Apoteosis del perfeccionista

Dicen en el Madrid que Cristiano Ronaldo cada d¨ªa se depila m¨¢s las cejas, de modo que sus l¨ªneas pil¨ªferas se han afinado hasta parecerse mucho al trazo de tinta china con el que el japon¨¦s Osamu Tezuka dibuj¨® las de Astroboy. El portugu¨¦s concibe la vida y el f¨²tbol como un camino de perfeccionamiento continuo en el que cualquier detalle, cualquier pelo fuera de su sitio, puede acarrear desajustes de consecuencias tan impredecibles como desagradables. Sus tres goles al Mallorca, el pasado mi¨¦rcoles, fueron el producto de su reacci¨®n violenta ante la amenaza del fracaso. El 1-0 de Aduriz encauz¨® su energ¨ªa desbordante, su firme empe?o lo mismo en ganar t¨ªtulos que en afeitarse el cuerpo, prohibir el tabaco en su casa o prohibirse a s¨ª mismo las grasas hidrogenadas.

Mete un gol cada 95 minutos. El barcelonista es m¨¢s eficaz: uno cada 89

En Son Moix, por encima del bullicio, se escuchaban sus gritos pidiendo la pelota

"Marca la diferencia desde su gran superioridad f¨ªsica", matiza Pardeza

"En el Manchester construy¨® su cuerpo, su fuerza y su cabeza", dice Di Salvo

El gol de Aduriz activ¨® la reacci¨®n inmediata de Cristiano. Como dijo ayer Miguel Pardeza, el director deportivo del Madrid: "Cristiano marca la diferencia desde su gran superioridad f¨ªsica... Lo mismo que Messi, que desequilibra gracias a su fuerza explosiva".

En el fondo de esta Liga subyace la carrera de Cristiano contra Messi. A las provocaciones de uno responde el otro con un aumento exponencial de la producci¨®n, y viceversa. Se vigilan por el rabillo del ojo y redoblan sus resultados desde estilos diferentes. Ambos tocan el bal¨®n una vez cada minuto y han hecho tres goles de cabeza cada uno. Este dato es asombroso teniendo en cuenta que Cristiano mide casi 30 cent¨ªmetros m¨¢s que su oponente. En lo dem¨¢s, se parecen menos. Cristiano marca un gol cada 95 minutos y Messi es bota de oro gracias a que marca uno cada 89. El portugu¨¦s es un cazador m¨¢s solitario: ha marcado siete goles en jugadas individuales mientras que Messi no pasa de cinco. El argentino destaca por sus 23 goles al cabo de una jugada colectiva mientras que Cristiano no pasa de nueve tantos despu¨¦s de combinar con sus compa?eros. Los pases de gol tambi¨¦n contribuyen a definir el estilo de cada uno: cuatro de Cristiano por nueve de Messi. En su l¨ªnea menos asociativa, Cristiano prevalece en los goles de falta directa -tres por uno- y en los de penalti -tres por uno-.

Parece contradictorio que Messi, que busca m¨¢s a sus compa?eros, haga m¨¢s regates que Cristiano: uno cada nueve minutos. El madridista regatea menos. Una vez cada 11 minutos. Va en solitario y al grano.

Messi se dosifica m¨¢s, pero su eficacia ante el gol es mayor: hace un remate a puerta cada 35 minutos y tiene un porcentaje de acierto al gol del 21%. El portugu¨¦s es el jugador que m¨¢s bombardea los arcos contrarios: tira una vez cada 27 minutos y su acierto es del 13%.

La actividad refleja el nivel de resistencia y fuerza. Probablemente Cristiano sea el futbolista con mayores condiciones f¨ªsicas de la historia. "Es una buena excepci¨®n", afirma Walter di Salvo, ex responsable del centro de alto rendimiento de Valdebebas y preparador f¨ªsico del Manchester United cuando el portugu¨¦s fich¨® por el club ingl¨¦s; "Cristiano es la confirmaci¨®n de la importancia del nivel f¨ªsico para el f¨²tbol. Su cultura del trabajo no deber¨ªa ser algo aislado. Deber¨ªa extenderse a todos los futbolistas. En un gran club prevalece el estilo por encima de las costumbres de cada uno. Cristiano tiene un componente gen¨¦tico de fibras r¨¢pidas. Pero no naci¨® fuerte. En el Manchester, gracias a Alex Ferguson, se desarroll¨®. Construy¨® su cuerpo, su fuerza y su cabeza".

Cristiano encontr¨® en el Manchester un catalizador de su pasi¨®n competitiva. Ahora ha exportado esto al Madrid. Como todo perfeccionista obsesivo, es un hombre de humor inestable. Necesita controlarlo todo y hacerlo lo antes posible. Esto incluye tanto a sus compa?eros como a los rivales. Tiene 25 a?os y nadie en el vestuario del Madrid alberga dudas sobre su vocaci¨®n expansiva y autorreferencial. El mi¨¦rcoles, en Son Moix, por encima del bullicio de las gradas, se escucharon sus gritos pidiendo la pelota a los compa?eros con aspavientos.

El p¨²blico observ¨® el espect¨¢culo con perplejidad y no le despidi¨® como a Messi con un respetuoso aplauso. Cuando Cristiano se march¨®, hubo una explosi¨®n de emociones encontradas: unos pitaron furibundos y otros aplaudieron a rabiar.