Envidiando a Colombia
Hoy, mientras los colombianos eligen democr¨¢ticamente a su pr¨®ximo presidente, millones de sus vecinos los estar¨¢n envidiando. Y con raz¨®n.
Envidiar¨¢n, por ejemplo, a un pa¨ªs donde un presidente con enorme apoyo popular y obvias ganas de seguir gobernando acepta abandonar el poder e irse a su casa al final del periodo porque as¨ª lo decidi¨® un tribunal. Esto es inimaginable en varios pa¨ªses de Am¨¦rica Latina, donde los jueces son propiedad del presidente. Tambi¨¦n envidiar¨¢n una contienda electoral en la cual todos los candidatos tienen credenciales serias, larga experiencia, propuestas v¨¢lidas y la voluntad de no imitar el populismo tan de moda en la regi¨®n.
Colombia no solo suscita envidia por su democracia. Los milagros tambi¨¦n dan envidia. Y en estos ¨²ltimos a?os Colombia ha vivido varios milagros.
No es solo la econom¨ªa. El pa¨ªs tambi¨¦n ha tenido milagrosos cambios en cuanto a la seguridad
Quiz¨¢s el menos reconocido internacionalmente es su progreso econ¨®mico. En 2002, cuando ?lvaro Uribe comenz¨® su presidencia, Colombia solo exportaba 5.330 millones de euros en productos que no son tradicionales como el petr¨®leo o el caf¨¦. El a?o pasado, las exportaciones de estos otros productos alcanzaron 12.100 millones de euros, a pesar de la recesi¨®n mundial y del bloqueo comercial que le impuso Venezuela. Durante la presidencia de Uribe, la econom¨ªa colombiana se expandi¨® todos los a?os, creando as¨ª casi tres millones de nuevos puestos de trabajo. La inversi¨®n privada, tanto nacional como extranjera, aument¨® sustancialmente y la inflaci¨®n cay¨® del 7% en 2002 a un insignificante 2% en 2009.
Para poner estas cifras en contexto, la comparaci¨®n con lo que le sucedi¨® a Venezuela en ese mismo lapso es tan odiosa como reveladora: el desabastecimiento y la carest¨ªa son habituales, la destrucci¨®n de empleos en el sector privado ha sido masiva, su inflaci¨®n es la m¨¢s alta del mundo, la econom¨ªa se contrajo en un 3,3% en 2009 y un 5,8% en lo que va de a?o, y es la de peor desempe?o de toda Am¨¦rica. Todo esto a pesar de que, durante la d¨¦cada en que ha gobernado Hugo Ch¨¢vez, Venezuela ha disfrutado de los mayores ingresos petroleros de su historia; ingresos que adem¨¢s se vieron acrecentados con pr¨¦stamos internacionales que ahora le imponen al pa¨ªs una deuda externa cuatro veces m¨¢s grande de lo que era en 1999.
Aunque fuese solo por esto, la envidia de los venezolanos por Colombia estar¨ªa m¨¢s que justificada. Pero no es solo la econom¨ªa. Colombia tambi¨¦n ha experimentado milagrosas transformaciones en cuanto a la seguridad de sus ciudadanos. Bogot¨¢, Medell¨ªn o Cali sol¨ªan ser sin¨®nimo de asesinatos, secuestros y crimen generalizado. Hoy d¨ªa ese tr¨¢gico reconocimiento le toca a Caracas y a algunas ciudades de M¨¦xico y Centroam¨¦rica.
Y luego est¨¢n las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), esos sanguinarios mercenarios que, disfrazados de luchadores sociales, han sobrevivido gracias al narcotr¨¢fico y el secuestro. Esta cruel guerrilla ha aterrorizado durante d¨¦cadas a los colombianos, sobre todo a los m¨¢s pobres y vulnerables. Durante mucho tiempo, profesores, pol¨ªticos y periodistas nos explicaron que el dinero de la droga, la inh¨®spita selva colombiana, la debilidad del Ej¨¦rcito y de la polic¨ªa, la venalidad de los pol¨ªticos y la pobreza del pa¨ªs hac¨ªan de las FARC una maldici¨®n con la cual los colombianos tendr¨ªan que vivir para siempre. Se equivocaron.
En la prensa internacional hoy leemos titulares como este: "La guerrilla ya no es el gran problema de Colombia". M¨¢s a¨²n, los medios informan de que las FARC est¨¢n disminuidas, desmoralizadas, aisladas y sin la influencia que sol¨ªan tener. Las FARC ya no aterrorizan a los colombianos, y si esto no es un milagro, se le parece mucho.
Obviamente, Colombia no es un para¨ªso. Casi la mitad de los colombianos siguen siendo inmensamente pobres, y la desigualdad econ¨®mica, las injusticias sociales, la violencia, la corrupci¨®n y el narcotr¨¢fico siguen siendo realidades cotidianas. Pero menos que antes. Este no es un dato menor en un continente donde el progreso es tan infrecuente que, cuando ocurre, parece un milagro.
Los avances experimentados por Colombia durante la presidencia de ?lvaro Uribe son innegables. Y sus ¨¦xitos no solo provocan envidia, sino que tambi¨¦n sirven de ejemplo y de esperanza para otros pa¨ªses que siguen empantanados en el autoritarismo y el mal gobierno. Los colombianos le han demostrado al mundo que los pueblos pueden revertir tendencias y evitar destinos inaceptables. Por eso, un d¨ªa como hoy se pueden sentir orgullosos y admirados. Y envidiados.
mnaim@elpais.es
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