El neoliberalismo y la cat¨¢strofe
No soy partidario de teor¨ªas conspiratorias; eso se queda para otras cabeceras y para otras cat¨¢strofes. No creo en la existencia de logias en la sombra intr¨ªnsecamente malvadas que gobiernen el mundo y que persigan el empobrecimiento de grandes sectores de la poblaci¨®n, pero s¨ª se constata la existencia de leyes inexorables que gobiernan los mercados, que con su actual estructura es sin¨®nimo de neoliberalismo o capitalismo, que llevan a lo mismo.
Para el capitalismo, los mercados o el neoliberalismo, de cualquier manera que lo llamemos, las situaciones de cat¨¢strofe, sea real o percibida, tenga su origen en causas naturales, financieras o pol¨ªticas, se conciben como grandes oportunidades para implantar su programa b¨¢sico: bancos centrales independientes, gasto social reducido, fuerza laboral flexible, reducci¨®n de impuestos, servicios b¨¢sicos privatizados y, obviamente, liberalizaci¨®n del mercado.
Esta crisis se va a llevar por delante a la socialdemocracia europea
Adoptadas ya en Espa?a las medidas de recorte del gasto, asistiremos ahora a la reforma del mercado laboral en un contexto de efecto demostraci¨®n de la rebaja de los sueldos de los funcionarios. Ya existen propuestas acad¨¦micas que apuestan por la suspensi¨®n durante dos a?os de los derechos de los trabajadores. Se reanudan las proclamas por la privatizaci¨®n de los pocos activos del Estado que sobrevivieron a los procesos iniciados por Felipe Gonz¨¢lez y continuados por los gobiernos Aznar que, por citar un ejemplo, han dejado al Reino sin una banca p¨²blica con la que hacer frente a la crisis de cr¨¦dito. En cuanto a los servicios b¨¢sicos, basta con mirar los procesos de privatizaci¨®n de la Sanidad en Madrid o Valencia, con el consiguiente deterioro de la atenci¨®n, o la aproximaci¨®n del sistema educativo al cheque escolar que supone la aplicaci¨®n en estas comunidades del r¨¦gimen de conciertos.
Me dir¨¢n que el pron¨®stico no es real, que ¨²nicamente se ha recortado el gasto p¨²blico, que s¨®lo se ha actuado para procurar la consolidaci¨®n fiscal que nos exig¨ªan los mercados. Pues bien, no es as¨ª; lo que los mercados nos exigen no es la reducci¨®n del d¨¦ficit, es lo que llaman credibilidad y esto no es sino un eufemismo del programa b¨¢sico del neoliberalismo. Una prueba: para reducir el d¨¦ficit fiscal se puede actuar por v¨ªa de aumentar los ingresos, recuperar los impuestos sobre Patrimonio y Sucesiones y Donaciones, actuar sobre el Impuesto sobre la Renta y el de Sociedades y, sobre todo, luchar contra el fraude fiscal. Se puede actuar sobre el gasto, reduciendo el gasto militar y las inversiones en armamento, eliminando las exenciones fiscales a los premios de la loter¨ªa, eliminando la subvenci¨®n a la Iglesia, suprimiendo el FROB de saneamiento bancario. Todo ello no es imposible, sino una mera decisi¨®n pol¨ªtica, pero estas medidas, que son suficientes para procurar el equilibrio presupuestario, no lo son para la "credibilidad" que nos exigen los mercados. Por eso, no las ha adoptado el presunto Gobierno de izquierda que pod¨ªa haber evitado el recorte de derechos y el recorte en inversi¨®n con el consiguiente recorte en el crecimiento.
Otra prueba. La reforma laboral que tambi¨¦n se nos impone va dirigida a la flexibilizaci¨®n, en particular a generalizar las cl¨¢usulas de descuelgue o, lo que es lo mismo, a la desnormativizaci¨®n de los convenios colectivos, que es la mayor conquista del movimiento obrero desde el siglo XIX. El efecto demostraci¨®n de la rebaja de los sueldos de los funcionarios p¨²blicos llevar¨¢ a la p¨¦rdida de derechos de los trabajadores y a ahondar en la pol¨ªtica de competir reduciendo costes sociales y no aumentando la productividad por la v¨ªa de asegurar un empleo de calidad.
Otra. Las grandes crisis de este siglo se han resuelto mediante el crecimiento del sector p¨²blico y el pago de la deuda en periodos largos, incluso durante 30 a?os, en el caso de EE UU en la crisis de los a?os treinta, no mediante un ajuste fiscal repentino.
Esta situaci¨®n no responde a una conspiraci¨®n; s¨®lo es producto de un sistema en el que los mercados en manos privadas, liberados del poder pol¨ªtico p¨²blico, buscan el beneficio de las empresas de cuyo accionariado son titulares a trav¨¦s de los fondos de inversi¨®n o directamente de los propios fondos, con apuestas a la baja a corto plazo, sin tener en cuenta el sufrimiento que imponen a much¨ªsima gente.
Si alg¨²n pol¨ªtico ha comprendido la magnitud de la crisis ha sido Rodr¨ªguez Zapatero, que asisti¨® a las reuniones de hace un par de a?os del G-20. All¨ª asisti¨® a las decisiones de los estados de endeudarse para salvar a los grandes bancos, compa?¨ªas de seguros y fondos de inversi¨®n, causantes de la recesi¨®n. All¨ª asisti¨® a la inoperancia de los estados para prevenir otra situaci¨®n como la actual, inoperancia para reestructurar el sector financiero. Ahora asiste a que aquellos que se salvaron con el dinero de los contribuyentes acusen a los estados de derrochadores y les impongan penas y tasas. Zapatero ha comprendido que la socialdemocracia es in¨²til para defendernos de la fiera. Ha comprendido que jugar en el campo marcado por el neoliberalismo o por la derecha lleva a aceptar las leyes inexorables del capitalismo. Ha comprendido que esta crisis se va a llevar por delante a la socialdemocracia europea, que, renunciando a sus se?as de identidad, se ha quedado colgando de la brocha.
Mientras tanto, Rajoy propone eliminar las subvenciones a los partidos pol¨ªticos; claro, ellos tienen la G¨¹rtel.
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