La vida en Downing Street puede esperar
Samantha Cameron es la primera dama m¨¢s joven de los dos ¨²ltimos siglos - No se mudar¨¢n hasta el oto?o
Arist¨®crata criada en una mansi¨®n campestre del este de Inglaterra y hoy todav¨ªa residente en el barrio de Notting Hill, basti¨®n de la gente guapa de Londres, Samantha Cameron prepara el traslado a una nueva vivienda familiar, de dimensiones m¨¢s modestas para sus par¨¢metros habituales. Aunque se trate de una de las direcciones m¨¢s famosas del pa¨ªs. El 11 de Downing Street -y no el n¨²mero 10, lugar de trabajo de su marido, el primer ministro- aloja en su piso superior un apartamento de cuatro habitaciones, sal¨®n y cocina que los Cameron y sus dos hijos ocupar¨¢n desde finales del verano. Con otro beb¨¦ en camino y el curso escolar de Nancy (6 a?os) y Elwen (4), la esposa de David Cameron ha retrasado unos meses la mudanza hacia lo que ha calificado de "mi nueva vida".
Su marido, el nuevo primer ministro, asegura: "es mi arma secreta"
Esa etapa ya arranc¨® en realidad desde que el dirigente conservador se hizo con la llave del gobierno tras cerrar un pacto de coalici¨®n con los liberal dem¨®cratas. Samantha anunci¨® de inmediato que abandonaba el trabajo a jornada completa en una firma de art¨ªculos de lujo -Smythson, entre cuya clientela figura la mism¨ªsima Isabel II- y el consiguiente sueldo anual de 463.000 euros. Hasta entonces, ganaba m¨¢s que su marido. Ahora se limitar¨¢ a una asesor¨ªa dos veces por semana, finiquitando 14 a?os de carrera como directora creativa que se tradujo, por ejemplo, en el dise?o del bolso Nancy, con un precio de venta de 1.160 euros. El mismo paso que diera en su d¨ªa Sarah Brown al dejar la compa?¨ªa de relaciones p¨²blicas que ella misma hab¨ªa fundado para volcarse en Gordon, sus hijos y varias obras caritativas. Cherie Blair se neg¨® en rotundo a guardar la toga de abogada cuando su marido Tony desembarc¨® en el gobierno, pero sus sucesoras no le han tomado el testigo.
Samantha Cameron se perfila como una primera dama de corte cl¨¢sico, el soporte del gobernante y de su carrera, si bien su futura maternidad le permitir¨¢ dosificar la participaci¨®n en actos oficiales. Alta, elegante aunque nada altiva, con una belleza muy a la inglesa, ella fue uno de los activos de la campa?a tory gracias a una simpat¨ªa y calidez que tanto contrasta con su privilegiado pedigr¨ª.
Cameron quer¨ªa proyectar la imagen de una familia moderna y normal, como tantas otras, y ella le ayud¨® a dibujarla. La prensa le ha impuesto el apodo de Sam Cam para simbolizar la simbiosis familiar y pol¨ªtica del t¨¢ndem. Su marido la define como "mi arma secreta". La pareja se conoci¨® cuando Samantha, la hija de un bar¨®n descendiente de Carlos II, estudiaba Bellas Artes en la Polit¨¦cnica de Bristol, una ¨¦poca en la que forj¨® amistades bohemias y se tatu¨® un delf¨ªn en el tobillo derecho. Fue ella la que ampli¨® los restringidos y elitistas c¨ªrculos en los que se mov¨ªa David Cameron, un joven serio que trabajaba a las ¨®rdenes del entonces ministro de Econom¨ªa, el conservador Norman Lamont. Se casaron en 1996, tuvieron tres hijos y compartieron la tragedia de perder al mayor, Ivan, aquejado de par¨¢lisis cerebral y epilepsia. El pr¨®ximo oto?o esperan la llegada del cuarto hijo, cuando toda la familia ya est¨¦ alojada definitivamente en Downing Street.
Si la nueva legislatura se presenta cargada de an¨¢lisis pol¨ªticos sobre los vaivenes de la coalici¨®n, la prensa rosa se frota las manos ante el mar de posibilidades que brinda Samantha, de 39 a?os. La esposa del primer ministro m¨¢s joven de los dos ¨²ltimos siglos, la atractiva percha para un vestuario que combina h¨¢bilmente marcas exclusivas con piezas accesibles a cualquier bolsillo ejercer¨¢, a partir de ahora, de escaparate de la mejor moda brit¨¢nica. Pronto llegar¨¢n las comparaciones con Carla Bruni o con Michelle Obama, y no s¨®lo en el terreno de los trapos y la frivolidad. Porque si Samantha Cameron aparece mucho m¨¢s contenida p¨²blicamente que las primeras damas de Francia y Estados Unidos, al igual que ellas ejerce sus buenas dosis de influencia sobre el marido. El propio jefe de gobierno brit¨¢nico lo ha repetido en numerosas ocasiones: los consejos de Sam Cam son los que siempre atiende en primer lugar.
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