Oto?o en mayo
Espa?a qued¨® ayer a un voto de una situaci¨®n que la habr¨ªa acercado a la de Grecia
No es cierto que Zapatero est¨¦ acabado, como le espet¨® ayer Duran Lleida, aunque podr¨ªa haberlo estado si, renunciando de nuevo a ser portavoz de malas noticias, no hubiera planteado las medidas de austeridad que se convalidaban. Algo m¨¢s grave que el fin de la carrera de Zapatero habr¨ªa ocurrido si la formaci¨®n de Duran, con otras minoritarias, no hubieran permitido, con su abstenci¨®n, esa convalidaci¨®n por un solo voto. Sin el plan de reducci¨®n del gasto p¨²blico, la solvencia financiera de Espa?a se hubiera deteriorado r¨¢pidamente hasta situarse en una situaci¨®n similar a la de Grecia, forzando una intervenci¨®n de las autoridades europeas de consecuencias a¨²n m¨¢s dr¨¢sticas y dram¨¢ticas.
Es posible que el pr¨®ximo oto?o se haga evidente que Zapatero se ha quedado sin aliados para sacar adelante los presupuestos para 2011, lo que le obligar¨ªa a elegir entre prorrogar los de este a?o, algo que en plena crisis ser¨ªa prueba de impotencia, o disolver. De momento, el PNV ensay¨® ayer el voto en contra, y CiU lo anunci¨® para la pr¨®xima ocasi¨®n. Este planteamiento de Duran no fue desinteresado: a CiU le puede convenir que Rajoy suceda a Zapatero en La Moncloa poco antes o poco despu¨¦s de las elecciones catalanas de oto?o, que espera ganar, para intercambiar con el PP los apoyos que a ambas formaciones les restar¨ªan para completar mayor¨ªas en los Gobiernos catal¨¢n y espa?ol.
Pero la dureza del portavoz nacionalista ("el problema es usted, se?or Zapatero") no le impidi¨® abrir paso a la convalidaci¨®n mediante la abstenci¨®n, a fin de evitar el mal mayor. Esa coherencia de Duran brill¨® por su ausencia en el discurso de Rajoy, que fue incapaz de explicar por qu¨¦ votaba en contra de unas medidas de austeridad como las que ven¨ªa reclamando. Se aferr¨® a la cuesti¨®n de la congelaci¨®n de las pensiones para rechazar el paquete en su conjunto, lo cual es poco profesional en un aspirante a presidente del Gobierno, que no puede ignorar las consecuencias inmediatas que para la econom¨ªa espa?ola habr¨ªa tenido la no convalidaci¨®n del decreto.
El riesgo de un desastre similar al de Grecia exige una reducci¨®n sustancial e inmediata del gasto p¨²blico, lo que solo se puede cumplir afectando a las grandes partidas: gastos sociales (las pensiones, entre otros), inversi¨®n y sueldos de los funcionarios. Ante una situaci¨®n de emergencia, la rapidez de la respuesta debe ser el criterio principal.
Otros sectores que votaron en contra argumentaron que el acento deber¨ªa situarse en los ingresos antes que en la reducci¨®n del gasto, lo que remite a la opci¨®n por la subida de impuestos. Pero ese planteamiento peca del mismo error: no tiene en cuenta la urgencia de la respuesta para evitar un hundimiento de la solvencia de Espa?a. Es cierto que la estructura fiscal espa?ola es muy d¨¦bil, en parte por su dependencia del ciclo inmobiliario que ha provocado el hundimiento de la recaudaci¨®n con el crash del ladrillo, y en parte porque los Gobiernos vienen dedic¨¢ndose desde 1996 a bajar impuestos y liquidar tributos. El debate tributario tiene su ritmo propio y hay que esperar que esta crisis haya acabado con las fr¨ªvolas rebajas impositivas.
Rajoy fue incoherente, pero no ocult¨® sus cartas: le dijo a Zapatero que no har¨ªa nada que favoreciera su continuidad en La Moncloa. Es un argumento que, le¨ªdo desde el otro lado, significa que har¨ªa cualquier cosa por evitar que siga, lo que le llev¨® a convertir en eje de su discurso la simpleza de que la soluci¨®n de la crisis era cambiar de piloto. Argumento que necesitaba para justificar un comportamiento irresponsable en la votaci¨®n y eximirse de explicar qu¨¦ combinaci¨®n alternativa de recortes propondr¨ªa ¨¦l de estar ya en La Moncloa. Algo que, si un d¨ªa llega a instalarse en ese lugar, le ser¨¢ recordado como ahora se recuerdan a Zapatero sus frivolidades.
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