El diablo de Puerto Cort¨¦s
El car¨¢cter desenvuelto y atrevido del atacante Edgar ?lvarez espolea a Honduras, convencida de aprovechar ma?ana los espacios
Estudiando a Honduras antes del Mundial, el seleccionador espa?ol, Vicente del Bosque, observ¨® que hab¨ªa dos jugadores que proporcionaban cambio de ritmo, desborde, movilidad y tiros fuertes a la selecci¨®n centroamericana. Edgar ?lvarez, interior derecho del Bari, y Julio C¨¦sar Rambo de Le¨®n, el volante ambidiestro del Torino, eran los elementos que la defensa espa?ola deb¨ªa marcar con m¨¢s diligencia. Hasta ah¨ª, la pizarra. La competici¨®n ser¨¢ distinta. Para fortuna de Espa?a, solo deber¨¢ cuidarse de un peligro. De Le¨®n sufri¨® una lesi¨®n de rodilla y tuvo que abandonar Sud¨¢frica. Qued¨® Edgar, que ayer concentr¨® la atenci¨®n de los 1.000 hinchas hondure?os que alentaron a su equipo durante las dos horas que dur¨® el entrenamiento en un campo a las afueras de Johanesburgo.
El ¨ªdolo de la afici¨®n puede jugar de interior, extremo o segundo punta
"No hay otro pueblo m¨¢s macho / que el pueblo catracho / del cual vengo yo", cantaba la multitud, coreando al cantante Polhache, seud¨®nimo de Paul Hughes Ramos, estrella del folclore contempor¨¢neo hondure?o, que entonaba sus extra?os versos pegado a la valla que separaba las gradas del campo donde se entrenaba la selecci¨®n. Las cumbias, los merengues, las puntas y otros g¨¦neros caribe?os fueron amenizando la ma?ana en un clima dulce. Frente a sus ac¨®litos, Edgar ?lvarez posaba pisando el bal¨®n para que le hicieran fotos. Su entrenador, el seleccionador Reinaldo Rueda, observaba la escena con satisfacci¨®n. "En principio, est¨¢ todo perdido", explic¨® Rueda despu¨¦s; "cuando te enfrentas a un rival tan superior, la preparaci¨®n es m¨¢s mental que t¨¢ctica. Para nosotros, es un gran desaf¨ªo y es bueno que los jugadores sientan el cari?o de su gente".
Si en Honduras hay un futbolista que conecta con su pueblo es Edgar. Este extremo compacto, fibroso y cabez¨®n, que juega de interior, de segundo punta y de enganche, seg¨²n las necesidades de Rueda, es famoso por su car¨¢cter desenvuelto. Pone reggaeton en el autob¨²s, se sabe de memoria las letras de Polhache, canta, baila y es aficionado a exhibirse disfrazado. En Navidad se caracteriz¨® como Pap¨¢ Noel y se fue por Puerto Cort¨¦s, su ciudad natal, a repartir regalos: "Soy el primer Pap¨¢ Noel negro", dec¨ªa. Antes de concentrarse para el Mundial se inmortaliz¨® en el Coliseo con casco, peto, grebas y sandalias de gladiador.
Seg¨²n sus compa?eros, el desvar¨ªo m¨¢s asombroso de Edgar consiste en llevar un solo tipo de tacos a los campos de ?frica. Le da lo mismo que llueva, que haga fr¨ªo o calor o que la hierba est¨¦ alta o cortada, dura o blanda. Mientras Pav¨®n, los hermanos Palacios, Espinoza, Suazo y los dem¨¢s llevan dos o tres pares de botas cada uno para cambiarse r¨¢pido en caso de problemas, Edgar va siempre con las mismas Nike.
El origen de la man¨ªa de los tacos lo explica el hombre que m¨¢s conoce a Edgar, el lesionado Rambo: "Los dos nacimos en Puerto Cort¨¦s, una ciudad llena de contenedores, por donde pasa toda la mercanc¨ªa del Caribe y la que va camino al canal de Panam¨¢. Nos conocimos cuando yo ten¨ªa 12 a?os y ¨¦l 11. Viv¨ªa junto a la sede de nuestro primer club, el Platense. La primera vez que lo vi fue durante un partido en la calle: nos retamos y le gan¨¦ yo".
Rambo se r¨ªe a carcajadas al recordarlo: "Est¨¢bamos jugando dos contra dos y fue un lindo partido. Quedamos 12-7. Era un campito de tierra y jug¨¢bamos descalzos porque as¨ª peg¨¢bamos m¨¢s fuerte a la pelota que con los tacos [botas]. Yo hasta los 14 a?os tuve problemas para jugar con tacos. Recuerdo que en la escuela, cuando ¨ªbamos perdiendo, el profesor me gritaba para que disparara desde el medio campo: "?Pegale, pegale!". Y hac¨ªa unos goles tremendos. No us¨¢bamos nada m¨¢s que el empeine".
Ma?ana, los hinchas espa?oles ver¨¢n a Edgar ?lvarez correteando por Ellis Park con esp¨ªritu atrevido. Ayer, en Johanesburgo, no dejaba de repetirlo: "Vamos a ganar a Espa?a. Nos dejar¨¢n espacios y por ah¨ª les haremos da?o. Y entonces yo me te?ir¨¦ de amarillo. Pero solo las puntas".
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