Poes¨ªa sin revoluci¨®n en el Carnegie Hall
Silvio Rodr¨ªguez regresa a Estados Unidos 30 a?os despu¨¦s
No fue una noche pol¨ªtica, aunque las canciones de Silvio Rodr¨ªguez lo sean. "Silvio es poes¨ªa, es Latinoam¨¦rica, es el mundo, es nuestro. Es un maestro y cuando uno acude a escucharle eso es lo ¨²nico que importa. Estoy seguro de que hoy aqu¨ª tambi¨¦n hay gente en contra de la revoluci¨®n y el comunismo pero est¨¢ de acuerdo con la m¨²sica". Armando Mart¨ªnez, de El Salvador, sol¨ªa calentar su existencia, en plena guerra civil en su pa¨ªs, con temas de Silvio Rodr¨ªguez hace ya tres d¨¦cadas. El viernes pasado, precisamente 30 a?os despu¨¦s de que el cantautor cubano pisara Estados Unidos por ¨²ltima vez, cl¨¢sicos imperecederos como Ojal¨¢ o La maza, que le pusieron banda sonora al idealismo y luchas sociales de todo un continente, Latinoam¨¦rica, volvieron a sonar en el Carnegie Hall de Nueva York, emocionando no solo a Armando si no a los 2.800 afortunados que consiguieron entrada para el concierto que abr¨ªa su gira por Estados Unidos.
No hubo alusiones al embargo a Cuba, s¨ª una dedicatoria a cinco presos
Arropado por un p¨²blico en ¨¦xtasis que llor¨®, jale¨® y core¨® al cantautor que le brind¨® sus versos a la revoluci¨®n cubana, Silvio Rodr¨ªguez, de 63 a?os, hizo lo que mejor sabe hacer: cantar. No hubo ni alusiones al embargo contra Cuba, ni peticiones concretas de tinte pol¨ªtico, solo una dedicatoria, a mitad de concierto, expresada de forma elegante y comprensible para quien quisiera entenderla: "Hoy es el cumplea?os de Gerardo Hern¨¢ndez, un hombre que lleva m¨¢s de diez a?os preso, a mi parecer, injustamente. A ¨¦l y a sus cuatro compa?eros, a quienes nosotros los cubanos consideramos nuestros cinco h¨¦roes, les quiero dedicar esta canci¨®n". Y comenz¨® a tocar La canci¨®n del elegido. Por supuesto, el Carnegie Hall se vino abajo, porque aunque el caso de los cinco cubanos presos en Estados Unidos desde hace 11 a?os acusados de espionaje no sea excesivamente conocido, daba igual lo que Silvio cantara, hiciera o dijera: su p¨²blico, que le dedic¨® una larga y emocionante ovaci¨®n en cuanto pis¨® el escenario y no dej¨® de echarle piropos a lo largo del concierto, interrumpi¨¦ndole constantemente, estaba all¨ª para declararle pleites¨ªa a un h¨¦roe musical al que llevaban esperando treinta a?os. Ese es el tiempo que tard¨® en conseguir un visado un artista que no acudi¨® solo: le acompa?aba su esposa, la flautista Niurka Gonz¨¢lez (quien tambi¨¦n se llev¨® m¨¢s de una ovaci¨®n), un guitarrista espectacular, Rachid L¨®pez, Maykel Elizarde al tres, Cesar Bacar¨® al bajo y Oliver Vald¨¦s a la percusi¨®n, que potenciaron con bellos arreglos musicales lo que sus letras y su guitarra expresan perfectamente sin ayuda.
Fuera, con sustanciosa presencia policial, hubo quien protest¨® a favor y en contra de un artista al que tres d¨ªas antes se lo llevaron en volandas tras una rueda de prensa por temor a que su vida corriera peligro. Ajeno al ruido que su presencia caus¨®, el cantautor desgran¨® algunos temas de su nuevo disco, Segunda cita pero sobre todo emocion¨® con las canciones que han hecho so?ar con un mundo mejor a varias generaciones como La era est¨¢ pariendo un coraz¨®n o Sue?o con serpiente. Y aunque como ¨¦l mismo dijo hace unos d¨ªas, quiz¨¢s haya que cambiar "la R de revoluci¨®n por la E de evoluci¨®n", el hombre que hizo poes¨ªa de la lucha demostr¨® ayer que la palabra y la m¨²sica, cuando son universales, nunca envejecen. Al menos, para su p¨²blico.
Babelia
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