El principito de la nueva 'chanson'
Guitarra, bajo, bater¨ªa y un teclista que tambi¨¦n toca el theremin, las antenitas ¨¦sas que han puesto m¨²sica a cientos de pel¨ªculas de ciencia-ficci¨®n. Ah, y una arpista cl¨¢sica que hace las segundas voces en los ratos libres. A Benjamin Biolay le gusta distinguirse de los dem¨¢s y reh¨²ye desde el primer momento los caminos trillados. Hace muy bien. Cosa distinta es que su propuesta termine resultando tan suculenta como los or¨¢culos de la modernidad pregonan desde hace ya casi una d¨¦cada.
Este hombre de riguroso traje negro ha logrado concitar todas las miradas de la nueva chanson francesa. Ejerce de coleccionista casi compulsivo de Victoires de la Musique (sus paisanos no paran de entregarle estatuillas) y se erigi¨® en protagonista involuntario de la cr¨®nica rosa cuando las redes sociales, ese invento tan adictivo como endemoniado, extendieron el bulo de sus escarceos sentimentales con la Primera Dama. Desde anoche, tras su paso por una sala Heineken hasta la bandera, ya sabemos que a Biolay y Carla Bruni les une al menos una cosa: su condici¨®n de artistas sobrevalorados.
Es el cantor franc¨¦s menos al¨¦rgico a la cultura angl¨®fona
A Biolay y a Bruni les une su condici¨®n de artistas sobrevalorados
Elegante pero algo desgarbado, y hasta puede que pavisoso, el autor de L'origine asume con desgana su estancia sobre las tablas. Su cat¨¢logo de expresividad corporal se reduce a elevar simult¨¢neamente los dedos ¨ªndices al cielo, m¨¢s o menos como cuando Leo Messi anota un gol en La Romareda. De acuerdo, tampoco para de mesarse los cabellos de esa media melena suya que le convierte en sosias moreno del pr¨ªncipe de Beukelaer. Bastante menos guapo, conste, que nuestro Gerard Piqu¨¦, el central del Barcelona que est¨¢ seleccionado para el Mundial de Sud¨¢frica.
Su voz, tenue como un eterno murmullo, remite al m¨ªtico Serge Gainsbourg o a Charles Tr¨¦net, pero no queda claro si el resultado se acerca a la sensualidad o s¨®lo a la monoton¨ªa. Reconozcamos, sin embargo, una apertura de miras que le convierte en el cantor franc¨¦s menos al¨¦rgico a la cultura angl¨®fona. Algo as¨ª como el env¨¦s de Scott Walker, el m¨¢s afrancesado de los vocalistas isle?os. Prenons le large no desentonar¨ªa en alguno de los primeros discos de los oscuros brit¨¢nicos liderados por Robert Smith, The Cure, mientras que Lyon presqu'?le presenta hechuras de puro rock vaquero.
El repertorio gravita en torno al reciente La superbe, su sexto disco, ambicioso en el concepto, en su condici¨®n de ¨¢lbum doble (ten¨ªa hasta 56 canciones donde elegir para confeccionar el repertorio) y en esas progresiones arm¨®nicas infrecuentes (Night shop, Quince septembre) que evidencian un cierto ¨¢nimo de singularidad. Pero en esas irrumpe el tema central, pretencioso a partir de unas bases programadas de medio pelo, y se nos derrumba el mito. Ah, y mejor no incidir en las aproximaciones discotequeras, como L'espoir fait vivre o Assez parl¨¦ de moi: bordean el sonrojo.
Hora y media m¨¢s tarde, Benjamin dej¨® de apuntar con los ¨ªndices, apur¨® de espaldas al p¨²blico el ¨²ltimo cigarrillo y dio las buenas noches. El nuevo principito franc¨¦s regresaba a sus aposentos. Por suerte para nuestros vecinos, parece que la rep¨²blica sigue siendo, por ahora, una instituci¨®n bien s¨®lida.
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