Retratos misteriosos
Amos Oz re¨²ne en el libro de relatos Escenas de la vida rural ocho historias que transcurren en un lugar asfixiado por sus tensiones existenciales y que en su conjunto forman una novela. Tel Il¨¢n es ese escenario imaginario creado por el escritor que refleja la castigada historia del pueblo de Israel, aunque el autor no lo reconozca
De la mano de Amos Oz, ocho relatos, que, en realidad son ocho retratos misteriosos, se convierten en una novela. La novela de Tel Il¨¢n, una ciudad imaginaria y centenaria, fundada por los pioneros que llegaron antes que el Estado de Israel, una ciudad en declive inexorable atrapada entre la melancol¨ªa, la endogamia y la asfixia ambiental propia de un pa¨ªs con tensiones existenciales permanentes.
A Arie Telnik su mujer le dej¨® en cuatro tiempos. Se fue a San Diego a visitar a una amiga: "De momento no voy a regresar", le dijo por carta. Seis meses despu¨¦s prolong¨® la tregua: "Me quedo alg¨²n tiempo con Telma". M¨¢s tarde, precis¨®: "No tienes por qu¨¦ seguir esper¨¢ndome". Y finalmente concret¨®: "Nuestra maestra espiritual cree que no debemos renunciar la una a la otra". La nueva vida de Telnik consisti¨® en regresar al pueblo a vivir con su nonagenaria madre, con la renta de dos pisos de Haifa. Hasta que "un desconocido que no era desconocido" vino a reclamar unos derechos sobre la casa y acabaron los dos acostados en la cama con la anciana madre: "Todo volver¨¢ a ir bien, querid¨ªsima se?ora, todo volver¨¢ a estar bien, nosotros lo solucionaremos todo".
Escenas de la vida rural
Amos Oz
Traducci¨®n de Raquel Garc¨ªa Lozano
Siruela. Madrid, 2010
168 p¨¢ginas. 16,95 euros
Gili Steiner, la doctora del pueblo, una soltera escu¨¢lida, angulosa, de pelo corto y canoso, rostro severo y gafas cuadradas, espera la llegada de su sobrino, al que quer¨ªa como un hijo, y emprende una carrera de angustias y de celos, en la soledad de la noche, al ver que el chico no ha llegado con el autob¨²s de Tel Aviv.
El ex parlamentario Pesaj Kedem, un jorobado alto, col¨¦rico y vengativo, vive con su hija Raquel, al final del pueblo, en un estado de irritaci¨®n permanente con el mundo, y especialmente con las actuales generaciones de pol¨ªticos. Por las noches se despierta atormentado por unos ruidos que atribuye a Adel, un estudiante ¨¢rabe, apocado, t¨ªmido, pero tambi¨¦n hablador, al que acusa de socavar los cimientos de la casa. Adel vive en un pabell¨®n del patio y ayuda en las tareas dom¨¦sticas.
En medio de los chalets est¨¢ "La Ruina", "como un diente negro en una fila de dientes blancos". Un estorbo para el crecimiento del pueblo. All¨ª habita Batya Rubin, la viuda del escritor Eldad Rubin, un hombre inv¨¢lido en silla de ruedas que escrib¨ªa libros sobre el Holocausto que no hab¨ªa sufrido porque pas¨® toda su vida en Tel Il¨¢n. Si tuviera dinero, dice la hija Yardena, comprar¨ªa la casa y la cerrar¨ªa. De ning¨²n modo vendr¨ªa a vivir aqu¨ª.
El alcalde Benny Avni, hombre alto, delgado, de hombros ca¨ªdos y andares testarudos, recibe en su despacho al joven Adel, que le trae una nota de su mujer: "No te preocupes por m¨ª". Sentado en un banco, "con la mano ensangrentada vendada con el pa?uelo, se abroch¨® el abrigo a causa de la fina lluvia que hab¨ªa comenzado a caer sobre ¨¦l y se puso a esperar a su mujer".
Kobby Ezra, un joven no muy feliz de diecisiete a?os, vive un enamoramiento "confuso y desesperado" de la funcionaria de Correos y bibliotecaria del pueblo, Ada Advash, una divorciada de treinta a?os, "no muy alta, risue?a, rellena y afable". Y acaba "perdido para siempre", porque "todo estaba completamente perdido desde el inicio".
Hace cuatro a?os, el hijo quincea?ero de Dalia y Abraham Levin "entr¨® en el dormitorio de sus padres, se meti¨® debajo de la cama y de dispar¨® en la sien con la pistola de su padre". Dalia y Abraham, acostados aquella noche en la cama, no sab¨ªan que el cuerpo de su hijo se encontraba justo debajo de ellos. Ahora, en una invernal noche de Sabbat, reciben a los vecinos en su casa para cantar salmos conjuntamente.
En fin, Tel Il¨¢n, aqu¨ª son muchos los que tienen deficiencias, porque todos procrean con todos: el hermano con la hermana. El hijo con la madre. Los padres con las hijas. Lo dice "el que fue enviado por la oficina para el desarrollo de las regiones atrasadas" con unas ¨®rdenes bien precisas del gobernador: "Excavar. Desviar. Drenar. Limpiar. Desinfectar. Verter. Remover. Modernizar. Y abrir un nuevo cap¨ªtulo". Los a?os pasaron en silencio. "Quien pueda trabajar que trabaje. Y quien no pueda m¨¢s por favor que se muera. Se acab¨®".
Se acab¨®. Recuerdo de vidas precarias. Memoria de un pueblo arrasado por el progreso. Historias de gente que ya no pod¨ªa m¨¢s. Relatos siempre abiertos, siempre inacabados, testimonio de la complejidad de la econom¨ªa humana de la supervivencia y del deseo. Y del misterio de una tierra prometida, siempre en falta. Im¨¢genes en las que por m¨¢s que Amos Oz lo niegue es inevitable encontrar reflejos de la dura y castigada historia del pueblo de Israel. Y de las ansiedades de una sociedad en guerra eterna.
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