Migraciones a la inversa
Dej¨® Barcelona, su ciudad natal, y vol¨® a Marruecos. No fue un viaje de placer, sino una huida necesaria. Antes, mucho antes de que anunciaran el congelamiento de las pensiones y los ajustes econ¨®micos, Ricard pas¨® meses investigando en qu¨¦ lugar del mundo podr¨ªa vivir dignamente con 450 euros al mes.
Durante el ¨²ltimo lustro, siempre tuvo que escoger entre comer y pagar el alquiler, as¨ª que, simplemente se cans¨®. Se cans¨® de vivir en la incertidumbre, de pedir prestado, de pasar hambre, de las inmundas habitaciones de alquiler que su bolsillo pod¨ªa pagar, de esa precariedad que le alcanz¨® en su edad madura.
Estar desempleado a pocos a?os de aspirar a una jubilaci¨®n no estaba en sus planes, y fue la angustia de sentirse acorralado lo que le forz¨® a comprar un billete sin regreso a Marruecos por 37 euros. ?nicamente se llev¨® una maleta de mano en la que meti¨® algo de ropa, un diario y una gu¨ªa tur¨ªstica que ubicaba la ciudad a la que llegar¨ªa, as¨ª como los sitios para dormir y comer por menos de 400 euros al mes. Quiso llevarse al menos dos maletas m¨¢s, pero tampoco pod¨ªa pagar el sobrepeso que marca la aerol¨ªnea de bajo coste; entonces, se puso toda la ropa que pudo sobre el cuerpo, tanta, que semejaba un hombre gordo.
Desde que vi partir a Ricard, he o¨ªdo de otros, en mejores situaciones, que se han deshecho de las impagables hipotecas para exiliarse en alg¨²n pa¨ªs del Tercer Mundo, donde la vida es m¨¢s barata y donde su jubilaci¨®n les alcanza para vivir decorosamente, y se convierten, por tanto, y muy a su pesar, en inmigrantes.
Ricard se encuentra bien, y a decir por sus mails, le ha regresado la paz de saber que sus necesidades b¨¢sicas est¨¢n resueltas. Todav¨ªa se siente extra?o, pero disfruta su nueva vida, aunque a veces, se pregunta qu¨¦ hace un catal¨¢n criado en la Alta Ribagorza, adicto al barrio G¨°tic, viviendo en un rec¨®ndito lugar de ?frica. Lo mismo se preguntan los lugare?os, que no creen que su nuevo vecino no es un turista, sino un hombre que huye de la pobreza que azota Espa?a, esa Espa?a que, parad¨®jicamente, sigue siendo para muchos africanos el anhelo de libertad.
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