Soldado, preso, guerrillero
Esta semana se han cumplido 65 a?os de la liberaci¨®n del campo nazi de Mauthausen. Uno de los supervivientes, el espa?ol Domingo F¨¦lez, rememora este hecho y lo enmarca en su largo trayecto personal de combatiente, iniciado en la Guerra Civil y terminado en la guerrilla venezolana a finales de los a?os sesenta. F¨¦lez habla en Venezuela, donde vive
Aquel fat¨ªdico verano de 1936, el aragon¨¦s Domingo F¨¦lez ten¨ªa 15 a?os y combat¨ªa como miliciano por la Rep¨²blica. Ingres¨® en la 131 Brigada. Conquist¨® varias posiciones militares "a pura granada de mano" y ascendi¨® a sargento a los 17 a?os. Ahora rememora su vida en su casa de La Victoria, la ciudad a 100 kil¨®metros de Caracas donde reside, con 89 a?os de edad.
Tras la Guerra Civil se refugi¨® en Francia. Padeci¨® las condiciones infrahumanas de los campos de concentraci¨®n franceses. Le reclutaron para construir fortificaciones: "era un trabajo de esclavo". Tras la invasi¨®n alemana, los espa?oles cayeron presos con la tropa francesa. Formados en columnas, caminaron hasta Estrasburgo y les confinaron en unos terrenos donde "el aseo era una zanja". En diciembre de 1940, en un convoy de espa?oles, fue trasladado al campo de concentraci¨®n nazi de Mauthausen, en Austria, calificado como "grado tres", donde internaban a los irrecuperables.
Fue prisionero del Ej¨¦rcito de Estados Unidos y, tambi¨¦n, de la polic¨ªa venezolana en la ¨¦poca de la guerrilla
"Recib¨ª un uniforme a rayas y el tri¨¢ngulo azul de ap¨¢trida con la S de spanier. Mi n¨²mero, el 4.779. Me afeitaron el vello del cuerpo, a todos con la misma hojilla, uno se agachaba y le met¨ªan la navaja entre las nalgas. Los piojos me causaron una infecci¨®n que origin¨® mi traslado al campo anexo de Gusen. Un d¨ªa, mientras colocaba ladrillos para construir la cocina, consegu¨ª un pote de grasa, me la unt¨¦ sobre los piojos y me cur¨¦".
"Trabaj¨¦ en las canteras, en la construcci¨®n de los rieles, fui barbero de la barraca. Sobreviv¨ª a la epidemia de tifus de 1941. En Mauthausen no entraba nadie que no fuera para morirse. El trabajo y la comida estaban hechos para vivir un a?o; los supervivientes les pueden ir con cuentos a otros, pero a m¨ª ?no! Fuimos barberos, herreros, pintores, enfermeros, alba?iles, hombres de limpieza; fr¨ªo y hielo; cuando sobraba de la caldera, nos daban medio plato m¨¢s de nabos, de hueso de caballo con concha de papa".
"Me pasaron en 1943 a Viena, con un comando de presos para hacer fortines antia¨¦reos en una f¨¢brica alemana de motores de aviones de caza. All¨ª, no te pegaban tanto".
"Los nazis iniciaron su retirada en abril de 1945. Nos arrastraron con ellos a Mauthausen, caminamos unos 180 kil¨®metros. Al que no pod¨ªa andar y se sentaba a la orilla, le pegaban un tiro. Uno iba caminando y escuchaba ?pam! y al rato otra vez, ?pam! A la tarde mataban a un caballo, le ca¨ªamos con cuchillo y lo com¨ªamos crudo".
El 5 de mayo de 1945, el Ej¨¦rcito de Estados Unidos ocup¨® oficialmente el campo de Mauthausen. Hab¨ªa euforia y tambi¨¦n caos. Cuatro espa?oles, entre los que se encontraba Domingo F¨¦lez, en vez de ser liberados fueron apresados.
"A los tres d¨ªas de la liberaci¨®n del campo, unos hombres me detuvieron, me hablaron en alem¨¢n, alguien me denunci¨®, nunca supe qui¨¦n fue. Fuerzas de Estados Unidos nos detuvieron y nos llevaron junto con los nazis al campo de concentraci¨®n de Dachau, cerca de M¨²nich. Los otros espa?oles acusados fueron Indalecio Gonz¨¢lez, Laureano Navas y Mois¨¦s Fern¨¢ndez. Un fiscal militar de Estados Unidos me llam¨® un par de veces a declarar, yo me re¨ª y contest¨¦ que todo era un embuste. En enero, febrero y marzo de 1945 yo no estaba en Mauthausen, sino a 180 kil¨®metros en la f¨¢brica de aviones, ?c¨®mo iba yo a llevar gente a la c¨¢mara de gas? Porque esa fue la acusaci¨®n".
"No hubo pruebas para sentenciarme. Despu¨¦s de dos a?os, fui puesto en libertad en julio de 1947. A Gonz¨¢lez lo ahorcaron en Dachau. Navas fue condenado a cadena perpetua y Fern¨¢ndez, a 20 a?os de prisi¨®n".
Joseph Halow en su libro Innocent at Dachau (1992) relata que los testigos recibieron honorarios por sus servicios y no hubo un traductor profesional del castellano. Al respecto, Eve Hawkins, oficial estadounidense, escribi¨® al Washington Post: "(...) La raza suprema (alemanes) ten¨ªa derecho a una asesor¨ªa legal y a traductores competentes, pero los espa?oles, los no beligerantes, los nacionales de un pa¨ªs no enemigo, los involucrados inocentes, uno podr¨ªa decir que a nadie le import¨® un bledo". A estos veteranos de la Guerra Civil, prisioneros en el campo de Mauthausen, se les juzg¨® en Dachau como si fueran criminales de guerra.
Domingo F¨¦lez consigui¨® embarcarse hacia Venezuela con un pasaporte de la Organizaci¨®n Internacional de Refugiados. Desempe?¨® varios trabajos, conoci¨® a una hermosa trigue?a con quien se cas¨® y tuvo tres hijos. Pero en su interior le ard¨ªa la sangre. Desilusionado con el Gobierno de R¨®mulo Betancourt, consternado por las desapariciones de varios amigos del Partido Comunista, F¨¦lez se uni¨® al movimiento guerrillero de los a?os sesenta.
"Sub¨ª a las monta?as. La primera incursi¨®n dur¨® poco, pero lo suficiente para ser delatado y apresado en mi casa. Recib¨ª palo de las polic¨ªas pol¨ªticas. Fui trasladado al castillo de Puerto Cabello, donde me tom¨® por sorpresa la rebeli¨®n militar contra el gobierno. Uno de los capitanes golpistas, que hasta ese d¨ªa hab¨ªa sido nuestro carcelero, nos abri¨® las puertas del calabozo, nos reparti¨® fusiles. Yo fui destinado a combatir en una instituci¨®n de ense?anza secundaria. Cuando vi que la causa estaba perdida, consegu¨ª refugiarme en el portal de una casa; un desconocido me tir¨® del brazo, me llev¨® para adentro y me salv¨® la vida".
F¨¦lez logr¨® evadirse y refugiarse en Caracas. Por su experiencia en la Guerra Civil espa?ola lo buscaron para llevarlo a la selva de Monagas. "En 1965, mi esposa y mis hijos necesitaban de m¨ª, baj¨¦ de la monta?a". La ley de amnist¨ªa le permiti¨® salir de la clandestinidad en 1969. Despu¨¦s de 33 a?os de lucha volvi¨® a una vida normal.
Fue barbero otra vez, fund¨® una empresa de jardiner¨ªa. La edad ha deteriorado su vista, sus pasos son lentos, pero su memoria se mantiene impecable.
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