A la sombra de las flechas
No es asunto balad¨ª el del reportaje que daba cuenta la semana pasada EL PA?S de la lucha feroz entre los ayuntamientos de Cea y Pi?or (Ourense) por la titularidad de un tramo de la Ruta de la Plata. Con nocturnidad y sigilo, cada d¨ªa se cambian las flechas que indican a los peregrinos por d¨®nde seguir en su lento caminar hacia el sepulcro del Ap¨®stol. Las acusaciones mutuas apuntan, b¨¢sicamente, a los intereses econ¨®micos de los respectivos gremios de hosteler¨ªa. Esto incluye a los frailes del Monasterio de Oseira, en el ayuntamiento de Cea, a los que en Pi?or acusan de querer desviar la p¨ªa peregrinaci¨®n hacia sus dominios con la bendita intenci¨®n de vender sus licores. Cualquier argentino entender¨ªa Ruta de la Plata como Camino de la Pasta. En el caso de la batalla entre Cea y Pi?or no puede estar m¨¢s claro que de eso se trata.
Cea y Pi?or emprenden una guerra a flechazos. Ambos saben que nadie puede ganar. Les da igual
Todo el embrollo parte de la indefinici¨®n del tramo y de lo intrincado del recorrido. Aunque, al parecer, el caminito ya estaba descrito con pelos y se?ales en el Bolet¨ªn Oficial de Galicia, la orograf¨ªa en la zona es tan laber¨ªntica, tan gallega pues, que induce al error al paciente peregrino que, con muy pocos dineros en la mochila, pretende ganarse unas indulgencias en Compostela y, de paso, echarse un trago por el Cami?o. El recorrido jacobeo ya es conocido entre los que lo emprenden como el gasoil, o sea, lento pero barato, lo que no es ¨®bice, cortapisa, ni valladar para que los posaderos aspiren a sentar las posaderas de los inocentes caminantes en sus posadas. Es cuesti¨®n de darles reposo aunque no dejen una millonada en champ¨¢n franc¨¦s. Pero cuando llegan al tramo en litigio, el laberinto se complica con el cambio de flechas de la noche anterior.
Con la mosca detr¨¢s de la oreja, el peregrino sospecha que le est¨¢n enviando hacia Lisboa, as¨ª que duda, retrocede, avanza, pregunta y se queda como estaba. Como en una carrera de Los Autos Locos, las flechas han sido cambiadas de direcci¨®n para despistar a los participantes y sacar tajada. En homenaje a Pierre Nodoyuna, Pen¨¦lope Glamour y los Hermanos Macana, y a su imagen y semejanza, Cea y Pi?or emprenden una guerra a flechazos -no precisamente amorosos- por la parte de territorio que consideran leg¨ªtima y de mayor enjundia peregrina. Saben ambos bandos que nadie puede ganar, pero eso les da igual. La cruzada pacovazquiana de A/La Coru?a en la entrada de la ciudad herculina es el ejemplo. El seto de Alfonso Molina amanec¨ªa sin la L y anochec¨ªa con ella. Y as¨ª todos los d¨ªas, originando un gasto extraordinario en el presupuesto de parque y jardines. Se solucion¨® cambiando el pol¨¦mico top¨®nimo con un nuevo seto que reza Torre de H¨¦rcules. Y tutti contenti. La salom¨®nica soluci¨®n no vale, sin embargo, en la guerra de las flechas de Cea/Pi?or. El laberinto de la zona reproduce el cableado cerebral de los gallegos, con el agravante del cambiante recorrido de los impulsos el¨¦ctricos que conectan nuestras neuronas. Y no hay ning¨²n camino intermedio.
Por menos, por unos lindes o un moj¨®n, ha habido aqu¨ª siempre sangrientas refriegas que han acabado como el rosario de la aurora. Como los turistas de Las vacaciones de M. Hulot, la pel¨ªcula de Jacques Tati, los peregrinos cambian en tropel de v¨ªa, de camino y de direcci¨®n a toda velocidad, como si las flechas fueran veletas, y comprenden as¨ª que ya est¨¢n en Galicia con todas las consecuencias. La imagen de dos peregrinos chocando como el Pato Lucas y Elmer Gru?¨®n en medio del camino, es toda una met¨¢fora de c¨®mo somos. Vamos inevitablemente hacia un sepulcro en direcciones opuestas. Pueden ser dos (como en Cea y Pi?or), pueden ser tres (como en el espectro pol¨ªtico) o pueden ser infinitas. Al final del camino nos espera una tumba y, aunque sabemos que s¨®lo hay ese destino, nos empe?amos en desviar las indicaciones, los l¨ªmites, los vericuetos del viaje, por si suena la flauta y ganamos la carrera llegando los ¨²ltimos. No aprenderemos nunca porque no nos da la gana.
Como Jerjes contra Le¨®nidas en el paso de las Term¨®pilas, como persas y espartanos del noroeste, nosotros pelearemos a la sombra de la negra sombra que me asombra de una lluvia de flechas.
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