Gatillazo en el campo y en las gradas
Los hinchas brit¨¢nicos fueron los m¨¢s ruidosos, hasta que enmudecieron al final
Lo primero: no hubo bomba. Ning¨²n atentado terrorista de ning¨²n tipo. El Mundial de Sud¨¢frica ha generado una gran ansiedad sobre posibles problemas de seguridad, entre ellos el temor de que una c¨¦lula de terroristas isl¨¢micos penetrase por las porosas fronteras del pa¨ªs. Ha habido importantes reuniones sobre el tema este a?o en Z¨²rich entre la polic¨ªa sudafricana, el FBI, Interpol y otros. Y el consenso era que el punto de mayor vulnerabilidad, o el blanco preferido de los hipot¨¦ticos terroristas, ser¨ªa el partido que enfrentar¨ªa a Estados Unidos, el gran Sat¨¢n, con Inglaterra, su primo hermano.
Pues el partido pas¨® sin incidentes, salvo la cat¨¢strofe que sufri¨® el portero ingl¨¦s, Robert Green, art¨ªfice del gol del empate estadounidense. Pero el 1-1 no fue todo culpa del pobre Green, que sufrir¨¢ pesadillas el resto de su vida tras su pifia. Pese a las predicciones de muchos de que Inglaterra era un formidable candidato a ganar este Mundial, el perrito ingl¨¦s no se convirti¨® en el esperado lobo feroz contra los ne¨®fitos norteamericanos.
Esta vez la fe se basa en la admiraci¨®n que despierta Capello
Otra sorpresa fue la relativa ausencia de aficionados de Estados Unidos en las gradas, ya que seg¨²n fuentes oficiales fuera de Sud¨¢frica el mayor n¨²mero de entradas para el Mundial se hab¨ªan comprado en aquel pa¨ªs. Por cada bandera norteamericana parec¨ªa haber 500 inglesas. Y todo el ruido proced¨ªa de los ingleses, hasta que, al avanzar el partido, se fueron callando. Al final, los ingleses se fueron r¨¢pidamente mientras que los estadounidenses se quedaron a ovacionar a su selecci¨®n. La diferencia consiste en que no conocen los rituales del aficionado como los ingleses, que salieron del partido al fr¨ªo de la noche invernal sudafricana profundamente decepcionados. Inglaterra, tenga o no una buena selecci¨®n sobre el papel, empieza cada Mundial con el p¨²blico y la mayor parte de los medios convencidos de que van a ganar, cosa que no han hecho desde 1966. Esta vez la fe se basa ante todo en la admiraci¨®n que despierta entre los ingleses su seleccionador, Fabio Capello.
No deja de ser curioso que el pa¨ªs m¨¢s insular, geogr¨¢fica y psicol¨®gicamente, de Europa, el m¨¢s xen¨®fobo, el orgulloso inventor del f¨²tbol, sea el ¨²nico pa¨ªs grande del mundo futbolero que no tenga ning¨²n problema en contratar un seleccionador extranjero. En Espa?a, Brasil, Alemania, Argentina, Italia, la noci¨®n no se les pasar¨ªa por la cabeza. Pero a los ingleses, s¨ª. Lo cual es un enigma.
Como tambi¨¦n es un enigma el proceso mental seg¨²n el cual Capello aline¨® a un jugador que acababa de sufrir una enfermedad viral (James Milner, que tuvo que ser sustituido en el primer tiempo); a otro, Ledley King, que reci¨¦n sal¨ªa de una lesi¨®n (fue sustituido en el descanso); y a Robert Green, el portero, figura notoria por las calamidades que ha protagonizado en el West Ham.
Es verdad, por otro lado, que hay una abismal carencia de buenos porteros ingleses en este momento. Los de los grandes clubes de la Premier anchester United, Chelsea, Liverpool, Arsenal, Tottenham, Evertontodos son extranjeros. Hace a?os.
Capello, que dijo antes del partido que "exist¨ªa" solo para ganar, es un obseso de la disciplina en defensa. Pero cuando no se puede depender del portero en lo m¨¢s elemental, incluso Don Fabio no tiene nada que hacer.
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