Horrorosa cornada en la boca a Aparicio
La gravedad de la cornada no se percibi¨® en la plaza en el momento de la cogida. Fueron los gestos de dolor del torero, que corri¨® hacia el burladero en busca de ayuda, los que delataron que lo que pareci¨®, en principio, un golpe en la cara, era, en realidad, algo m¨¢s serio. Momentos despu¨¦s, cuando a¨²n se desconoc¨ªa el alcance de la herida, la espeluznante foto publicada por la web de este peri¨®dico corri¨® como la p¨®lvora por los tendidos, y tambi¨¦n noticias tranquilizadoras desde la enfermer¨ªa.
Todo ocurri¨® visto y no visto. En realidad, fue un suceso inesperado a tenor de la condici¨®n del toro, Op¨ªparo de nombre, de 530 kilos de peso, de pelo jabonero, precioso de l¨¢mina, noble donde los haya, con un pit¨®n izquierdo de lujo si le hubieran acompa?ado las fuerzas. Aparicio dibuj¨® de salida dos ver¨®nicas espl¨¦ndidas rematadas con una media henchida de aroma. El animal evidenci¨® su invalidez en el caballo, donde no lo picaron; acudi¨® alegre en el tercio de banderillas, y lleg¨® a la muleta con la fortaleza muy justa. El diestro inici¨® en los medios su labor con una primera tanda de derechazos desmayados, y continu¨® por esa mano con otra de menor peso. Tom¨® la izquierda, y, en el primer envite, tropez¨® con los cuartos traseros del toro, lo que le hizo perder la verticalidad. Una vez en el suelo, en lugar de huir de la cara del toro, el torero intent¨® levantarse haci¨¦ndose el quite con la muleta. Fue en ese momento cuando el toro se encontr¨® con la cara de Aparicio, con tan mala fortuna que le clav¨® el pit¨®n por la barbilla y se lo sac¨® por la cavidad bucal. Ese instante que aparece en las fotos no se percibi¨® en el ruedo, porque, afortunadamente, el toro solt¨® r¨¢pidamente a su presa. Menos mal.
DOMECQ / APARICIO, MORANTE, EL CID
Toros de Juan Pedro Domecq, -cuarto y quinto, devueltos-, bien presentados, inv¨¢lidos y muy nobles. Sobreros, de Gavira; el segundo, devuelto y sustituido por otro de Camacho, descastado.
Julio Aparicio: cogido por su primer toro.
Morante de la Puebla: media ladeada y perpendicular (silencio); media (silencio); dos pinchazos y casi entera perpendicular.
El Cid: dos pinchazos y media (ovaci¨®n); casi entera ca¨ªda (ovaci¨®n); estocada (oreja).
Plaza de Las Ventas. Viernes, 21 de mayo. Decimosexta corrida de la feria de San Isidro. Lleno.
El torero puede contarlo, que es la gran noticia del d¨ªa. Y qued¨® claro, tambi¨¦n, que el peligro est¨¢ siempre presente en una plaza, aunque el toro tenga, como Op¨ªparo, olor de santidad.
No fue el ¨²nico momento congoja. Minutos despu¨¦s, cuando El Cid muleteaba con la mano zurda a otro bonach¨®n, result¨® enganchado y zarandeado hasta el punto que pareci¨® que el pit¨®n hab¨ªa calado en el muslo derecho a la altura de la ingle. No fue as¨ª, y la taleguilla rota s¨®lo necesit¨® un arreglo de costura urgente.
Las vueltas que puede dar una corrida de toros... Quiz¨¢ en esa inc¨®gnita radique su misterio emocionante. Qui¨¦n pod¨ªa imaginar que un festejo tan amable sobre el papel estuviera a punto de acabar en tragedia. Pero as¨ª de grande -el juego de la vida y la muerte- es esta fiesta.
Angustiados por la imagen de ese pit¨®n saliendo por la boca de Julio Aparicio, pero con el ¨¢nimo tranquilo, continu¨® un festejo protagonizado por los toros inv¨¢lidos de Juan Pedro Domecq, lo cual, lamentablemente, ha dejado de ser noticia. Este ganadero ha encontrado, es verdad, la dulzura el grado sumo, en la misma medida que ha perdido la fuerza y la codicia. Se devolvieron dos, pero pudieron ser m¨¢s. Todos, eso s¨ª, bondadosos, cari?osos, cordiales y afectuosos. Pero eso es un suced¨¢neo del toro bravo.
Al final, triunf¨® Manuel Jes¨²s El Cid con el mejor de la tarde, el sexto, pero, antes, hubo toreo a la ver¨®nica de alta escuela, magn¨ªfico regalo de la terna, en tiempos de tanta sequ¨ªa capoteadora.
Se luci¨®, dicho queda, Aparicio; despu¨¦s, Morante recibi¨® a su primero con una suav¨ªsimas ver¨®nicas, pre?adas de empaque, y, de nuevo, volvi¨® a enloquecer a la plaza con el segundo sobrero que hizo quinto, al que le oblig¨® a embestir en unos apasionados capotazos que supieron a gloria bendita. Y tambi¨¦n El Cid protagoniz¨® un quite de dos ver¨®nicas extraordinarias en su primero, y volvi¨® a lucirse a la salida del sexto.
El resto del festejo s¨®lo tuvo la historia de Manuel Jes¨²s con el ¨²ltimo, que embisti¨® con largura y fijeza, y al que entendi¨® por el lado derecho con muletazos hondos y emotivos, en una labor presidida por el temple y la ligaz¨®n. Falt¨® la codicia del toro por el lado izquierdo, para que el triunfo hubiera sido grande.
De todos modos, el gran triunfador fue ayer Julio Aparicio; y, con ¨¦l, triunfamos todos, porque la fiesta se alegra de su buena suerte.
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