Millonarios en ?frica
Si la religi¨®n era en el siglo XIX el opio del pueblo, el f¨²tbol es hoy una droga de dise?o que se consume en este mundo globalizado casi a la fuerza. Acu?ado con las diversas banderas nacionales, este alucin¨®geno nos concede permiso para no pensar, autorizaci¨®n para gritar y pasaporte al cielo de la victoria o al infierno de la derrota.
No hay forma de escapar de sus efectos. Ya no hay m¨¢s ¨¦pica que la del f¨²tbol, ni m¨¢s h¨¦roe que el deportista en el campo de juego. En este nuevo rito universal se funde el h¨¦roe de las cruzadas, el gladiador del circo romano, se dirimen las contiendas y las guerras del pasado. Los para¨ªsos artificiales del siglo XXI son rectangulares y miden algo menos de una hect¨¢rea. Los objetos m¨¢gicos se han transmutado y el santo Grial resplandeciente se ha convertido en un objeto redondo y a¨¦reo.
El periodismo deportivo, despojado de cualquier valor informativo, asume el papel de los antiguos juglares que pregonan las gestas de sus se?ores. En cada pa¨ªs repiten el mismo rito y en todos parece ¨²nico. Alientan esperanzas, exageran expectativas, llevan al paroxismo el nacionalismo deportivo, tan fugaz que decae ante el menor tropiezo. La prepotencia, el orgullo desmedido es tan exacerbado que si los crey¨¦semos, los equipos del mundo entero en vez de jugar contra la selecci¨®n espa?ola, se rendir¨ªan ante Casillas, depondr¨ªan las armas y entregar¨ªan sus banderas.
Esta vez el escenario escogido es ?frica, que aporta sus claves m¨¢s t¨®picas a este universo paralelo: los dibujos geom¨¦tricos en colores terrosos, los animales salvajes, el estallido de color de sus vestidos, el ritmo de tambores y el sue?o eterno del ni?o descalzo en el descampado que sue?a con ser Messi o Cristiano Ronaldo.
Ni por un momento ?frica deja de ser un puro escenario imaginario aunque algunos me objeten que el pa¨ªs anfitri¨®n obtendr¨¢ algunos beneficios. Parece de mal gusto contraponer la situaci¨®n actual de este continente con el despilfarro feroz del Mundial. No obstante, me atrevo, consciente de la impopularidad ¨¢cida de esta reflexi¨®n. En Sud¨¢frica, durante estas semanas, se produce la concentraci¨®n de millonarios m¨¢s masiva del mundo entero y el mayor negocio internacional. Para hacernos una idea, tan solo el equipo espa?ol ha recaudado en patrocinios comerciales -sin contar derechos audiovisuales- m¨¢s de 26 millones de euros. En cuanto a equipos, seg¨²n la empresa de tasaciones Transfermarkt, el valor de la selecci¨®n espa?ola es de 565 millones de euros y eso que ninguno de sus futbolistas est¨¢ en el top ten de los mejor pagados del mundo. Los salarios, las primas, los contratos del mundo del f¨²tbol se escriben con cifras astron¨®micas, aunque apenas escandalizan nuestra conciencia, ni siquiera cuando se ponen al trasluz de un continente tan empobrecido como ?frica en el que 300 millones de personas viven con menos de un d¨®lar al d¨ªa.
Quiz¨¢ para celebrar el mundial y entonar el Waka Waka con Shakira, los gobiernos europeos han decidido reducir su aportaci¨®n a la cooperaci¨®n internacional. El Ayuntamiento de Madrid ha suprimido completamente su contribuci¨®n y el Gobierno central ha recortado 900 millones de euros en los pr¨®ximos dos a?os, sin que se levanten m¨¢s voces que las de las ONG, ni se alteren nuestras conciencias. No importa que la erradicaci¨®n de la pobreza, del hambre y los objetivos del milenio se incumplan nuevamente. Nuestro deseo de ser bondadosos se extingue cuando no podemos adquirir el ¨²ltimo e in¨²til artilugio.
Mientras tanto se estima que si el f¨²tbol fuera un pa¨ªs ocupar¨ªa la plaza 17 de la econom¨ªa del planeta. Inexplicablemente, es el negocio con mayor promoci¨®n y ayuda p¨²blica por parte de todos los gobiernos, que lo declaran sin rubor "de inter¨¦s nacional", rango que nunca tendr¨¢ la erradicaci¨®n del hambre en el mundo. Sin duda, el sue?o esf¨¦rico es m¨¢s importante que la vida humana.
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