Turner en su tiempo
Un recorrido personal por la exposici¨®n que el Prado dedica al maestro ingl¨¦s
Al profesor David Solkin, comisario de la exposici¨®n original en Londres, le impacienta que casi todas las preguntas que se le hacen sobre Turner aludan a su conexi¨®n con el Impresionismo: a ese prestigio de pionero de la pintura moderna que lo convertir¨ªa no s¨®lo en predecesor de Monet sino hasta del Expresionismo abstracto americano. Al propio Turner tales comparaciones le habr¨ªan horrorizado, especula David Solkin con algo de sorna, mientras revisa en las salas del Prado el modo en que las pinturas se han organizado para resaltar exactamente lo contrario: c¨®mo la obra de Turner, tan visionaria y singular, se fue haciendo en un di¨¢logo permanente de aprendizaje y desaf¨ªo con los maestros del pasado a los que se sabe que ¨¦l admiraba, y con los contempor¨¢neos con los que muchas veces compiti¨® abiertamente.
El juego de resonancias entre pintores se hace m¨¢s visible
Nuestra idea de la figura del pintor se basa a¨²n en el mito del genio solitario
Copia a Poussin y a Claude de Lorena y al mismo tiempo los desmiente
Rescatado del limbo de la genialidad, no pierde estatura y gana consistencia
Terminado el montaje el profesor Solkin lo mira todo con una calma satisfecha. A Javier Bar¨®n, comisario de la versi¨®n espa?ola de esta exposici¨®n que empez¨® en la Tate Britain de Londres y pas¨® despu¨¦s por el Grand Palais de Par¨ªs, se le nota un entusiasmo matizado por la fatiga de un trabajo muy intenso. Cuadros que no estuvieron en Londres ni en Par¨ªs pueden verse en Madrid, y parece que en un lugar como el Prado el juego de las resonancias y de las conversaciones entre pintores a lo largo de los siglos se hace m¨¢s visible. Igual que Goya dialog¨® con Vel¨¢zquez por encima de una distancia de m¨¢s de un siglo y Manet vino a Madrid a aprender de los dos, Turner estudi¨® a conciencia a Rembrandt y a los maestros holandeses y viaj¨® a Italia y a Francia para aprender de Poussin, de Claudio de Lorena, de Watteau, de Canaletto, de Veronese, de Tiziano.
Nuestra idea de la figura del pintor se basa todav¨ªa en el mito rom¨¢ntico del genio solitario, extranjero en su presente porque en realidad pertenece a un porvenir que, casualmente, es el de nuestro tiempo. Y cultivamos la tonta vanidad de imaginar que los mejores artistas del pasado son valiosos porque de alg¨²n modo nos prefiguran a nosotros. El resultado es un gran malentendido: Monet y Rothko sin duda aprendieron de Turner, pero ¨¦l pertenece a otro mundo, a otro tiempo, el suyo propio, y si queremos entenderlo no podemos mirarlo desde un futuro que ¨¦l no pudo predecir ni estaba fijado de antemano. La tentaci¨®n es inevitable, sin embargo. Hace dos a?os, en la gran exposici¨®n que le dedic¨® el Metropolitan de Nueva York, Turner, sin compa?¨ªa de nadie, se desplegaba ante la mirada con todo el poder¨ªo de los rasgos que lo hacen ¨²nico, rom¨¢nticamente precursor. Me acuerdo del choque de sus bocetos tomados del natural la noche del gran incendio del Parlamento en Londres: los garabatos rojos y amarillos del fuego en la oscuridad, su reflejo desle¨ªdo en las aguas del T¨¢mesis. Era un arte tan turbulento y tan nuevo como el de los ¨²ltimos cuartetos de Beethoven, como el del Goya de las pinturas negras.
Era nuevo, claro que s¨ª, pero tambi¨¦n de su tiempo, igual que Beethoven y Goya, y su inspiraci¨®n no emanaba de la prestigiosa soledad atormentada que el romanticismo nos ha hecho esperar de cualquier artista grande, sino de una actitud profundamente cl¨¢sica, el estudio del natural equilibrado y corregido por el de los maestros antiguos. Una exposici¨®n monogr¨¢fica refuerza inevitablemente el malentendido rom¨¢ntico de la soledad. En el Prado, la simple yuxtaposici¨®n de obras de Turner y de sus maestros y modelos nos ofrece una pedagog¨ªa instant¨¢nea del aprendizaje y la influencia. Los resplandores de oros en la penumbra aprendidos de Rembrandt le servir¨¢n a Turner para mirar y para pintar los fuegos de los hornos y las humaredas de carb¨®n de la Revoluci¨®n Industrial. De Ruysdael aprendi¨® los grises profundos y los verdes sombr¨ªos de los mares embravecidos, la verticalidad fr¨¢gil de los veleros azotados por la tempestad: pero junto a la belleza de las velas quietas o hinchadas o desbaratadas por el viento pint¨® tambi¨¦n lo que era completamente nuevo, las ruedas de los barcos de vapor, el humo negro de sus chimeneas. Vio con sus propios ojos los abismos y los desfiladeros de los Alpes, y dicen que se hizo atar al m¨¢stil de un velero para observar de cerca y con todo detalle una tormenta de nieve sobre el mar, pero la agudeza de la observaci¨®n directa est¨¢ disciplinada en sus paisajes por una reverencia meticulosa hacia los maestros del clasicismo franc¨¦s y de la gran escuela holandesa. Para nuestra sensibilidad moderna nada parece m¨¢s alejado de Turner que los serenos panoramas de llanuras f¨¦rtiles con r¨ªos y ruinas al fondo y personajes mitol¨®gicos en peque?a escala de Poussin: por eso es tan sorprendente, y tan aleccionador, descubrir con cu¨¢nto cuidado y cu¨¢nta admiraci¨®n Turner copi¨® casi literalmente composiciones de Poussin y de sus disc¨ªpulos, trascendi¨¦ndolas a la vez con una forma de mirar y una libertad de pincelada en las que se iba asegurando poco a poco su estilo. Turner copia a Poussin y a Claudio de Lorena y al mismo tiempo los desmiente: hace m¨¢s brumosas las atm¨®sferas, ti?e los soles de atardecer de rojos m¨¢s violentos, somete las figuras a una agitaci¨®n de garabatos nerviosos.
Nosotros lo imaginamos en compa?¨ªa de pintores futuros a los que ¨¦l nunca conoci¨®; pero ¨¦l pint¨® muchas veces queriendo medirse con artistas contempor¨¢neos de los que nosotros no sabemos nada. Nadie fuera del campo de los especialistas conoce a Philip James de Loutherbourg o a Richard Wilson: pero resulta que las visiones apocal¨ªpticas de desastres naturales de Turner le deben mucho a las de Loutherbourg, y que uno de sus modelos en la observaci¨®n de los paisajes rurales ingleses fue Richard Wilson, que al regreso de Italia pint¨® el campo de su Gales natal imitando las visiones de la campi?a romana de la pintura cl¨¢sica. Devuelto a su propio tiempo, rescatado del limbo de la genialidad, Turner no pierde estatura y gana consistencia, se nos hace m¨¢s cercano y presente, un artista entregado al logro de su propio estilo a trav¨¦s del trabajo tenaz y del ejercicio de la admiraci¨®n.
Un viaje a Espa?a
- Turner y los maestros ha pasado por la Tate Britain de Londres y el Grand Palais de Par¨ªs.
- Estar¨¢ en el Prado del 22 de junio al 19 de septiembre. Durante los meses de julio y agosto el horario se ampliar¨¢ (de 9.00 a 22.00). www.museodelprado.es
- En la muestra se exhiben 80 obras, 42 del pintor brit¨¢nico.
- En el Prado se han incluido ¨®leos como Naufragio de un carguero, Tormenta de nieve, An¨ªbal y su Ej¨¦rcito cruzando los Alpes o La tarde del diluvio.
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