El derecho a la gloria

Despu¨¦s de las figuras, el turno de los que ocupan los ¨²ltimos puestos del escalaf¨®n; despu¨¦s de los famosos, los muy modestos. Los dos primeros, desconocidos para el gran p¨²blico, y un tercero que permanece en la memoria colectiva por el infausto recuerdo de un cornad¨®n recibido en el pecho hace ahora un a?o en esta misma plaza, y del que se salv¨® de puro milagro. Entre los tres s¨®lo suman once festejos la temporada pasada, un liger¨ªsimo equipaje para un compromiso tan serio.

?Qu¨¦ pasar¨ªa por las cabezas de estos hombres mientras esperaban que se abriera la puerta de cuadrillas? ?Ad¨®nde mirar¨ªan cuando se plantaron en la arena y se sintieron observados por la multitud? Cu¨¢ntas veces, sin duda, ese sue?o en el duermevela... ?Qu¨¦ rondar¨ªa por sus mentes mientras recorr¨ªan ese di¨¢metro del miedo llamado pase¨ªllo? ?Cu¨¢nto hace que vieron el ¨²ltimo pit¨®n? Quiz¨¢, no es m¨¢s que un recuerdo lejano.

Modestos, muy modestos, pero no sobran; porque Madrid puede ser tambi¨¦n oportunidad para quien mantiene el deseo y la ilusi¨®n, aunque, despu¨¦s, la realidad, siempre justiciera, trate de espantar las im¨¢genes virtuales que cada cual crea en su imaginaci¨®n.

?Cu¨¢nta preparaci¨®n, cu¨¢ntas carreras al rayar el alba, cu¨¢nto toreo de sal¨®n sin saber si habr¨¢ ocasi¨®n de demostrar el arte que crees llevar dentro!

Se detiene el paso y se guarda un minuto de silencio en memoria del m¨¢s grande -curiosa pirueta del destino-, Joselito el Gallo.

Mientras cada cual busca el capote de brega y traga saliva para refrescar la seca garganta, una t¨ªmida ovaci¨®n se abre paso para animar a Israel Lancho, tras el grav¨ªsimo percance del a?o pasado.

Y suenan clarines y timbales. Se abre la puerta de toriles. Y sale el toro. Y los tres rumian una sola idea: la b¨²squeda de la gloria, un derecho universal.

Pero el toro no sabe de frustraciones, luchas y sentimientos, y desnuda a cada uno de ellos, y descubre su capacidad y, tambi¨¦n, sus carencias.

Y surgen las sorpresas. Picazo se estira en un par de ver¨®nicas con mucho aroma, y llega De Justo en el quite y dibuja chicuelinas de manos bajas que cierra con una media de cartel. Y Curro Robles banderillea de verdad, dej¨¢ndose llegar los pitones al pecho.

Picazo se descubre poco despu¨¦s como un muletero con sentido del temple y de la ligaz¨®n, que no son malas virtudes, y algunas tandas de derechazos desprenden maneras y sabor torero. No sabe, quiz¨¢, vender su mercanc¨ªa y alarga la faena en la b¨²squeda de una emoci¨®n que no llega; pero deja una impronta de regusto que no pasa desapercibida. No lleg¨® a romperse con el cuarto, pero estuvo muy por encima de un animal soso al que arranc¨® buenos derechazos, largos, ligados, y naturales de peso. Tiene defectos, y ¨¦l, mejor que nadie, sabr¨¢ por qu¨¦ est¨¢ donde est¨¢, pero ha dejado un buen sabor de boca en tarde de tanta responsabilidad.

Y por ese camino iba Emilio de Justo. No le perdi¨® la cara a su primero y tir¨® de la embest¨¬da con gallard¨ªa, hasta dome?ar la violenta codicia del segundo, un toro serio, al que corri¨® la mano con valent¨ªa y elegancia. Pero mat¨® tan mal que escuch¨® los tres avisos, lo cual es muy mala cosa. Quiz¨¢, por eso, se mostr¨® con pocas ideas ante el b¨²falo quinto, al que capote¨® aceptablemente.

A los m¨¦dicos brind¨® su primero Israel Lancho, y miedo da verlo en la cara del toro. Tiene valor, pero parece un inconsciente aprendiz de h¨¦roe; carece de t¨¦cnica y recursos, y se le vio a merced de sus dos toros. Afortunadamente, sali¨® de la plaza por su pie.

Y que no se olvide: Jes¨²s Carvajal puso un magn¨ªfico par al tercero, y Domingo Navarro es un subalterno excepcional. Un lujo en cualquier cuadrilla.

Mientras tanto, que cada cual siga buscando la gloria. Todos tenemos derecho...