Generaci¨®n Torva
Hubo en la medicina popular una clase de curanderos conocidos como rumores. Recorr¨ªan el curso de un r¨ªo, desde el nacimiento a la desembocadura, y memorizaban la partitura musical de la corriente. Su especialidad era luchar contra la depresi¨®n y las crisis profundas que llevaban a muchas personas a la inanici¨®n. Se encamaban hasta vaciarse y secarse. Por eso el m¨¦todo de los rumores consist¨ªa en musitar y silbar al o¨ªdo de los pacientes el canto del r¨ªo. Habr¨ªa que crear una nueva Escuela de Rumores, donde se formase a los alumnos en una rumorolog¨ªa elegante e ilustrada. Lo que vivimos ahora mismo es el poder de los rumores t¨®xicos, una especie de frikismo reaccionario muy efectivo como demuestra el s¨²bito socav¨®n del jueves en Wall Street. Esos rumores tienen un marchamo mafioso, el aviso que precede al chantaje permanente para que la gente vuelva a la jungla de asfalto y renuncie al espacio moral del Estado de bienestar. Frente a la idea del rumor espont¨¢neo, hay que hablar de una verdadera y poderos¨ªsima Industria del Rumor. El cuarto poder es ya ese Big Rumour. ?Por qu¨¦ funciona esa industria perversa, por qu¨¦ los rumores se contagian a la velocidad de la sombra en la llamada "sociedad de la informaci¨®n"? Porque gran parte de los medios conservadores han sucumbido a un tipo de periodismo que podr¨ªamos bautizar como Generaci¨®n Torva. El periodismo torvo supone la renuncia al cinismo est¨¦tico, una posici¨®n conservadora pero exigente, por un tipo de cinismo militante, simpl¨®n y adicto a un euf¨®rico catastrofismo. El fen¨®meno es extenso, pero no del trinque. En Espa?a, conocida la derrota en Cuba, y como se cuenta en El ¨¢rbol de la ciencia de P¨ªo Baroja, los acomodados torvos que el d¨ªa anterior hund¨ªan a la flota yanqui a pu?etazos en las mesas, encend¨ªan un puro, soltaban una bocanada de desmemoria y pasaban a otro asunto: "?C¨®mo va lo de Catalu?a?".
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