Complejidad y simpleza del 'caso Garz¨®n'
Lamentablemente, Garz¨®n ha sido descabalgado. ?Moment¨¢nea o definitivamente? "Suspensi¨®n cautelar", dice la resoluci¨®n correspondiente. Qu¨¦ palabras tan suaves para un golpe tan bajo. Enorme alegr¨ªa para los torturadores pinochetistas, inmensa satisfacci¨®n para los secuestradores y asesinos argentinos, brindis con champ¨¢n para los corruptos g¨¹rtelianos y sus valedores, empe?ados en asegurarles la impunidad. Consternaci¨®n y desesperanza para las v¨ªctimas del franquismo que aspiran a recuperar los restos de sus seres queridos que todav¨ªa yacen en fosas comunes y clandestinas.
Inevitable complejidad del caso, por una parte, frente a una pavorosa y descarnada simplicidad, por otra. La complejidad se deriva de interpretaciones muy diferentes del derecho y la moral. Una complejidad de suficiente magnitud para que las actuaciones del juez sean, al mismo tiempo, oficialmente reprobadas por determinadas instancias judiciales y a la vez en¨¦rgicamente defendidas por otros jueces y fiscales, nacionales y extranjeros, as¨ª como por destacados miembros de la comunidad acad¨¦mica nacional e internacional, que rechazan, con amplia argumentaci¨®n jur¨ªdica, la posibilidad de imputarle el delito de prevaricaci¨®n.
Hay quien no le perdona su investigaci¨®n sobre la trama G¨¹rtel
Espa?a, seg¨²n la ONU, tiene el r¨¦cord de cad¨¢veres no identificados
Nunca se repetir¨¢n suficientemente estos tres hechos concurrentes: primero, que la fiscal¨ªa no aprecia delito alguno y, en consecuencia, no formula acusaci¨®n, oponi¨¦ndose tenazmente al procesamiento. Segundo, que tres magistrados de la Audiencia Nacional compartieron en su voto particular la interpretaci¨®n del juez ahora acusado, posici¨®n favorable a su competencia para instruir la investigaci¨®n sobre los miles de delitos de desaparici¨®n forzada producidos durante la Guerra Civil. Y tercero, que posteriormente alg¨²n juzgado local al que se atribuy¨® la competencia declin¨® asumirla, por entender -como Garz¨®n- que esta correspond¨ªa precisamente a la Audiencia Nacional.
Resulta evidente, por tanto, la diversidad de enfoques posibles entre jueces honrados y, en consecuencia, la inherente complejidad de la cuesti¨®n. Pero numerosos juristas en Espa?a y en el mundo niegan rotundamente que el juez haya incurrido en esa flagrante injusticia, un¨ªvoca, deliberada, evidente, da?ina y severamente punible que implica el grave delito de prevaricaci¨®n. Como resumen de tales argumentos, podemos concentrar su idea central com¨²n recogiendo este pronunciamiento de la profesora Araceli Manj¨®n-Cabeza, tras su exhaustivo an¨¢lisis, rigurosamente legalista. Su conclusi¨®n es esta: "Prevaricaci¨®n ninguna, incluso si algunas de sus actuaciones pudieran tildarse de err¨®neas" (diario La Ley, 23 de marzo de 2010).
Pero, junto a esta complejidad interpretativa, filos¨®fica, moral, doctrinal, te¨®rica y pr¨¢ctica (tan dif¨ªcilmente compatible con el delito de prevaricaci¨®n), surge el segundo ingrediente: la rotunda evidencia y pat¨¦tica simplicidad del factor central que motiva la situaci¨®n actual. Y ese factor, de deslumbrante sencillez, no es otro que el ansia clamorosa y febril de muy poderosos sectores por eliminar del escenario judicial precisamente a aquel juez que se ha enfrentado a las m¨¢s caracterizadas
siguientefuerzas delictivas del escenario pol¨ªtico, econ¨®mico y social.
En t¨¦rminos humanamente realistas, no se puede pretender que un magistrado act¨²e como viene haci¨¦ndolo el juez Garz¨®n desde hace d¨¦cadas sin pagar por ello un alto precio. Nadie puede enfrentarse con probada eficacia como hizo este magistrado contra el GAL, contra la trama G¨¹rtel, contra ETA, contra los comandos operativos de esta y contra su complejo aparato pol¨ªtico-militar (con impresionantes resultados); no se puede proceder impunemente contra los narcotraficantes gallegos y colombianos, contra los mafiosos italianos, contra los grandes blanqueadores de dinero negro en Espa?a y su conexi¨®n con para¨ªsos fiscales pr¨®ximos y lejanos; ni encerrar a un b¨¢rbaro dictador latinoamericano considerado universalmente como intocable (caso Pinochet, a?os 1998-2000), ni procesar a la serie de asesinos y torturadores argentinos y chilenos hoy encarcelados en sus pa¨ªses respectivos, en gran parte gracias a los autos dictados por el juez Garz¨®n desde 1996; nadie puede, en una palabra, sacudir tan fuerte y en tantas direcciones saliendo indemne de todas ellas. Nadie puede atreverse a tanto sin pagar por ello, antes o despu¨¦s.
Nadie puede labrarse una trayectoria con tantos contundentes aciertos (incluso con los inseparables errores que acompa?an a la acci¨®n humana) sin ser castigado por tan desmesurada osad¨ªa. No resulta posible que alguien se meta en tantos y tan venenosos jardines sin ganarse una larga serie de enemigos mortales, aqu¨ª y fuera de aqu¨ª, en el ¨¢mbito pol¨ªtico y tambi¨¦n en el judicial, en el partido del Gobierno y en el de la oposici¨®n, en las filas terroristas, mafiosas, corruptas y dem¨¢s diversas cala?as, salvando las distancias de sus muy distintos niveles de criminalidad, sin olvidar las tramas madrile?as, valencianas y de otras latitudes, en muy distintas ¨¢reas del negocio de la corrupci¨®n aleda?a al poder. Fuerzas delictivas de toda laya que, antes o despu¨¦s, tropezaron, para su desgracia, con la resuelta -y muchas veces arriesgada y comprometida- ejecutoria del juez Garz¨®n. Arriesgada, comprometida y cara. La entereza ten¨ªa un precio. Y un precio muy caro, que ahora se le hace pagar.
Se?alemos, por otra parte, que en su d¨ªa la ONU record¨® a Espa?a que seguimos manteniendo un triste r¨¦cord de dudoso m¨¦rito: el mayor n¨²mero de cad¨¢veres no identificados e ilegalmente enterrados, superior a los existentes en cualquier otro pa¨ªs de nuestro entorno. Fen¨®meno ya dif¨ªcilmente tolerable por su contumaz persistencia siete d¨¦cadas despu¨¦s del drama que lo gener¨®. M¨¢s de 100.000 v¨ªctimas secuestradas, asesinadas y desaparecidas en la m¨¢s flagrante ilegalidad (sin juicio, sin defensa, sin certificado de defunci¨®n) se inclu¨ªan en las listas aportadas por Garz¨®n cuando este se declar¨® competente para tal investigaci¨®n. A este crimen (secuestro, asesinato y entierro clandestino) el actual derecho internacional le llama "delito de desaparici¨®n forzada", definido y asumido como tal por la ONU con car¨¢cter de crimen de lesa humanidad no prescriptible.
Este criterio jur¨ªdico, de amplio predicamento desde hace d¨¦cadas, est¨¢ permitiendo en otros pa¨ªses juzgar y castigar a numerosos secuestradores, torturadores y asesinos por delitos cometidos d¨¦cadas atr¨¢s. Aqu¨ª, en cambio, no se pretend¨ªa ya encarcelar a nadie, sino establecer unas ¨¢reas importantes de la verdad hist¨®rica, y de una digna y justa reparaci¨®n. Sin embargo, la existencia de esa figura jur¨ªdica, que ya cuenta con una jurisprudencia internacional, es sistem¨¢ticamente ignorada por la ruidosa jaur¨ªa que ha acorralado a Garz¨®n, busc¨¢ndole con ansia la yugular. Necesitan ignorar ese decisivo dato -con toda su carga jur¨ªdica y jurisprudencial- para poder mantener su injusta acusaci¨®n.
Nadie fuera de Espa?a lo comprende. En cambio, aqu¨ª, un gran n¨²mero de ciudadanos lo comprenden demasiado bien. Frente al letal argumento de sus enemigos -prevaricaci¨®n y punto-, para numerosos espa?oles el factor clave que subyace tras la suspensi¨®n de Garz¨®n es muy distinto: G¨¹rtel y punto. Es mucho lo que algunos no le perdonan, pero en la coyuntura presente, si hay algo que no le perdonan por encima de cualquier otro factor es precisamente este: su eficaz investigaci¨®n sobre la escandalosa trama de la corrupci¨®n. He ah¨ª el m¨¢ximo motivo de algunos para triturarle, y no la inexistente prevaricaci¨®n.
Prudencio Garc¨ªa es profesor del Instituto Universitario Guti¨¦rrez Mellado de la UNED. Fellow del IUS de Chicago.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.