®n a la lista electoral al Congreso de los Diputados por la circunscripci¨®n de Madrid. Esa misma noche fui consciente de que mi fragilidad en la direcci¨®n de Abc era mayor que apenas unas horas antes. El apoyo que Abc y yo prestamos al alcalde de Madrid -el ¨²nico solidario con el peri¨®dico y con mi persona- no respond¨ªa a arbitrariedades o subjetivismos, sino a la convicci¨®n de que Ruiz-Gallard¨®n era y es un pol¨ªtico con capacidad, en combinaci¨®n con otros, Mariano Rajoy entre ellos, de coadyuvar decisivamente a una victoria electoral sobre el PSOE. Aguirre tiene muchos m¨¦ritos contra¨ªdos, pero su perfil, su discurso y su posicionamiento, le guste o no, la recluyen en las lindes -muy grandes pero no nacionales- de la Comunidad de Madrid.
Vargas y Aguirre se hab¨ªan librado de m¨ª del modo expeditivo que pretend¨ªan, justo a un mes de las elecciones generales en las que -de fracasar Rajoy, como sucedi¨®- la presidenta dar¨ªa la batalla por el liderazgo. Necesitaba que en el frente medi¨¢tico que le acompa?ase en el asalto al poder en G¨¦nova no faltase el diario Abc, con El Mundo y la Cope, ambos entusiasmados con la sola idea de ver despe?arse a Rajoy y, de paso, a Alberto Ruiz-Gallard¨®n. De nuevo el centenario peri¨®dico era imprescindible en una gran operaci¨®n pol¨ªtica de la derecha -en este caso, la m¨¢s dura en el seno del PP-. Aunque la maniobra le sali¨® mal a Aguirre, a punto estuvo de prosperar, pero bajo el liderazgo medi¨¢tico de El Mundo y la Cope, porque tampoco desde el nuevo Abc se demostraron demasiadas agallas en la defensa de la que con tanta generosidad promocional trat¨® al diario nada m¨¢s salir el que esto escribe de su direcci¨®n.
Ah¨ª calcul¨® mal la lideresa, que luego ha concatenado un rosario de errores. Desde el Congreso de Valencia hasta el caso G¨¹rtel, pasando por nuevos desaf¨ªos al presidente del PP y a su ejecutiva nacional, como, por ejemplo, el que le llev¨® a la derrota de su candidato para la presidencia de Caja Madrid, el todopoderoso Ignacio Gonz¨¢lez, o, en fin, el cuestionamiento de su consejero de Interior y Justicia, (Francisco Granados) preocupado, al parecer en exceso, por contravigilar a compa?eros de partido, errores de los que se le deduce un mal pron¨®stico, m¨¢s a¨²n cuando ya no suena ni tan fuerte ni tan alta la voz de Federico Jim¨¦nez Losantos y El Mundo de Pedro J. Ram¨ªrez ha de atender a las exigencias de una crisis que no permite ya las licencias editoriales de otras ¨¦pocas.
No s¨¦ cu¨¢ndo Esperanza Aguirre desarroll¨® esas potencialidades pol¨ªticas un tanto depredadoras, pero s¨ª alcanc¨¦ a percibir que fue una vez antes del llamado tamayazo de la primavera de 2003 -cuando dos tr¨¢nsfugas socialistas, Tamayo y S¨¢ez, arrebataron a Rafael Simancas la presidencia de la Comunidad-, y otra despu¨¦s de ese episodio, todav¨ªa sin esclarecer. Fue entonces cuando tambi¨¦n destap¨® una especie de fobia insuperable hacia Ruiz-Gallard¨®n, al que lancea verbalmente sin recato, ampar¨¢ndose en que "yo soy muy espont¨¢nea, muy sincera". A m¨ª me pareci¨® que su deriva desdibujaba sus verdaderas virtudes y aptitudes, y juzgu¨¦ su forma implacable de tratar a las personas -antes amigas o siempre enemigas- como una muestra de una cierta inferioridad intelectual que ella ha suplido con un entorno inmediato que cuida con especial esmero esa endeblez que tantos disgustos le procur¨® cuando fue ministra de Cultura en el primer Gobierno de Aznar.
Pero el plan de Vargas no se agotaba en mi destituci¨®n y en el nombramiento de ?ngel Exp¨®sito. Su audacia le permit¨ªa llegar m¨¢s lejos. Y fue tan lejos como pudo. Durante finales del mes de enero y en los primeros d¨ªas de febrero no s¨®lo urdi¨® mi destituci¨®n, sino que tambi¨¦n ide¨® un procedimiento muy poco ortodoxo para infligir a La Raz¨®n lo que ¨¦l pens¨® pod¨ªa ser un golpe definitivo a su viabilidad. Concertado con el director del rotativo de Planeta, Jos¨¦ Alejandro Vara, ¨¦ste, con dos subdirectores, Pablo Planas y Jos¨¦ Antonio Navas, y un columnista de los que Guillermo Luca de Tena me pidi¨® que nunca regresasen a Abc, Tom¨¢s Cuesta, Vargas anunci¨® en una cena con la plana mayor del peri¨®dico, el domingo posterior al mi¨¦rcoles de mi destituci¨®n, el 10 de febrero de 2008, celebrada en Casa Gerardo, en la madrile?a calle de don Ram¨®n de la Cruz, que al d¨ªa siguiente, lunes, aterrizar¨ªan en Abc todos ellos con mando en plaza. Asist¨ªan al extra?o ¨¢gape en la noche dominical el director general de Abc, Jos¨¦ Luis Romero, el director adjunto del peri¨®dico, Eduardo San Mart¨ªn, los subdirectores Alberto P¨¦rez Jim¨¦nez, Alberto Aguirre de C¨¢rcer, Jos¨¦ Miguel Santiago Castelo y Fernando Rodr¨ªguez Lafuente, y el adjunto al director, Ram¨®n P¨¦rez Maura, todos ellos nombrados durante mis dos mandatos en Abc, con la excepci¨®n de Santiago Castelo.
Jos¨¦ Alejandro Vara asumir¨ªa la direcci¨®n general de Medios Nacionales -esa a la que yo no estaba dispuesto a reportar-; Planas se har¨ªa cargo de la subdirecci¨®n del ¨¢rea pol¨ªtica, y Jos¨¦ Antonio Navas -que llegar¨ªa a desempe?ar las funciones de director adjunto- se encargar¨ªa, tambi¨¦n como subdirector, del ¨¢rea econ¨®mica. Los tres hab¨ªan trabajado conmigo en puestos de responsabilidad y tanto a Planas como a Navas los promocion¨¦, al primero como jefe de ¨¢rea de Espa?a y al segundo como adjunto al director. Tom¨¢s Cuesta escribir¨ªa tres veces a la semana en el mejor espacio de las p¨¢ginas de Opini¨®n de Abc.
La reacci¨®n de los que hasta hac¨ªa s¨®lo unos d¨ªas hab¨ªan sido mis colaboradores fue de estupor. M¨¢s a¨²n cuando Jos¨¦ Manuel Vargas les anunci¨® que para "celebrar" el golpe a La Raz¨®n, los "fichajes" aparecer¨ªan en el restaurante para brindar juntos por el futuro prometedor que el nuevo consejero delegado les dise?aba sobre el mantel de Casa Gerardo. El reencuentro -los cuatro volv¨ªan cual hijos pr¨®digos a la casa paterna- provoc¨® escenas dignas de un relato del g¨¦nero de la astracanada. Hubo quien elogi¨®, con poca sutileza, la visi¨®n estrat¨¦gica de Vargas, comparando su operaci¨®n con las que ejecutaban Los Soprano, y alg¨²n otro se encontr¨® en aparente cordial cara a cara con quien desde las p¨¢ginas de La Raz¨®n le hab¨ªa zaherido gravemente; pero la perplejidad pudo m¨¢s que la impostura. De madrugada, uno de los asistentes me relat¨® los hechos sin dar cr¨¦dito a la cena que acababa de concluir con el anuncio del inminente desembarco en Abc de algunos de los que bien recientemente se hab¨ªan comportado como sus m¨¢s fieros enemigos.
Sin embargo, la maniobra no pudo ser todo lo contundente que Jos¨¦ Manuel Vargas dese¨®. Porque la requisa de recursos humanos en La Raz¨®n se pens¨® con a¨²n m¨¢s ambici¨®n. Vara trat¨® -y con ¨¦l, aunque m¨¢s discretamente, los otros dos subdirectores- de que en el viaje de vuelta a Abc les acompa?asen al menos una decena de redactores, que se negaron a traicionar a Mauricio Casals, presidente de La Raz¨®n, que se enter¨® del atropello el lunes en el aeropuerto de Barcelona, cuando se dispon¨ªa a tomar un vuelo a Madrid. La segunda llamada que recibi¨® el presidente de La Raz¨®n fue la de Emilio Ybarra, con el que le un¨ªa una buena amistad. El copropietario de Vocento aduc¨ªa no saber nada de nada de la fuga del director de La Raz¨®n a Abc.
Esa misma ma?ana, un burofax de los cuatro tr¨¢nsfugas dirigido a La Raz¨®n daba cuenta de la mudanza sin despedida. En el peri¨®dico de Planeta se descorcharon botellas de cava en un nada sentido adi¨®s a Jos¨¦ Alejandro Vara y en un reconfortado recibimiento a Francisco Marhuenda, nuevo director del rotativo. La realidad era que Vara estaba al borde del cese y Casals lo preparaba a corto plazo ados¨¢ndole a Marhuenda, subdirector de La Raz¨®n, con sede en Barcelona y que de forma inminente se iba a trasladar a Madrid para ser director adjunto del diario. Antes de que le despidiesen, el actual director editorial de Medios Nacionales de Vocento se puso en manos de Jos¨¦ Manuel Vargas, llegando todos los implicados en mi destituci¨®n a la conclusi¨®n de que era de inter¨¦s com¨²n precipitarla como, adem¨¢s, ped¨ªa insistentemente Esperanza Aguirre. Y as¨ª se hizo.
(...) Vara a¨²n no ha accedido a la direcci¨®n de Abc. ?ngel Exp¨®sito sigue sometido, despu¨¦s de encajar un expediente de regulaci¨®n de empleo (ERE) que merm¨® la plantilla en casi un 50%, a nuevos recortes en una redacci¨®n ya diezmada; Pablo Planas se traslad¨® a Barcelona a los pocos meses como delegado all¨ª del peri¨®dico; Jos¨¦ Antonio Navas, primero subdirector y luego director adjunto, ha dejado la redacci¨®n de Abc y ocupa el cargo de adjunto al director general del diario, y Tom¨¢s Cuesta escribe en las p¨¢ginas de Opini¨®n, salvo cuando le alcanza el cierre sin haber redactado su texto. (...) El tiempo dir¨¢ qu¨¦ depara esta s¨ªsmica en Abc, que ha introducido al peri¨®dico en una din¨¢mica ajena a su trayectoria hist¨®rica, bajo un control que ya no est¨¢ vinculado a la familia Luca de Tena ni, mucho menos, al de las otras familias propietarias.
La destituci¨®n. Historia de un periodismo imposible, de Jos¨¦ Antonio Zarzalejos. Editorial Pen¨ªnsula. Fecha de publicaci¨®n: 6 de mayo. Precio: 19,90 euros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.