P¨¢nico en el templo
Seis cad¨¢veres yacen en el lugar sagrado en el que miles de rebeldes se refugiaron
Cuando el pasado mi¨¦rcoles estall¨® el caos en el campamento de los camisas rojas tras el anuncio de sus l¨ªderes de que pon¨ªan fin a las protestas, cientos de personas salieron corriendo y se refugiaron en el templo Pathumwanaram, situado a unos centenares de metros. El recinto hab¨ªa sido declarado zona segura, en la que acoger principalmente a mujeres, ni?os y ancianos, ante el riesgo de un asalto del Ej¨¦rcito. El ataque se produjo, y a medida que los soldados avanzaron para tomar el control del coraz¨®n del campamento, en el cruce Ratchaprasong, el n¨²mero de gente aument¨® en el templo. Al anochecer, hab¨ªa unas 2.000 personas.
Los refugiados pensaban que el lugar era inviolable y les proteger¨ªa de los posibles enfrentamientos entre los militares y grupos armados de camisas rojas. Pero no fue as¨ª. Al menos nueve personas murieron en una batalla en los alrededores del templo -algunos dentro, otros fuera, seg¨²n diversas fuentes-, en medio de escenas de p¨¢nico.
"Llov¨ªan las balas. Hubo un tumulto, me ca¨ª y me golpe¨¦ la cara. Fue terrible", dice Suwannee, de 52 a?os, con varias rozaduras en el rostro. "Los soldados disparaban desde arriba, y mataron a una enfermera", dice, y se echa a llorar.
Cientos de personas hac¨ªan cola ayer por la ma?ana a la puerta del templo, y eran conducidas a los jardines del cuartel de la polic¨ªa, al otro lado de la calle. Algunas mujeres se negaban a salir porque pensaban que iban a ser encarceladas.
Los polic¨ªas inspeccionaban pertenencias abandonadas. Un agente abre una bolsa y muestra un tirachinas y una bolsa con canicas de cristal. Otros se pasean por el recinto acompa?ados de perros, en busca de explosivos.
Varios monjes, envueltos en sus t¨²nicas azafr¨¢n, miran en silencio a los centenares de polic¨ªas con fusiles de asalto desplegados. Al fondo del recinto, bajo ¨¢rboles frondosos, una nave acoge numerosas pagodas doradas. Al pie de las escaleras, bajo cuatro estatuas de elefantes y una foto del rey de Tailandia, yacen seis cad¨¢veres entre esterillas de colores de las que sobresalen los pies, algunos descalzos. Son cinco hombres y una mujer que lleva un delantal azul con una cruz roja.
Los cuerpos tienen el rostro descubierto, con las heridas de bala, redondas y oscuras, a la vista. Dos mujeres inspeccionan los torsos y anotan los impactos sobre un papel. Junto a cada fallecido, alguien ha depositado cuencos con comida, vasos de agua y varillas de incienso encendidas.
El Ej¨¦rcito dijo que ha ordenado una investigaci¨®n sobre lo ocurrido. El templo hab¨ªa sido declarado zona libre de armas, pero un periodista vio poco antes del cruce de disparos que entraban y sal¨ªan del templo algunos miembros de un misterioso grupo de hombres vestidos de negro, que ha sido visto armado en anteriores enfrentamientos entre camisas rojas y el Ej¨¦rcito.
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