Anzuelo, sedal y ca?a
Si los dioses ciegan a quienes quieren perder, no cabe la menor duda de que el presidente de la Generalitat, Francisco Camps, caminaba directamente hacia el abismo hasta que la direcci¨®n nacional de su partido le impidi¨® precipitarse en ¨¦l. No lo hizo tanto por generosidad como por la necesidad de evitarle al propio Partido Popular y a Mariano Rajoy el trance de verse envuelto en unas elecciones auton¨®micas en la Comunidad Valenciana, coincidentes con las catalanas, en las que la corrupci¨®n habr¨ªa sido el eje de una campa?a en la que los populares ten¨ªan todas las de perder, mientras que el PSOE de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero se habr¨ªa encontrado con un inesperado regalo: Todo un mes debatiendo sobre las miserias del PP con la crisis econ¨®mica en el olvido. El consejero de Solidaridad y Ciudadan¨ªa, Rafael Blasco, lo vio venir cuando el pasado mi¨¦rcoles rechaz¨® el anticipo electoral present¨¢ndolo como "un favor" que le hac¨ªa al PSPV, cuando en realidad el favor se lo hac¨ªa a s¨ª mismo. Blasco no era el ¨²nico que vio venir el desastre de unos comicios adelantados; en la direcci¨®n nacional del PP eran conscientes del peligro desde el mismo momento en que intuyeron que Camps ser¨ªa muy capaz de buscarse la absoluci¨®n en las urnas si se la negaban los jueces.
En su inenarrable intervenci¨®n del pasado mi¨¦rcoles, el presidente record¨® varias veces que la competencia para disolver las Cortes Valencianas y convocar elecciones anticipadas era suya. Pero lo que, al parecer, no tuvo en cuenta Juan sin Miedo Camps es que la capacidad para decidir el candidato es de Mariano Rajoy, peque?o matiz. G¨¦nova entendi¨® perfectamente a Camps, pero no est¨¢ claro que ¨¦ste entendiera a Rajoy, que se explic¨® ayer con claridad meridiana. Con esta, ya son dos las ocasiones en que el jefe del Consell ha desafiado la autoridad de su jefe de filas. La anterior fue cuando se resisti¨® a destituir a Ricardo Costa de la secretar¨ªa general del PP valenciano.
Si el desaf¨ªo del presidente valenciano a la c¨²pula de su partido es incomprensible, menos a¨²n resulta la huida hacia adelante que emprendi¨® el d¨ªa 12. Su chulesca actitud s¨®lo puede ser propia de quien no acaba de entender la realidad en la que vive. Cinco jueces del Supremo han decidido mantener su imputaci¨®n por un delito de cohecho pasivo impropio, pero ¨¦l no tiene el menor empacho en reivindicar a gritos el Estado de Derecho y al mismo tiempo calificar el auto de los magistrados "de risa". Nada de lo que le ocurre a ¨¦l y de lo que ocurre en la Comunidad Valenciana es para re¨ªrse. Tampoco se entiende muy bien la posici¨®n de Mariano Rajoy ante lo que ocurre salvo que, sabiendo como sabe que tras el asunto de los trajes, el magistrado Antonio Pedreira se va a pronunciar sobre la financiaci¨®n irregular del PP valenciano, las adjudicaciones a Orange Market y los gastos de la visita del Papa, pretenda que Camps se trague el anzuelo, el sedal y la ca?a de todas las desgracias que se ciernen sobre el PP.
Una amiga mexicana me ense?¨® recientemente que el poder no corrompe, s¨®lo desenmascara. A Camps se le ha ca¨ªdo la careta. Su comportamiento es el de un ego¨ªsta que persiguiendo una quimera es capaz de poner a su servicio personal a la Generalitat, a su propio partido y a la propia sociedad valenciana. Qu¨¦ otro sentido ten¨ªa, si no, su intento de convocar elecciones anticipadas.
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