Un submundo de lectores
El metro es la ¨²nica opci¨®n para leer de miles de viajeros sin tiempo libre - Un viaje por la 'rep¨²blica subterr¨¢nea de las letras' a cinco d¨ªas de la Feria del Libro
"Me gusta empezar el d¨ªa con la palabra de Dios". En la estaci¨®n de metro Miguel Hern¨¢ndez, que honra al poeta del pueblo en el subsuelo de Vallecas, sentada en un vag¨®n, Delia lee una Biblia en rumano forrada de cuero. Es de Transilvania y trabaja en una perfumer¨ªa del distrito de Moncloa. Son las nueve de la ma?ana del mi¨¦rcoles y el tren avanza por la l¨ªnea azul. Las ruedas chirr¨ªan, los ventiladores zumban sin parar. Delia, una mujer morena, bien arreglada, no se molesta por el ruido. Sigue leyendo el vers¨ªculo quinto del salmo 86: "Que t¨² eres bueno, Se?or, preparado para perdonar, lleno de misericordia para todos los que te llaman".
Sangre en las calles es una novela de vampiros. Alfonso la ha forrado con una hoja de publicidad de colchones. Tiene 28 a?os y es profesor de educaci¨®n especial en un colegio de primaria. Tapa sus libros porque les tiene "bastante aprecio", aunque sean modestos. Alfonso rebusca en las cajas de saldos de las librer¨ªas. "Para ir en el metro prefiero novelas de lectura f¨¢cil", dice. Antes de la historieta de chupasangres ley¨® un librito de Friedrich Engels, Un ensayo sobre la familia. En la estaci¨®n de Sol cambia de tren y coge la l¨ªnea azul hacia Tribunal, donde est¨¢ su colegio. Son las dos y media de la tarde.
En las ciudades espa?olas con m¨¢s de un mill¨®n de habitantes, un 30% de la gente lee en el transporte p¨²blico, seg¨²n el Informe de h¨¢bitos de lectura de 2009, realizado por la Federaci¨®n de Gremios de Editores. Un 7% lee al aire libre.
No hay datos espec¨ªficos sobre la lectura en el metro, pero en una ciudad como Madrid, donde las distancias son grandes y el tiempo es peque?o, solo hay que entrar en un vag¨®n y mirar alrededor para comprobar que leer bajo tierra forma parte de un estilo de vida.
Madrid es la ciudad con el porcentaje de lectores m¨¢s alto: un 64,4% de la gente de la capital lee cada semana, un 10% m¨¢s que la media del resto de Espa?a. Algunos lo hacen c¨®modamente, en la cama, con la lamparita de la mesilla encendida; otros se tienen que conformar con leer en el asiento de un vag¨®n o de pie, con una mano en el libro y otra agarrada a una barra de metal.
Dos millones de personas viajan cada d¨ªa en metro. Pasan el tiempo mirando a los compa?eros de vag¨®n, librando luchas m¨ªnimas por un metro de espacio, oyendo m¨²sica... Y leyendo. Novelas. Peri¨®dicos. Hojas sueltas. Hasta las instrucciones de empleo del extintor: "1. Quitar el precinto de seguridad. 2. Apretar el gatillo y dirigir el producto a la base de la llama". Es la rep¨²blica subterr¨¢nea de las letras.
L¨ªnea verde: un viaje a China. Son las siete de la ma?ana; faltan unos minutos para que el metro se llene y los asientos de pl¨¢stico se conviertan en pepitas de oro. Mar¨ªa Jos¨¦ est¨¢ en un momento de "relax total". Lee una novela de viajes por China sin nadie que la interrumpa. Es enfermera del hospital militar de Carabanchel y tiene dos hijos. "Voy abstra¨ªda, es el ¨²nico rato que tengo para m¨ª. El resto del d¨ªa es para los dem¨¢s", explica. El tren de la l¨ªnea verde se dirige en silencio hacia Casa de Campo y las indicaciones de la mujer del altavoz suenan con claridad: "Pr¨®xima estaci¨®n, Alonso Mart¨ªnez".
"El lunes a las seis menos cuarto de la tarde, Mikael Blomkvist cerr¨® la tapa de su iBook y se levant¨® de la mesa de la cocina de su casa de Bellmansgatan". De camino a la oficina de correos donde trabaja por las tardes, Gemma empieza el cap¨ªtulo siete de La reina en el palacio de las corrientes de aire, el tercer libro de la serie Millenium, de Stieg Larsson. Los otros dos tambi¨¦n los ley¨® en el metro, mejor que en casa, donde el sue?o le gana la partida a las letras cuando se pone en horizontal. "En la cama me duermo enseguida, y a m¨ª me gusta leer cuando soy capaz de seguir bien la historia", afirma esta mujer de 34 a?os, que se pasa en un vag¨®n 10 horas a la semana.
Gemma fue uno de los lectores que se pelearon el a?o pasado por conseguir el bombazo de Larsson en uno de los puestos de Bibliometro, la red de pr¨¦stamo de libros del Ayuntamiento y la Comunidad. "No pasaban ni cinco minutos desde que un usuario lo devolv¨ªa hasta que otro se lo llevaba", cuenta Isabel, bibliotecaria del m¨®dulo de Nuevos Ministerios. Fue el segundo libro m¨¢s le¨ªdo entre los 70.000 abonados de Bibliometro, que en 2005, cuando se cre¨®, ten¨ªa 17.000 lectores.
Schwarzenegger viaja en la l¨ªnea azul. Una chica, sentada, lee un libro del psiquiatra Luis Rojas Marcos titulado La fuerza del optimismo. Tiene la cara triste, o de mucho sue?o (son las ocho de la ma?ana) o de poco optimismo. Un oficinista lee un peri¨®dico gratuito apoyado en la pared del vag¨®n, con unas gafas sin montura empotradas en la frente y una cartera de cuero negra en el suelo atrapada entre sus piernas. Un adolescente completa un ejercicio en su libro de ingl¨¦s.
Est¨¢ en la lecci¨®n siete: How to get to the top (c¨®mo llegar alto), ilustrada con una foto de Arnold Schwarzenegger en el papel de Terminator , subido a una Harley Davidson. En otra esquina del tren, C¨¦sar le escribe un poema a su novia. "Todos los d¨ªas le escribo uno en el metro y se lo mando por SMS", dice este t¨¦cnico de 37 a?os del Canal de Isabel II. "Hoy se me ha ocurrido empezar cada l¨ªnea por una nota del 'do re mi fa so la si'. El primer verso es 'Domina mi...' y le voy a poner 'mi pensamiento, o mi raz¨®n". Su novia, Loli, vive en M¨¢laga desde hace tres a?os. En estos instantes, mientras concibe el poema, C¨¦sar escucha un recopilatorio de la tuna.
Cambiando de vag¨®n y siguiendo la l¨ªnea azul hacia Valdecarros, se puede leer un ejemplo de poes¨ªa m¨¢s profesional. Un c¨¢ntico espiritual de San Juan de la Cruz. Es uno de los 9.000 adhesivos pegados por el metro dentro de la campa?a de promoci¨®n de la lectura Leer en la calle. Dice: "Nuestro lecho florido / de cuevas de leones enlazado / en p¨²rpura tendido / de paz edificado / de mil escudos de oro coronado". Puede que un d¨ªa a Loli le lleguen estos versos a su m¨®vil y se rompa de amor (o llame a C¨¦sar para saber si se encuentra bien).
'Amores culpables' en la l¨ªnea amarilla. Bernardo est¨¢ bien equipado. Lleva un iPhone y unos cascos con un iPod acoplado, o sea, un m¨®vil con muchas funciones y un aparato de m¨²sica, respectivamente. Estudiante de la Universidad Complutense y trabajador del Museo del Prado, Bernardo, de pie en un tren de la l¨ªnea amarilla, mira su tel¨¦fono con la cabeza baja y mueve el dedo en peque?as sacudidas: tuit, tuit, tuit. Est¨¢ leyendo su Twitter, un servicio de Internet para intercambiar mensajes de menos de 140 palabras. "Desde que tengo este m¨®vil leo menos libros en el metro", explica. "Prefiero leer cosas cortas, de dos o tres l¨ªneas".
Dos horas antes, a las 10 de la ma?ana en la misma estaci¨®n, una estudiante de periodismo ojea un manojo de apuntes te¨®ricos sobre lo que practica Bernardo: tecnolog¨ªa de la informaci¨®n. Irene, de 22 a?os, exprim¨ªa otra de las funciones del metro: estudiar hasta llegar a las puertas de la facultad. En la ¨¦poca de ex¨¢menes deja el coche en casa y viaja en metro para apurar el tiempo estudiando. El mi¨¦rcoles se aprendi¨® "cuatro temitas" entre Delicias y Moncloa. Esa ma?ana ten¨ªa que explicar a su profesor qu¨¦ significa tuit, tuit.
Moncloa es una parada multitudinaria. All¨ª se cruzan el metro y una estaci¨®n de autobuses que une el centro de Madrid con la periferia. Este hecho explica la cantidad de novelas rom¨¢nticas que hay en el quiosco de prensa del lugar, seg¨²n su encargada, Mari Carmen Cordero, con m¨¢s de tres a?os de experiencia en el puesto: "Hay muchas latinoamericanas que cogen aqu¨ª el autob¨²s para ir a servir a casas de Las Rozas o de Galapagar, y les gustan mucho estos libros. ?Se los llevan de cinco en cinco!". Las novelitas cuestan unos tres euros, son breves y tienen t¨ªtulos como Amores culpables, De camarera a princesa o El matrimonio ten¨ªa un precio. Suelen empezar con fuerza: "Lady Elizabeth Scarlet estaba sentada junto a la ventana, esperando o¨ªr los pasos del camino. Sab¨ªa que Nat Waterhouse ir¨ªa. Siempre acud¨ªa cuando ella lo llamaba".
L¨ªnea roja: una odisea de 1.166 p¨¢ginas. En la parada de Retiro, l¨ªnea roja, Antonio Segovia, un antiguo obrero de la compa?¨ªa Standard El¨¦ctrica, camina por el and¨¦n a las dos de la tarde con una odisea de 1.166 p¨¢ginas bajo el brazo: El quinto d¨ªa se llama, de un tal Frank Sch?tzing. Antonio, un se?or jovial y dicharachero a sus 76 a?os, explica la trama: "Los microorganismos unicelulares del mar se rebelan contra el hombre y lo empiezan a matar; se vengan por todo lo que hemos contaminado. Controlan a los animales para acabar con el g¨¦nero humano: a las ballenas las han hecho agresivas, a las orcas igual, a los delfines lo mismo".
Ha le¨ªdo casi todo el mamotreto y ya est¨¢ en condiciones de avanzar el desenlace: "Parece que al final hay una comunicaci¨®n entre los humanos y los unicelulares y llegan a un acuerdo para que cada uno viva en su mundo, respet¨¢ndose mutuamente. Es decir, que nosotros tenemos que echar menos mierda al mar".
Jos¨¦ Manuel, un inform¨¢tico de 32 a?os, comparte el gusto por la f¨¢bula del se?or Segovia, pero no est¨¢ dispuesto a cogerse una hernia. Desde enero lee en un libro electr¨®nico para huir de objetos tan pesados como el que llevaba el anciano. "La diferencia entre llevar un tocho de libro y llevar esto, que no pesa nada...", compara Jos¨¦ Manuel. En el aparato lleva una novela de un g¨¦nero denominado espada y brujer¨ªa. Dice que no se le cansa la vista porque el texto est¨¢ en "tinta electr¨®nica", y se?ala las ¨²ltimas l¨ªneas de la pantalla: "?Sal¨²dale t¨² mismo! ?Cuando Jagan se entere de esto, te arrancar¨¢ los miembros uno a uno!".
El viernes empezar¨¢n a llegar a la parada del Retiro miles de lectores a buscar literatura en la Feria del Libro. Los espera Pepe, el taquillero de la estaci¨®n. Mientras tanto vigila al personal que intenta colarse de dos en dos, y, cuando puede, lee fragmentos de Yonqui, una novela de William Burroughs. Son las siete de la tarde. Un chaval intenta pasar sin pagar. Pepe, barba recortada, anillo dorado y una pulsera en la mu?eca derecha, sale r¨¢pido de la taquilla y deja la novela donde estaba: "Ten¨ªa que vender diariamente las c¨¢psulas suficientes para comprar la pr¨®xima provisi¨®n de hero¨ªna pura".
Los 10 m¨¢s le¨ªdos
1.
El ni?o con el pijama de rayas, de John Boyne.
2. Los hombres que no amaban a las mujeres, de Stieg Larsson.
3. Un burka por amor: la
emotiva historia de una espa?ola en Afganist¨¢n,
de Reyes Monforte.
4. La soledad de los n¨²meros primos, de Paolo Giordano.
5. Hermanas, de Danielle Steel.
6. Mis soles espl¨¦ndidos,
de Khaled Hosseini.
7. La elegancia del erizo,
de Muriel Barbery.
8. La catedral del mar,
de Ildefonso Falcones.
9. El sari rojo, de Javier Moro.
10. El asombroso viaje de Pomponio Flato, de Eduardo Mendoza.
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