?Reforma laboral? S¨ª, pero otra
La crisis econ¨®mica no tiene sus causas ni sus respuestas en la regulaci¨®n del mercado de trabajo. En todo caso, la relaci¨®n es inversa, y el mercado de trabajo termina reflejando algunas de las consecuencias y efectos de las crisis.
Las causas -y por tanto, las respuestas- hay que buscarlas en la ca¨ªda en picado de los sectores que propiciaron una burbuja de empleo, en los problemas de liquidez y financiaci¨®n de las empresas, en el colapso de la funci¨®n del sistema financiero y en la falta de confianza de los empresarios, como sucede con los consumidores. Sin olvidar los efectos que la crisis ha provocado en un tejido productivo que tiene grandes debilidades estructurales, que todo el mundo conoce y reconoce, pero que se ignoran deliberadamente en el momento de dise?ar estrategias de salida.
Por tanto, la reforma laboral introducida por el Gobierno no camina en la direcci¨®n correcta, sobre todo porque insiste en la idea de que la regulaci¨®n de las relaciones laborales ha contribuido a empeorar las cosas por su rigidez. Eso no es cierto. En el a?o 2009, en plena recesi¨®n, se hicieron m¨¢s de 13 millones de contratos temporales, y los empleadores no tuvieron especiales problemas para reducir sus plantillas, lo que llev¨® al desempleo a m¨¢s de cuatro millones de personas, mientras que solamente unos 500.000 trabajadores quedaron sujetos a medidas m¨¢s defensivas (suspensi¨®n o reducci¨®n de jornada).
No hay dato que demuestre que los empleadores tuvieron problemas para contratar y despedir, m¨¢s bien todo lo contrario; esa facilidad a la entrada y salida es lo que les llev¨® a anteponer los ajustes de plantilla a las medidas de flexibilidad interna.
Si no se reduce esa flexibilidad, devolviendo la contrataci¨®n temporal a una estricta causalidad, y no se restringe el despido a supuestos de necesidad, nuestros empleadores seguir¨¢n instalados en la cultura de la precariedad, afrontando la crisis mediante reducciones de plantilla, e incluso acudiendo al despido express de trabajadores de poca antig¨¹edad, pues resulta muy barato.
Esta reforma facilita el despido, abarat¨¢ndolo, reduciendo los supuestos actuales de nulidad y socializando parte de la indemnizaci¨®n, lo que no tiene sentido en general.
Pone en evidencia que la orientaci¨®n dada ha sido no solo la de eliminar las garant¨ªas legales sino rebajar las causas por las que la empresa puede echar a sus trabajadores.
No se act¨²a sin embargo con la misma intensidad en lo que a la contrataci¨®n temporal se refiere: no se desvincula el contrato de obra de las contratas y subcontratas -como hubiese sido necesario-, y no se incide sobre la rotaci¨®n de distintos trabajadores en un mismo puesto.
La reforma no es acertada y resulta regresiva. Es ineficaz porque no aborda los problemas reales del mundo laboral. Es injusta socialmente porque hace recaer las consecuencias de la crisis sobre la mayor¨ªa de la poblaci¨®n que no la ha provocado y que padece sus consecuencias, renunciando a que la paguen quienes la han provocado, que adem¨¢s en muchos casos se han enriquecido con ella. Y adem¨¢s, desbarata el sistema de pactos y de acuerdos de empresa, y los subordina al inter¨¦s empresarial, fijado unilateralmente.
En definitiva, medidas laborales s¨ª, pero no las que se han adoptado.
Carlos L. Alfonso es catedr¨¢tico de Derecho del Trabajo y Seguridad Social de la Universidad de Valencia
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