El mito de la adicci¨®n a Internet
La Red no crea patolog¨ªas, canaliza problemas existentes - EE UU lo excluye como trastorno - Hace 15 a?os un psic¨®logo cre¨® en broma el t¨¦rmino
En un d¨ªa cualquiera de 1995 al psiquiatra Ivan Goldberg, afincado en Nueva York, se le ocurri¨® gastar una broma. Hab¨ªa le¨ªdo la cuarta edici¨®n del Manual diagn¨®stico y estad¨ªstico de trastornos mentales (DSM, en ingl¨¦s), la Biblia de la psiquiatr¨ªa moderna, y decidi¨® animarse con una parodia. Se invent¨® una enfermedad.
La llam¨® "desorden de adicci¨®n a Internet" (IAD, en ingl¨¦s). Describi¨® sus s¨ªntomas y lo colg¨®, c¨®mo no, en su discreto portal de Internet, hoy a¨²n disponible. Habl¨® de ansiedad, de necesidad de conectarse horas y horas, y de movimiento involuntario de los dedos para teclear. Incluso animaba a crear un grupo de ciberadictos an¨®nimos. Probablemente lanz¨® unas carcajadas antes de publicarlo.
La sorpresa lleg¨® d¨ªas despu¨¦s. Recibi¨® decenas de mensajes de gente que se identificaba con el problema. Sus colegas de profesi¨®n abrieron un intenso debate. La idea se extendi¨®. Ese mismo a?o, la psic¨®loga Kimberley Young, referente en la materia, fund¨® el Centro para la Recuperaci¨®n de la Adicci¨®n a Internet (netaddiction.com). Los medios comenzaron a hacerse eco. La bola de nieve ya era demasiado grande para detenerla.
Quince a?os despu¨¦s, la pol¨¦mica contin¨²a, aunque desinflada. Cada vez m¨¢s expertos se niegan a admitir esta patolog¨ªa.
"En 25 a?os de profesi¨®n no he conocido ni un solo paciente que la tenga. Es como hablar de adictos al tel¨¦fono, no tiene sentido", asegura Jos¨¦ Miguel Gaona, m¨¦dico psiquiatra especializado en adicciones y doctor en Medicina por la Universidad Complutense de Madrid.
El ¨²ltimo borrador del DSM, elaborado por la Asociaci¨®n Americana de Psiquiatr¨ªa, vuelve a excluir la dependencia de Internet como trastorno de conducta. No hay ninguna evidencia cient¨ªfica.
Goldberg, el bromista, intent¨® aclarar el entuerto en el a?o 1997. "Si extendemos el concepto de adicci¨®n para incluir todo aquello que la gente hace en exceso, tendr¨ªamos que aplicarlo a leer libros, a hacer ejercicio, a hablar con la gente...", declar¨® a la revista The New Yorker. Pero la broma sigue viva.Desde 1996, decenas de estudios han intentado demostrar sin ¨¦xito la existencia de la adicci¨®n a Internet. El ¨²ltimo viene de Reino Unido. Seg¨²n investigadores de la Universidad de Leeds, el 1,2% de la poblaci¨®n europea entre 16 y 51 a?os vive enganchada. Su droga: conectarse demasiado tiempo e ignorar otros aspectos de la vida. Aseguran, adem¨¢s, que muchos de ellos sufren depresi¨®n. Pero hay un problema. "No sabemos qu¨¦ ocurre primero, si la gente deprimida acude a Internet o es esta la que produce depresi¨®n", se pregunta Catriona Morrison, autora principal del informe.
La bibliograf¨ªa es extensa. El hospital universitario de Kaohsiung (Taiw¨¢n) revel¨® recientemente los resultados tras dos a?os de analizar el comportamiento de adolescentes: un 11% vive obsesionado con la Red. La Universidad de Augusta (EE UU) lo cifr¨® en el 4% en EE UU y el 14% en China. En 2008, la Universidad de Stanford habl¨® del 1%. Vaughan Bell, profesor en el Instituto de psiquiatr¨ªa del Kings College de Londres, afirma que estas investigaciones se basan en encuestas mal dise?adas y muestras insuficientes. "Definen adicci¨®n en funci¨®n del n¨²mero de horas que pasamos online, pero no de las causas que llevan a ello. La gente es adicta a sustancias o actividades, no a un medio de comunicaci¨®n. Decir que soy adicto a Internet es tan absurdo como decir que lo soy a las ondas de radio". Como ¨¦l, varios psic¨®logos y psiquiatras se han dedicado los ¨²ltimos a?os a desmontar mitos. Scott Caplan, profesor en la Universidad de Delaware (EE UU), lleva desde 2002 estudiando la relaci¨®n entre interacci¨®n social e Internet. Sus resultados son reveladores: personas con ansiedad, depresi¨®n y dificultad para socializar tienden a usar m¨¢s Internet y no al rev¨¦s. Es decir, la Red no crea patolog¨ªas sino que canaliza una desviaci¨®n existente. ?Cu¨¢nto tiempo es normal y excesivo delante de la pantalla? Helena Matute, catedr¨¢tica de Psicolog¨ªa de la Universidad de Deusto, fue una de las primeras en Espa?a en publicar un art¨ªculo sobre el tema (en 2003). "Si alguien no puede dejar de entrar en Internet es como si fuera al mismo bar de la esquina todos los d¨ªas. Podr¨ªa ser un problema, pero no una adicci¨®n", escribi¨®. Hoy sostiene la misma postura. "Mucha gente tiene trastornos de conducta, pero en la inmensa mayor¨ªa no se pueden achacar a la Red".
Seg¨²n la Asociaci¨®n para la Investigaci¨®n de Medios de Comunicaci¨®n (AIMC), el 37% de los espa?oles se conecta entre 10 y 30 horas semanales. El 9% lo hace m¨¢s de 60 horas. Los chats y las redes sociales son las actividades m¨¢s populares. Esto ha alimentado un temor: engancharse a Facebook o al Messenger puede perjudicar la socializaci¨®n en persona, la de toda la vida, la saludable. Falso. Diversas investigaciones echan el argumento por tierra. La Universidad de Virginia (EE UU) public¨® una en enero: adolescentes entre 13 y 14 a?os con una vida social offline equilibrada son m¨¢s proclives a utilizar redes sociales entre los 20 y 22 a?os. Las consideran una extensi¨®n normal de su vida. "Hoy los adolescentes tienen una necesidad social de comunicarse. Antes se hac¨ªa en persona o por tel¨¦fono. Ahora se hace por chat. El canal ha cambiado", explica Xavier Carbonell, profesor de Psicolog¨ªa de la Universidad Ramon Llull (Barcelona). Sus propios estudios demuestran que no es posible hablar de adicci¨®n. Ahora analiza el impacto en la conducta de los juegos de rol online.
Aqu¨ª s¨ª existe una reducida, pero fiable, conexi¨®n entre videojuegos violentos y cambios de conducta. Nick Yee, investigador en el Palo Alto Research Center (California), calcula que un jugador medio dedica entre 20 y 22 horas semanales a esta actividad. "Lo ¨²nico seguro es que justo despu¨¦s de concentrarse en un juego violento, algunos adolescentes reaccionan agresivamente, pero no podemos demostrar que aumente su agresividad a largo plazo".
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