"En los grandes autores rusos no hay espacio para bromas"
A este hombre que ahora tiene 80 a?os y mira desde esta casa espartana de Madrid el ub¨¦rrimo (o nevado, o gris, o primaveral) parque del Retiro, se le apareci¨® la literatura rusa cuando ten¨ªa 12 a?os, y jam¨¢s la ha abandonado. Entonces, Juan Eduardo Z¨²?iga encontr¨® en su casa un libro de Turgueniev, Nido de nobles, una historia de amor, y lo ley¨® "con la boca abierta, absorto, estupefacto". Luego altern¨® la escritura de sus propias novelas con ensayos sobre escritores rusos, y ahora Galaxia Gutenberg / C¨ªrculo de Lectores ha recopilado en un volumen -Desde los bosques nevados- el fruto de su encuentro con esa literatura "en la que hay una seriedad que a nosotros nos extra?a".
En la obra de los grandes escritores rusos del XIX que Z¨²?iga tiene desde hace decenios en su cabecera (Pushkin, Dostoievski, Ch¨¦jov...) "no hay espacio para bromas, nunca encuentras en ellos el producto superficial de una distracci¨®n; es una escritura muy densa, muy entra?ada en el propio escritor. Una seriedad que a los europeos de este lado nos puede extra?ar". Z¨²?iga atribuye esa esencialidad con la que los autores rusos se enfrentan a su propia alma a la propia violencia del clima, "que pasa sin soluci¨®n de continuidad del invierno m¨¢s cruel a la frondosidad casi instant¨¢nea de la primavera".
Invernal Dostoievski
En la primavera, por decirlo as¨ª, estar¨ªa Ant¨®n Ch¨¦jov, por ejemplo, "y en el invierno m¨¢s duro estar¨ªa Dostoievski". Los adora a los dos, y de Dostoievski dice, como si fuera un vecino: "Pobre Dostoievski. Qu¨¦ obra hubiera hecho si hubiera tenido una vida feliz". A lo mejor no hubiera hecho obras tan grandes. "Muy posiblemente". Habla de ellos como si fueran vecinos porque, en efecto, han sido sus convecinos literarios de toda la vida.Lo que es extraordinario, dice ¨¦l, "es que en Espa?a se les siga publicando, queriendo y discutiendo; ahora hay en el mercado ?dos nuevas traducciones de la obra magna de Tolst¨®i, Guerra y paz, y hay editoriales, como Alba, que abordan con ¨¦xito la publicaci¨®n de cl¨¢sicos rusos".
Desata nostalgia, quiz¨¢, esa vitalidad, en relaci¨®n con la dif¨ªcil penetraci¨®n de nuestros propios cl¨¢sicos. "Es que en Rusia recitan la poes¨ªa de Pushkin en las calles, los cl¨¢sicos se aprenden de memoria en las escuelas, y aqu¨ª les hemos ense?ado a los chicos que no importa la poes¨ªa, que eso no es importante para su educaci¨®n".
En la casa de Z¨²?iga (y de su mujer, Felicidad Oqu¨ªn, escritora) hay ahora dos nietos, de 10 y 13 a?os. ?l les habla de "cosas concretas, de c¨®mo hacer gimnasia, de qu¨¦ fue la Revoluci¨®n Francesa; ya tendr¨¢n tiempo de averiguar c¨®mo un chiquillo de esos a?os cay¨® estupefacto ante el encanto de Turgueniev".
Con los a?os, cuando Z¨²?iga puso en orden esa estupefacci¨®n, fueron naciendo estas p¨¢ginas en las que ahora se muestra "la pasi¨®n literaria rusa" de uno de los grandes autores espa?oles de la ¨²ltima parte del siglo XX. "He querido verles en su ¨¢mbito", dice Z¨²?iga, "en las ciudades silenciosas, en sus circunstancias, en su paisaje". Quien toca este libro toca a unos tipos que siguen viviendo en esa vecindad, acaso extra?a para ellos, del Retiro de la Feria.
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