La revancha de los 'malditos'
En Hollywood, lo normal es tirar por lo f¨¢cil. ?Un gal¨¢n? Brad Pitt. ?Un tipo duro? Bruce Willis. ?Drama? Sean Penn. ?Legendario? Robert De Niro. ?Un c¨®mico? Jim Carrey. La cosa se complica cuando el guapo quiere adem¨¢s ser tomado en serio, el c¨®mico quiere hacer llorar, y la leyenda, seguir viva. Los nombres siguen siendo los mismos, parte de la misma lista. Sin embargo hay m¨¢s que eso en el mercado. Est¨¢ esa otra generaci¨®n de actores, la de los malditos, buenos, muy buenos, pero en los que nadie piensa de primeras ni como galanes ni como leyendas, ni tan siquiera para un dram¨®n. Porque ya no son tan j¨®venes, ni tan guapos, aunque tengan m¨¢s carisma que muchos, o porque son tan buenos actores que sirven para un roto y un descosido, porque, en fin, son dif¨ªciles de encasillar en un medio al que le encanta poner etiquetas. Actores como Woody Harrelson, Jeff Bridges, Robert Downey Jr. o Kiefer Sutherland, cada uno en su estilo estrellas desde que nacieron, pero a los que la industria no ha sido capaz de reconocer como deb¨ªa hasta que no tuvo m¨¢s remedio. En el caso de Bridges, con un Oscar a una estrella demasiado buena para una industria tan mediocre como el cine. O en el de Robert Downey Jr., con el aplauso millonario de un p¨²blico que ha hecho del int¨¦rprete maldito el actor de moda, protagonista del ¨²ltimo taquillazo Iron man II. Kiefer Sutherland es el rey de la acci¨®n en televisi¨®n, medio al que dio calidad. Y Woody Harrelson porque finalmente est¨¢ de vuelta en las listas de los directores de reparto como esa estrella en la que siempre se puede confiar para encarnar el rostro de una Am¨¦rica que s¨ª existe.
Son espec¨ªmenes dif¨ªciles de encasillar en un medio al que le encanta poner etiquetas
Una industria miope no les ha reconocido hasta que no ha tenido m¨¢s remedio
Woody Harrelson
Contra todo pron¨®stico
"No s¨¦ muy bien cu¨¢l es mi imagen. O no s¨¦ si lo quiero saber. De hippy, supongo", resume con simpleza y sinceridad este actor de 48 a?os. Pocos como ¨¦l han evitado m¨¢s la fama y, sin embargo, en un Hollywood lleno de estrellas predispuestas a la autopromoci¨®n, Harrelson siguen en pie y en mejor forma que nunca, como demuestra su ¨²ltima candidatura al Oscar con The messenger. Aunque muchos le sigan viendo como uno de los actores menos apreciados de su generaci¨®n, ¨¦l tiene las cosas claras. Los hay mejores, los hay m¨¢s divertidos, pero ¨¦l tiene m¨¢s suerte, dice. "Si me hubieras dicho hace 48 a?os que iba a estar aqu¨ª con cinco pel¨ªculas en cartera, te habr¨ªa dicho que era improbable. Pero aqu¨ª sigo", resume de una racha de ¨¦xitos que incluye la cinta indie Bienvenidos a Zombieland y el taquillazo de 2012. Su carrera era improbable, s¨ª. Hijo de una secretaria profundamente religiosa y un adicto al juego separados cuando Harrelson ten¨ªa siete a?os, el joven Woody canaliz¨® su hiperactividad en los deportes, la religi¨®n y, finalmente, en la interpretaci¨®n. Etapas que cumpli¨® mientras su padre entraba y sal¨ªa de la c¨¢rcel hasta que, finalmente, el asesinato de un juez confin¨® a su progenitor entre rejas hasta su muerte en 2007. El actor niega haber tenido una infancia infeliz, pero acepta que "la vida es dura". Sus primeros intentos como actor en Nueva York tampoco fueron sencillos, con 17 trabajos diferentes en un a?o y audiciones en las que alguna vez acab¨® a pu?etazos. Pero habr¨¢ que darle la raz¨®n cuando habla de la suerte porque el papel de Woody Boyd, el barman de Cheers al que le faltaba un hervor, le cay¨® del cielo. Harrelson no s¨®lo llen¨® el hueco dejado por el actor Nicholas Colasanto cuando este falleci¨®, sino que cre¨® uno de los personajes m¨¢s reconocidos de la televisi¨®n. Lo mismo le pas¨® en el cine. Tanto ese tejano con ojos de loco que aterroriz¨® al mundo en Asesinos natos, como su retrato de un magnate del porno en El esc¨¢ndalo de Larry Flynt en la que ser¨ªa su primera candidatura al Oscar, o ese otro rostro del esposo enamorado y avaricioso de Proposici¨®n indecente, fueron reflejo de una madurez como actor que Hollywood prefiri¨® olvidar. Harrelson se encoge de hombros. "Yo soy bastante vago como actor, y en esta industria van primero a Russell Crowe o a Sean Penn, y cuando no los consiguen bajan a una clase B y luego a la C, y as¨ª hasta que me toca el turno", dice m¨¢s divertido que sarc¨¢stico. El reconocimiento al final ha sido inevitable. "Supongo que si te mantienes en esta industria lo suficiente, te conviertes en uno de los venerables. Y yo llevo m¨¢s de 20 a?os trabajando como actor", resume con ese desapego que, como vegetariano y ecologista militante, tiene respecto al sistema de Hollywood.
Jeff Bridges
talento natural
Nunca entendi¨® todos esos art¨ªculos que le definen como el actor menos apreciado de su generaci¨®n. Un int¨¦rprete como la copa de un pino, "el m¨¢s natural", como dijo la m¨ªtica cr¨ªtica Pauline Kael, alguien que f¨ªsicamente vive sus personajes y, sin embargo, siempre es pasado por alto hasta que el ¨²ltimo 7 de marzo puso a Hollywood en pie al recibir, a los 60 a?os, el primer Oscar de su carrera. Tan s¨®lo tres actores -Henry Fonda, Jack Palance y Alan Arkin- tuvieron que esperar tanto desde su primera candidatura para recibir este honor. Jeff Bridges, bonach¨®n, sigue sin entenderlo ni compartirlo. "Lo ¨²nico que busco es la honestidad, con mi trabajo y con mi vida". Hijo de actores y hermano del tambi¨¦n int¨¦rprete Beau Bridges, otro cualquiera, tipo Michael Douglas, ser¨ªa descrito como parte de una dinast¨ªa. No es el caso. De hecho, Bridges ni siquiera quer¨ªa ser actor, aunque a los cuatro meses ya estaba en pantalla gracias a su padre, Lloyd Bridges. "Al contrario de muchos colegas suyos, ¨¦l siempre nos anim¨® a seguir sus pasos", recuerda Bridges, que dedic¨® el Oscar a su progenitor. Porque ¨¦l tambi¨¦n le dio el mejor consejo de su carrera. "No esperes a que mi boca deje de moverse cuando digo mis l¨ªneas. Adem¨¢s escucha lo que te digo", rememora Bridges acerca de sus ensayos juntos. Pese a la recomendaci¨®n, Hollywood se neg¨® a escuchar a Bridges durante a?os. Un actor de reparto con f¨ªsico de estrella que una pel¨ªcula tras otra demostr¨® su val¨ªa, pero cuyo trabajo llegaba a la pantalla con tal naturalidad que no parec¨ªa haber esfuerzo detr¨¢s. Fue candidato por The Last Picture Show cuando s¨®lo ten¨ªa 21 a?os y por Un bot¨ªn de 500.000 d¨®lares, Starman y Candidato al poder m¨¢s tarde antes de conseguir la estatuilla. Tambi¨¦n se ignoraron esos otros papeles por los que mereci¨® los mismos honores, como Los fabulosos Baker Boys o, especialmente, El gran Lebowski. "Mi ¨²nico lamento con este trabajo es que apenas se vio en su estreno", comenta quien se ha convertido en un fen¨®meno cultural gracias a su interpretaci¨®n del mayor fumado de la historia del cine, El Nota. Pero ninguno de los papeles de los que estamos hablando responde al retrato de un artista torturado que tanto gusta en Hollywood. Bridges asiente finalmente. "Quiz¨¢ tengas raz¨®n", admite sobre esa falta de reconocimiento. "Es cierto que nunca pareci¨® que existiera mucho drama o sufrimiento en mi vida", agrega quien lleva casado m¨¢s de tres d¨¦cadas con la fot¨®grafa Susan Bridges. "Pero por supuesto que la lucha est¨¢ ah¨ª, la lucha por ser honesto, por estar a gusto con uno mismo. Lo que pasa es que es una lucha personal", resume, satisfecho en cualquier caso con los resultados. Al fin y al cabo, como resume ¨¦l mismo, hace lo que quiere, y le pagan bien por ello. "No me digas que no tengo una gran carrera", espeta ir¨®nico e irrefutable.
Robert Downey Jr.
la suerte del temerario
Todos los grandes mueren j¨®venes, aunque algunos, como Marlon Brando, mueren grandes pero no j¨®venes. Seg¨²n esa regla, Robert Downey Jr. ten¨ªa todas las papeletas para haber muerto antes de llegar a los 45 a?os que acaba de cumplir. Como una vela consumida por los dos cabos. Nadie dud¨® nunca de su talento, pero su trayectoria ca¨ªa en barrena en un descenso ganado a pulso a base de drogas, c¨¢rcel y empe?o por cavarse su propia tumba. En Hollywood y fuera de la industria. ?l es el primero en reconocerlo. "Estar¨ªa sirviendo mesas de no ser por ella", dijo al recoger su ¨²ltimo galard¨®n, el Globo de Oro al mejor actor por Sherlock Holmes, en referencia a su esposa, la productora Susan Downey. Una nota rom¨¢ntica de un c¨ªnico declarado, que descendi¨® al infierno y regres¨® con m¨¢s fuerza que nunca. Es el tipo al frente de la franquicia m¨¢s esperada del a?o, Iron Man, el actor que ha devuelto a la vida al h¨¦roe de Arthur Conan Doyle en Sherlock Holmes, y el int¨¦rprete cuyo lugar en Hollywood es ahora insustituible. "Hay que confiar en las propias realidades. As¨ª ha sido estos ¨²ltimos a?os. Un momento de superaci¨®n personal. De todos. Porque todos tenemos demonios que combatir", reconoci¨® el actor. Como admite, la diferencia entre su estado actual y el que le llev¨® a generar titulares extracinematogr¨¢ficos durante a?os es que ahora le importa lo que le rodea. Eso, en lo personal. En lo profesional, lo que ha cambiado es que se cans¨® de "pelarse el culo" haciendo pel¨ªculas que nadie iba a ver. "He vivido m¨¢s errores de los que puedo repetir. Soy un experto en relanzar mi vida", admite. De nuevo, el talento nadie se lo niega. Nunca. Este genio hiperactivo fue convincente desde sus primeros trabajos, tanto en Golpe al sue?o americano como en la candidatura que obtuvo por Chaplin reviviendo el genio de Charlot. Robert Altman le describi¨® como "el mejor actor americano" cuando trabaj¨® con ¨¦l en Vidas cruzadas o cuando m¨¢s tarde fue uno de los profesionales que intentaron echarle una mano en su espiral de drogas. Por muy bueno que sea y muchos amigos que tenga, Downey lleg¨® a ser incontratable. Se asom¨® al abismo. S¨®lo le quedaba la sobredosis o la resurrecci¨®n. Y afortunadamente Downey opt¨® por lo segundo sin dejar atr¨¢s nada de ese talento ni de esa energ¨ªa espont¨¢nea que le hace cometer temeridades. Por suerte, ahora s¨®lo en la pantalla. "?Qu¨¦ esperabas? ?Qu¨¦ eso signifique verme en pel¨ªculas serias? Todo mi trabajo es serio, pero ahora adem¨¢s se ve", resume de una carrera en la que pas¨® de ser un actor imposible, incluso en pel¨ªculas independientes, a protagonizar algunas de las producciones m¨¢s caras y taquilleras de la industria actual. ?Su secreto? "Agarrar el toro por los cuernos". ?Y su futuro? "?Qui¨¦n sabe? Se me hace dif¨ªcil pensar de manera lineal", confiesa. No hay intenciones de echar marcha atr¨¢s. Por primera vez en su vida y en su carrera, es un buen momento para ser Robert Downey Jr.
Kiefer Sutherland
Con fuerza
Lo tiene grabado sobre el coraz¨®n. Fuerza. Escrito en caracteres chinos. Uno de los muchos tatuajes que tiene en su cuerpo, que ¨¦l describe como un mapa de sus 43 a?os de vida trazado con tinta y sangre en su piel. Esa fuerza es la que le ha llevado todos estos a?os a luchar. Contra corriente y a veces en exceso, que un poco pendenciero ya es. Pero ah¨ª est¨¢. Con el apellido Sutherland, un porte capaz de encandilar a la novia de Am¨¦rica, esa Julia Roberts por la que los dem¨¢s suspiran, y unos primeros papeles en filmes llenos de rebeld¨ªa como Cuenta conmigo, J¨®venes ocultos, Arma joven o L¨ªnea mortal, Kiefer estaba destinado a grandes cosas. Pero ah¨ª se qued¨®. Kiefer Sutherland era la gran promesa que pinch¨®. Su apellido nunca le sirvi¨® de mucho. Su padre, Donald Sutherland, hizo poco por abrirle las puertas o incluso ver al hijo de su primer matrimonio. Roberts le dej¨® plantado en el altar horas antes de contraer matrimonio con ¨¦l, y lo mismo hizo Hollywood con su futuro. El talento de Kiefer sigui¨® siendo el mismo, pero nadie apost¨® por ¨¦l. "Nunca cej¨¦ en mi empe?o, aunque tengo que reconocer que en ocasiones parec¨ªa un sinsentido", admite. Lo dice sin rencor, capaz de disfrutar de esa segunda oportunidad que encontr¨® cuando menos lo esperaba. "Nunca hab¨ªa pensado en hacer televisi¨®n, pero ahora me doy cuenta de que ha sido una gran educaci¨®n como actor", reconoce el protagonista de 24, serie que durante ocho temporadas ha reescrito lo que significa la acci¨®n en la peque?a pantalla. Su formato fue sorprendente, contada en tiempo real, aunque, como bromea Sutherland, su personaje, el agente Jack Bauer, nunca tiene un momento para una debilidad o siquiera ir al ba?o. Pero la mayor sorpresa fue descubrir que ese actor olvidado era la clave perfecta, capaz de hacer de esta apuesta televisiva un ¨¦xito millonario. "Si no fuera porque todav¨ªa tengo amigos que me llaman Kiefer, pensar¨ªa que mi nombre es Jack", admite lleno de gratitud porque, como ¨¦l mismo reconoce, no estar¨ªa donde est¨¢ de no ser por "el apoyo incre¨ªble" encontrado desde la tantas veces vilipendiada caja tonta. Sutherland quiere que sean sus actos los que den las gracias por ¨¦l. Por eso, junto al realizador Norman Jewison, da clases en el Conservatorio de Cine de su Canad¨¢ natal. Porque quiere ense?ar a los actores que empiezan lo que ¨¦l no descubri¨® hasta mucho m¨¢s tarde: c¨®mo preparar una prueba. "Las audiciones no tienen que ver con cualquier m¨¦todo que aprendas como actor, pero son tu tarjeta de visita, la que te conseguir¨¢ el trabajo", dice este profesor de lujo que disfruta paciente impartiendo esa clase pr¨¢ctica que ¨¦l no tuvo.?
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