Un guateque de cerveza y literatura
Dubl¨ªn goza a lo grande con la fiesta del Bloomsday en honor de James Joyce y de su obra cumbre, 'Ulises' - Los participantes emulan a los personajes del libro
El 16 de junio de 1904, un escritor en ciernes que respond¨ªa al nombre de James Joyce invit¨® a Nora Barnacle, una atractiva joven que trabajaba como empleada en un hotel de Dubl¨ªn, a dar un paseo por la ciudad. Fue el comienzo de una relaci¨®n que solo se truncar¨ªa con la muerte, pero, sobre todo, aquel paseo fue importante porque en ¨¦l se encerraba el germen de uno de los proyectos novel¨ªsticos m¨¢s ambiciosos de la historia de la literatura universal.
El 16 de junio es el d¨ªa en que se desarrolla toda la acci¨®n del Ulises, novela de m¨¢s de 700 p¨¢ginas considerada la obra cumbre de la prosa en lengua inglesa. A lo largo de una trama que comprende tan solo 24 horas se lleva a cabo un recorrido tan completo de la ciudad de Dubl¨ªn que, al decir de su autor, si alg¨²n d¨ªa una cat¨¢strofe la borrara de la faz de la tierra, su texto ser¨ªa suficiente para reconstruirla en su totalidad tal y como era cuando se public¨® la novela en 1922. A?o tras a?o, y a pesar de las dificultades que planteaba y sigue planteando su lectura, los hechos narrados por Joyce han logrado capturar la imaginaci¨®n de propios y extra?os de tal modo que la acci¨®n ha pasado a convertirse en propiedad de toda la ciudad.
Al autor le gustaban el teatro, los chistes y, sobre todo, o¨ªr y contar una historia
La conmemoraci¨®n encierra una paradoja dif¨ªcil de explicar
Hoy d¨ªa, cuando llega el 16 de junio, son miles los dublineses que se echan a la calle para conmemorar en clave festiva los diversos episodios descritos por James Joyce en el Ulises, en una celebraci¨®n irrepetible conocida como Bloomsday, en honor del protagonista del libro, el afable Leopold Bloom, el m¨¢s com¨²n de los mortales. Adem¨¢s de los dublineses, toman parte en la celebraci¨®n innumerables seguidores del escritor irland¨¦s, procedentes de las m¨¢s remotas partes del mundo.
A Joyce le gustaban el teatro, los chistes, las adivinanzas, los juegos de palabras, las baladas y canciones populares y sobre todo, o¨ªr y contar una buena historia, sin que tuviera demasiada importancia que fuera verdadera o fabulosa. Y quiz¨¢s m¨¢s que nada: vivir y observar la gama de situaciones que surgen mientras un grupo de parroquianos a la antigua da cuenta de una larga serie de tragos en el singular entorno que aporta un pub dublin¨¦s, donde las m¨¢s de las veces no resulta f¨¢cil distinguir la realidad de la fantas¨ªa.
El primer Bloomsday se celebr¨® en 1954, con motivo del cincuentenario del paseo ficticio descrito en la novela. En 2004 se sumaron a Dubl¨ªn numerosas ciudades, con celebraciones parciales, pero nada de ello es comparable a lo que sucede en la capital de Irlanda y sus alrededores, donde el esp¨ªritu del Ulises se apodera de toda una comunidad, en una suma de espect¨¢culos que comprenden desde actos culturales, incluida la lectura completa del texto (realizada en numerosos puntos), dramatizaciones de episodios, paseos callejeros, bailes y toda suerte de actividades presididas por el signo de un abierto desenfadado.
La celebraci¨®n del Bloomsday encierra una paradoja que resulta bastante dif¨ªcil de explicar. El a?o pasado, un reportero del Irish Times recorri¨® los distintos escenarios donde se congregaban los joycianos, debidamente disfrazados con sus trajes eduardianos de ¨¦poca, con un objetivo espec¨ªfico: averiguar qu¨¦ porcentaje de celebrantes hab¨ªa le¨ªdo la novela de principio a fin. El resultado fue cuando menos llamativo: nadie. Tan solo al final de su larga encuesta, el periodista dio con un extranjero, escritor por m¨¢s se?as, aunque no quiso dar su nombre, que s¨ª hab¨ªa le¨ªdo el libro (varias veces). Y fue el desconocido quien le dio la clave. La gente celebra el logro de Joyce, aunque no entienda la parafernalia t¨¦cnica de que se sirve para llevar a cabo su proyecto literario. El logro del irland¨¦s consiste en haber sabido encapsular en el complejo armaz¨®n de su novela el esp¨ªritu de todo un pueblo.
Es posible, pero no cabe la menor duda de que la cosa va m¨¢s all¨¢ del entorno puramente dublin¨¦s: son muchos, cada vez m¨¢s, los que sienten una atracci¨®n dif¨ªcil de explicar por la obra del irland¨¦s, y muchos, cada vez m¨¢s, quienes se acercan hasta Dubl¨ªn para dar testimonio de ello, lo cual ahonda el misterio. Una manera simb¨®lica de sumarse al homenaje es participar en la lectura del texto. Hace unos a?os se qued¨® peque?o el James Joyce Center, donde tradicionalmente ten¨ªa lugar, siendo necesario habilitar un escenario situado en una plaza del c¨¦ntrico barrio de Temple Bar.
De entre quienes vienen de fuera a participar en el fest¨ªn literario ha llamado la atenci¨®n de los irlandeses un improbable grupo de escritores espa?oles que desde hace tres a?os acude imperturbable a Dubl¨ªn a fin de celebrar en espa?ol el d¨ªa del Ulises. Se trata de los Caballeros de la inclasificable Orden del Finnegans, que ayer present¨® en la capital de Irlanda un libro hom¨®nimo en el que rinden (de manera tambi¨¦n inclasificable) homenaje a James Joyce.
Los preparativos de este a?o empezaron hace semanas, con un festival en Phoenix Park, paraje joyciano por excelencia. Desde ¨²ltima hora de ayer, los dublineses ten¨ªan puesta la vista en un elemento que puede darle un vuelco a las celebraciones: la lluvia. En la larga tarde de verano, luc¨ªa un sol esplendoroso. El taxista que me lleva desde el aeropuerto no deja de se?alarlo: "Vamos a tener un Bloomsday glorioso", anuncia feliz, y me pregunta de qu¨¦ pa¨ªs vengo.
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