El 'big bang' de la globalizaci¨®n
El Reina Sof¨ªa plantea una historia alternativa del arte con 'El Principio Potos¨ª' - La exposici¨®n enfrenta pinturas colombinas con obras de artistas actuales
La ciudad minera de Potos¨ª, hoy en terreno boliviano, era, con su cerro inagotable, tan rico en vetas de plata que se cre¨ªa posible tender un puente de argenta sobre el oc¨¦ano y hasta C¨¢diz, el equivalente en el siglo XVI al Abu Dabi de nuestro tiempo, una quimera imperialista construida a base del trabajo de los esclavos. Tan rotunda afirmaci¨®n se desprende de la muestra El Principio Potos¨ª, que se abre esta semana en el Reina Sof¨ªa como la cristalizaci¨®n del proyecto museogr¨¢fico de su director, Manuel Borja-Villel, embarcado en contar una historia del arte alternativa.
Pero no es la ¨²nica conclusi¨®n. La exposici¨®n afirma con desparpajo que la globalizaci¨®n surgi¨® en realidad del intercambio entre Espa?a y centros de producci¨®n como la ciudad boliviana, que entonces superaba en tama?o a Par¨ªs y Londres, y propone un comienzo alternativo (invertido) de la modernidad; no habr¨¢ nacido en la Ilustraci¨®n sino con la conquista de Am¨¦rica y, en lo art¨ªstico, en el barroco, que para la corona espa?ola fue otro instrumento m¨¢s de colonizaci¨®n.
Un papel de calco reproduce las pinturas no cedidas por Evo Morales
?C¨®mo han logrado los comisarios y artistas alemanes Andreas Siekmann y Alice Creischer este prop¨®sito? Enfrentando pinturas colombinas de hace 300 a?os con artistas contempor¨¢neos comprometidos con la realidad provenientes de todo el mundo. De modo que un Felipe V convertido en Santiago Matamoros, an¨®nimo del siglo XVIII conservado en el Museo Nacional de La Paz, convive con el proyecto del artista argentino Eduardo Molinari, que investiga en Los ni?os de la soja sobre los efectos nocivos para la salud y el medio ambiente que en el pa¨ªs latinoamericano tiene la generalizaci¨®n del cultivo transg¨¦nico.
M¨¢s all¨¢ de la dial¨¦ctica algo est¨¦ril cuando no directamente estomagante del arte contempor¨¢neo, la muestra es una experiencia f¨ªsica, una violenta bofetada est¨¦tica. Colocada en toda la planta baja del edificio Nouvel, en un solo espacio sin paredes, la primera sorpresa proviene de la colocaci¨®n de los cuadros antiguos, a los que se presenta no como a los primos peque?os y algo retrasados del arte europeo de su tiempo, sino como una producci¨®n art¨ªstica aut¨®noma.
Se sujetan con barras de hierro, se cuelgan a varios metros de altura o se coloca una reja delante que obliga al visitante a inclinarse para su contemplaci¨®n. Hay toscas escaleras met¨¢licas para acceder a la visi¨®n de algunos de ellos y el surrealismo de ciertas pinturas coloniales (el barroco fue elemento de dominaci¨®n, pero tambi¨¦n sirvi¨® a los ind¨ªgenas para la subversi¨®n que supone crear, por ejemplo, ?una virgen con cinco hijos!) convive a la perfecci¨®n con intervenciones como una casa para trabajadores emigrantes, concebida en Pek¨ªn por el colectivo Museo de Arte y Cultura de los Trabajadores Migrantes o un grafiti de Mujeres Creando, grupo boliviano de artistas feministas. Con trazo deliberadamente brutal, Mar¨ªa Galindo ha escrito con un spray sobre la pared: Ave Mar¨ªa, llena eres de rebeld¨ªa.
Este colectivo, c¨¦lebre por presentar en la Bienal de Venecia una carta a Evo Morales en la que un indio sublevado del siglo XIX alertaba sobre la ambici¨®n del presidente boliviano, resume bien el esp¨ªritu de los artistas invitados, a caballo entre el activismo y el arte, entre el ensayo pol¨ªtico y la producci¨®n est¨¦tica.
Morales no s¨®lo est¨¢ presente en la exposici¨®n a trav¨¦s de Mujeres Creando. El Gobierno boliviano y diversas instituciones negaron el pr¨¦stamo de algunas de las piezas. Lejos de ocultar esas ausencias, se subrayan; recibe al visitante un enorme papel de calco con una reproducci¨®n ajada de las pinturas de la iglesia de Caquiaviri, que nunca viajaron.
Max Hinderer, el tercero de los comisarios, recuerda que una comunidad ind¨ªgena exigi¨® al Reina Sof¨ªa un tractor para acceder a un pr¨¦stamo. En muchos casos, las razones fueron mucho m¨¢s prosaicas. Simplemente, no confiaban en que se fueran a devolver los cuadros. Y si uno piensa en la historia de Potos¨ª y el terrible sistema de esclavitud del imperio, es muy posible que concluya que, despu¨¦s de todo, quiz¨¢ les sobren las razones para no confiar en los espa?oles.
Babelia
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